Esas eran las intenciones del antiguo compañero de Colón, Vicente Yáñez Pinzón, cuando zarpó con sus cuatro carabelas del puerto de Sevilla; alcanzar las costas de China. Ya en mar abierto, el capitán principal de aquella flotilla fijó el rumbo; hacia el suroeste, hacia las Canarias. Sin embargo, al avistarlas no se detuvieron, sino que Pinzón ordenó rumbo sur, para llegar a la isla de Santiago en el archipiélago portugués de Cabo Verde. Todo aquello estaba dentro de la reserva de aguas portuguesas fijada en el Tratado de Tordesillas, lo cual representaba un cierto peligro de contienda y obligaba a un sigilo especial. De ahí que, el 13 de enero de 1500, superado todo miedo al cambio de centuria, Yáñez Pinzón ordenó que la flota zarpase de la isla para, según su plan secreto, adentrarse en mar abierto unas 300 leguas en dirección suroeste.
Una tempestad les arrastró hacia una latitud en la cual ya no divisaban la estrella Polar. Al finalizar la tormenta se habían trasladado hacia una zona de escaso viento, lo cual dificultó su desplazamiento hasta que lograron alcanzar los bordes de la corriente de los Alisios del sudeste. Con tal viento, el 24 de enero del mismo año, navegadas 240 leguas más, avistaron una punta de tierra que situaron a 540 leguas de Cabo Verde. Aquella lanza de tierra inicialmente fue bautizada como cabo de Rostro Hermoso, luego Pinzón la nombró cabo de Santa María, para investigadores, como Capistrano de Abreu, estimar que se trataba de la Punta do Mucuripe.
A partir de tal hecho, la carta marítima de Juan de la Cosa nos va indicando el recorrido de la flota de Pinzón. Sus capitanes y marineros iban dibujando el contorno de los lugares que superaban en su navegación; rio Fermoso, Playa de Arena, isla de Baciabarriles, Bahìa de san Marcos, hasta que llegaron ante un fenómeno inesperado; hallar agua dulce a 30 millas de la costa. Era la desembocadura del rio Grande, en el cual se adentraron, para luego proseguir, costeando hasta llegar al rio Pará, aunque no se detuvieron al toparse con otro aventurero de Palos de la Frontera, Diego de Lepe.
Prosiguiendo con su ascensión, entraron y recorrieron el archipiélago de la desembocadura del rio Amazonas. Es decir, que como reflejan cartas náuticas, las carabelas de Pinzón, junto con el otro paleño, Diego de Lepe, descubrieron la tierra de Brasil al mismo tiempo. Abandonado ya el litoral, dejando atrás el noroeste del Amazonas, ambas flotillas, con Yáñez Pinzón a la cabeza, ascendieron hasta llegar a los territorios descubiertos meses atrás por Alonso de Ojeda y el mismísimo Américo Vespucio, con Juan de la Cosa como notario cartógrafo.
Llegado mayo de 1500, cargados tres mil libras de palo de Brasil en la boca del Orinoco por Pinzòn, se juntaron las dos flotas de carabelas, para seguir por la isla Trinidad, la de Mayo, la de Barlovento, y llegar, Pizón y Diego de Lepe, a san Juan de Puerto Rico. Sin embargo, Pinzón no estaba en modo alguno satisfecho de aquella navegación, a todas luces ruinosa por la escasa carga lograda. Por tal motivo, después de comerciar y provisionarse todo lo posible, abandonó la isla de Puerto Rico, para dirigirse a la Española. Desde tal circunstancia hay pocos datos de cual fue la andadura de la flota de Pinzón. Solamente un testigo, de nombre Pedro Ramirez, detalla que desde la isla de Mayo, “fueron su viaje a dar a la isla de Guadalupe, que es a las once mil vírgenes, e de allí se partieron a San Juan, e de San Juan fueron a la Isabela, e de allí fueron a otra isla que dizen Samana e a otra someto e a otra Maguana”.
Otra fuente, la cartografía de Juan de la Cosa, nos señala el recorrido por el Caribe de Pinzón, indicando su paso con banderolas de España. Según parece, sufrieron los embates de una de las habituales tempestades de aquel mar caribeño, lo cual obligó a reconstruir las dos carabelas que la superaron, no así las otras dos que se perdieron. Finalmente, el 30 de septiembre de 1500, arribaron al puerto de Palos las dos carabelas con sus hombres hambrientos, enfermos y con escasa carga.
Aquel viaje a China, iniciado en noviembre de 1499, nunca fue tal, sino que resultó un encuentro con un territorio, Brasil, que nunca pertenecería al Imperio español. A decir verdad, Vicente Yáñez Pinzón, prestó grandes servicios a la Corona, pero, no alcanzó nunca fortuna. Murió en 1514, en su barrio sevillano de Triana, siendo enterrado en el cementerio de tal villa, sin que sea posible conocer ni fecha ni lugar del suceso.
Francisco Gilet