Publicación de las Ordenanzas de Felipe II (3 mayo 1576)

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En San Lorenzo del Real del Escorial, el 3 de mayo de 1576, se publicaron íntegramente, las “Ordenanzas de descubrimientos, nueva población y pacificación de las Indias”. Tres años antes, en el palacio de Valsain, ya habían sido publicadas parte de ellas, en concreto el libro II. Fueron unas normas que fueron pensadas para encauzar los esfuerzos de nuevos descubrimientos, armonizar las construcción de las nuevas ciudades y recordar la actitud que había que tener frente a la población local.

148 capítulos componen el texto completo, encuadrados en tres secciones diferentes,

  • Del 1 al 31, se regulaban los nuevos descubrimientos.
  • Del 32 al 137, se marcaban las directrices para la construcción de nuevas poblaciones.
  • Y finalmente hasta el 148, se recordaban las reglas que había que seguir con la población local.

Ya desde los comienzos en tiempos de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, habían sido fuente permanente de conflicto, las audaces acciones de diversos conquistadores y exploradores, muchas veces actuando al borde de la legalidad, y que habían provocado sangrientos enfrentamientos.

Baste recordar, las disputas de Pedro Arias Dávila con Vasco Núñez de Balboa, que acabó con la decapitación de este último, los problemas de Hernán Cortes con Diego de Velázquez, que terminó en un enfrentamiento nocturno entre tropas españolas y el enfrentamiento entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro que degeneró en una autentica guerra civil con empleo de artillería. Felipe II, no tenía la menor intención de que todo eso se volviera a reproducir y no es extraño que 31 capítulos se dedicaran a regular minuciosamente, que debía hacer un descubridor, antes de ponerse al frente de una expedición.

Podría sorprender que más de un centenar de capítulos se emplearan para regular la construcción de las nuevas ciudades, pero también habían experiencias negativas en este aspecto y que un enfrentamiento entre facciones pueden provocar algunas defunciones puntualmente, pero una ciudad ubicada en el sitio equivocado y mal diseñada tenia consecuencias nefasta durante años, causando numerosas víctimas e incluso el abandono total de la misma.

Felipe II se rodeó de expertos en la materia que se inspiraron en la experiencia propia y de las enseñanzas de los ingenieros del antiguo Imperio Romano, particularmente de los escritos de Vitrubio. Las directrices emanadas por las normas redactadas por los técnicos de Felipe II, han producido esquemas de ciudades como Veracruz, en Méjico. Muchísimas poblaciones de tamaño medio en América tienen una estructura racional y cuadriculada que ninguna otra civilización ha sido capaz de crear.

Las reglas técnicas de construcción han llegado hasta lugares insospechados para nosotros. Probablemente, todos hemos visto alguna película clásica del “Far West”, donde fortines en el desierto eran atacados por apaches o comanches. Pues la estructura clásica que vemos en las películas de estos fortines esta copiada de las reducciones, misiones y presidios. Estas habían sido construidas en el siglo XVIII siguiendo las directrices de las ordenanzas, que a su vez habían copiado el sistema de fortines romanos que se construían en las fronteras del viejo imperio.

Finalmente los once últimos capítulos se escribieron para recordar toda la política humanística que debía seguir la colonización de América y que ya había iniciado Isabel I la Católica en su testamento.  En estos capítulos podemos leer cosas como esta:

  • “…Ynformarse de la diversidad de naçiones lenguas y setas y parçialidades de naturales que ay en la provincia y de los señores a quien obedeçen, y por vía de comercio y rescates traten amystad con ellos”
  • “…ni quitándoles las mugeres ni sus ídolos porque no se escandalicen ni tomen enemistad con la doctrina cristiana sino enséñensela primero
  • “..Si para que mejor se paçifiquen los naturales fueren menester conçederles ynmunidad de que no paguen tributos por algún tiempo, se les conçeda y otros previllegios y exenciones y lo que se les prometiere se les cumpla.”

Probablemente un súbdito del imperio anglosajón o de cualquier imperio se escandalizaría de estas normas escritas en el siglo XVI. Mas escandalizado quedaría cuando en 1593 se redactarían nuevas normas para todos los obreros que trabajaran en fortificaciones o fábricas del imperio. En estas normas se especificaba que las horas trabajadas serian 8, repartidas en 4 por la mañana y 4 por la tarde, y que las horas se distribuirían por los ingenieros en función del clima y de las temperaturas. Y que los mineros verían reducidas este horario a 7 horas diarias. Y, muy importante, que este horario era de aplicación a los indígenas americanos en las zonas de bajo control de la corona española.

Manuel de Francisco Fabre

Ordenanzas de Felipe II – Wikipedia, la enciclopedia libre

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