Inicio del califato Omeya de Córdoba: Abdarrahmán III

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Califato de Córdoba siglo X

Abdarrahmán III consigue el poder en 912 cuando sucede a su abuelo Abdallá, tenía poco más de veintiún años de edad. Nada más ser entronizado inicia la tarea de pacificar al-Andalus, en lo que invierte veintisiete de los cuarenta y nueve años que gobernó. Para ello, otorgó pactos, salvoconductos, prebendas, títulos y privilegios; o simplemente aplicó castigos, destruyó fortalezas y tomó rehenes.

Abdarraman III

La primera acción fue inmediata, y la llevó a cabo contra los rebeldes de Caracuel y la Sierra de Almadén. En 913, las tropas del emir consiguieron grandes éxitos frente a los rebeldes de Umar ben Hafsún. En enero, el hachib Badr consigue, sin derramamiento de sangre, la rendición de Écija. En el mes de abril, Addarrahmán III emprende una campaña que preparó de forma minuciosa contra los rebeldes de la zona oriental de la actual Andalucía; en este caso le apoyaron los damascenos a los que premió por su obediencia. Las primeras operaciones se desarrollaron en la “cora” de Jaén, donde logran la rendición de la fortaleza de Monteleón, después, Somontín y casi cien fortificaciones más, los castillos de los rebeldes Banu Habil y los de Bacor, Castro y Sirra, que estaban en manos de los partidarios de Umar ben Hafsún. Todos los rebeldes recibieron, a petición propia el perdón del emir y fueron enviados con sus familias y enseres a Córdoba.

Lo siguiente fue adentrarse en la “cora” de Elvira. En estos lugares las fortalezas estaban en manos de personas de confianza del emir, y por esto se desplaza hacia la zona de Guadix, cuyos castillos abandonan los señores por temor. Penetra en Sierra Nevada donde asola la comarca de Las Alpujarras. Sin apenas descansar, el emir prosigue con la tarea de someter los castillos que se escapaban a su control. Acampa frente a Juviles, que era uno de los baluartes más complicados de asaltar y, donde se habían refugiado los rebeldes de las plazas antes sometidas. Durante el asedio el ejército destruye cosechas, tala árboles y provoca la ruina. Finalmente, los hombres piden perdón, que les es concedido. Los hombres de Umar, que en su mayoría eran cristianos, son decapitados. El balance de las operaciones militares resulta muy positivo para el emir, en poco más de tres meses consigue controlar a más de trecientos baluartes.

Rebelión en Sevilla

La conquista de más trascendencia en el año 913 fue la de Sevilla, para conseguirla, Abdarrahmán III aceptó la ayuda del señor de Carmona, Muhammad ben Ibrahim ben Hachchach, quien se desplazó junto al emir a la zona de conflicto. Uno de los caciques de Sevilla, Ahmad ben Maslama, acude al rebelde Umar ben Hafsún quien llega a Sevilla e intenta tomar la fortaleza de Cabra, donde es derrotado y se retira a Bobastro. En diciembre el hachib Badr entra en Sevilla y Ahmad abandona la ciudad.

Carmona abandona la rebelión porque Muhammad acepta rendir la plaza. Viaja a Córdoba donde el emir le colma de atenciones y la pone el sueldo de visir. Pero Muhammad cambia de opinión y apoya una nueva rebelión en Carmona. Cuando Abdarrahmán III conoce la traición, le quita el rango de visir y lo encarcela en la prisión del Alcázar de Córdoba, donde muere en 915.

Ruinas de Bobastro

Antes de someter Carmona, el emir y el hachib realizaron una campaña de destrucción y muerte en las poblaciones de Belda, Turrush, Santopiar, Olías y Reina, las cuales aseguraban la defensa de Bobastro y constituían un peligro para la defensa de Málaga. Por último, alcanzó Algeciras donde mandó destruir las naves utilizadas por los rebeldes para comerciar con el norte de África. Abdarrahmán III mostró un especial interés por el dominio marítimo. Ordena traer desde Málaga y Sevilla naves pertrechadas y armadas hasta Algeciras. El cometido de las mismas sería patrullar la costa, desde Algeciras hasta Tudmir para cortar el suministro marítimo que pudiera recibir Umar.

De esta manera Abdarrahmán III consiguió cerrar el cerco sobre su principal adversario. La consecuencia de estas acciones fue nefasta para la población, se generó una miseria que se acentuó ese mismo año por una terrible sequía que arruinó gran parte de las cosechas. En estas condiciones el emir se limita a proteger las fronteras, fortificar el interior y vigilar a los rebeldes. Puede que por este motivo el soberano aceptase una tregua con Umar.

Umar ben Hafsún

Umar controlaba ciento sesenta y dos castillos, aunque su aislamiento y enfermedad le hacían cada vez menos peligroso. Aun así, la existencia de un territorio independiente y tan próximo a la capital de al-Andalus preocupaba al emir. Entre tanto, Umar, elige a su hijo mayor, Chafar, como su sucesor, lo cual no gustó nada a su hermano Suleyman. En 917, Suleyman se apodera de la ciudad de Úbeda, que entonces era favorable al emir. Este suceso lo interpreta Abdarrahmán III como una violación de la tregua firmada con Umar. Éste reacciona para demostrar su inocencia y lucha contra su propio hijo, al que prende y lleva encadenado a Bobastro. Una vez allí, lo libera y Suleyman no ceja en su empeño y vuelve a tomar Úbeda, donde construye un castillo. Cuando llega el ejército emiral, Umar, muy débil, se retira a Bobastro, donde muere en febrero de 918. Es enterrado conforme al rito cristiano: tumbado hacia arriba, con los brazos cruzados sobre el pecho y el rostro vuelto hacia oriente. Los mozárabes recibieron su muerte con angustia, en cambio sus adversarios musulmanes la consideraron, según el historiador Ibn Hayyán, “señal del beneplácito divino y excelente augurio en la erradicación de la sedición”.

José Carlos Sacristán

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