BURGALIMAR, LA FORTALEZA DE LOS SIETE REYES

Si te gusta, compártelo:

El Castillo de Burgalimar es uno de los castillos más antiguos de toda España, y el segundo de toda Europa. Los primeros vestigios de ocupación de la zona son de la Edad de Cobre (hay restos de ocupación humana del monte de la época prehistórica, de al menos el año 3500 a.C. e incluso de la época romana con restos de un posible templo), aunque el castillo se empezó a construir en el año 968 por el califa Alhakén II (hijo del rey Abderramán III), según la transcripción de una lápida fundacional depositada en el Museo Arqueológico Nacional, sobre un pequeño cerro que domina la localidad de Baños de la Encina, situada en el norte de la provincia de Jaén y es uno de los que mejor se conserva en todo el mundo, por eso, en 1969 fue declarado Conjunto Histórico.

La transcripción de la lápida indica: “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. Ordenó la construcción de esta torre el Siervo de Dios al-Hakam al Mustansir billāh, Príncipe de los Creyentes, prolongue Dios su permanencia, bajo la dirección de su liberto y su alcalde Maysūr ibn al-Hakam, y se terminó y se completó con el poder de Dios y su asistencia“. Y eso fue en el mes de ramaḍān en el año trescientos cincuenta y siete (agosto 968).

Fue construido con adobe o barro con la técnica antigua para construir paredes, con tapial rojizo o tabiyya, aparentemente más débil que la roca, pero que ha beneficiado su estructura hasta nuestros días, siendo el de estas características y conservado el mejor del mundo. Rodeado y flanqueado por una robusta y almenada muralla con catorce torres, más la torre del homenaje de factura cristiana, el castillo representa un ejemplo perfecto de fortaleza musulmana, y constituye el conjunto fortificado mejor preservado de la época almohade, por lo que, dado su inestimable valor histórico y artístico llegó a ser declarado como Monumento Nacional en 1931.

Según las crónicas de la época, el califa ordenó levantar varios recintos vastos fortificados de idénticas características a lo largo de todo el camino que conducía de Sierra Morena hacia Córdoba, con el fin de alojar a sus tropas que se dirigían hacia el Castillo de Gormaz, al norte de al-Ándalus, para proteger a las tropas que marchaban hacia el norte para saquear los reinos cristianos. No obstante, esta línea de fortificaciones, no iban dirigidas a objetivos defensivos, pues el país atravesaba entonces por un largo período de paz.

En el siglo XI, tras el hundimiento y la separación del Califato de Córdoba en múltiples reinos de taifa se convierte en objeto de continuas y feroces luchas entre musulmanes y cristianos, que ven allí una pieza clave para acceder a Andalucía. Alfonso VII de León se lo arrebata a los musulmanes en 1147, pero después de su muerte en 1157, la fortaleza vuelve a manos islámicas. Alfonso VIII de Castilla y Alfonso IX de León llegan a recuperar el castillo en 1189, sin ser este un éxito definitivo, pues tres días después de la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), la fortaleza vuelve a pasar a ser dominio musulmán.

El Castillo cambió de dueño en numerosas ocasiones, tantas, que se ganó el nombre de la Fortaleza de los Siete Reyes, por la cantidad de monarcas que llegaron a pasar por él. Estuvieron más o menos tiempo, Alfonso VII, Alfonso VIII, Alfonso IX, Pedro II, Sancho VII, Fernando III y Fernando el Católico. Según la tradición, se dice que, en 1189, nació entre sus muros el rey Fernando III el Santo.

Durante mucho tiempo, Baños de la Encina fue el escenario de grandes batallas en las que los dos reinos que habitaban en la Península (cristianos y musulmanes) se disputaban la custodia de este castillo, hasta que finalmente, Fernando III la consigue en 1225. El rey lo cede al arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, y su defensa y guardia es confiada a la Orden de Santiago, muy implicada en las operaciones militares del sur de la península ibérica. En el siglo XIV se reorganizó el espacio interior, con la edificación de un pequeño fortín sobre la plaza de armas, protegido por una muralla interior.

El pueblo de Baños de la Encina se integró en la jurisdicción de la ciudad de Baeza, de la que dependerá hasta 1626, fecha en la que Baños de la Encina obtiene la condición de villa. En 1458, en pleno período de disputas nobiliarias en Castilla, Enrique IV cedió la fortaleza a su condestable, Miguel Lucas de Iranzo y su decisión provocó el rechazo y malestar de la población, que se niega a cambiar de jurisdicción. En 1466, el regidor de Baeza toma el castillo y lo devuelve a los partidarios del rey.

En aquella época se construyó la Torre del Homenaje, edificada en piedra con un estilo que se asemeja más al de las fortificaciones góticas, alrededor de uno de los bastiones originales musulmanes modificando así la fisonomía de la fortaleza.

El castillo siguió perteneciendo a los reinos cristianos, hasta que en 1808 Napoleón invadió España y el castillo cayó en sus manos hasta el final de la Guerra de la Independencia. Durante la invasión napoleónica, las tropas francesas se apropian del castillo, que sufrió las consecuencias de su ocupación, y desde entonces hasta 1828, el patio del castillo serviría de cementerio parroquial.

El castillo de Baños de Encina se levanta sobre una pequeña colina rocosa que le permite dominar el pueblo y, por tanto, todo el paisaje que lo rodea. La fortaleza se encuentra a su vez acogida por otros importantes emplazamientos históricos, como así lo son las ruinas de la ciudad romana de Cástulo, varias casas señoriales de los siglos XVI y XVII, o varias ermitas donde entra la iglesia parroquial de San Mateo (del siglo XV). Excavaciones arqueológicas realizadas en el interior de la fortaleza, han puesto al descubierto restos de uno o dos recintos amurallados que evidencian la existencia bajo la fortaleza de un asentamiento de la Edad del Bronce, hecho que proporciona datos sobre la cultura argárica, una de las más importantes de la antigüedad del Mediterráneo Occidental, lo que muestra que el asentamiento controlaría una de las zonas estratégicas más importantes del Valle del Guadalquivir. Durante las mismas excavaciones también se ha puesto al descubierto la existencia de una fase ibérica con un oppidum del siglo IV, un mausoleo de época romana y después una fase medieval.

La fortaleza se presenta bajo la forma de un perímetro con forma oval (100 metros en su eje mayor y 46 m en su eje menor, con una superficie total de 2700 m2), punteado de catorce torres cuadrangulares de estilo califal y de igual altura sobrepasando apenas la de la muralla. El conjunto de estas catorce torres, severas y próximas entre sí, le confieren o afirman el carácter defensivo del castillo. La torre del homenaje (también llamada almena gorda), sería edificada en el siglo XV, y constituye en realidad una modificación cristiana de una de las torres originales. Esta torre, imponente, que resalta sobre las otras por sus dimensiones, no es característica de la arquitectura musulmana hispánica, sino que responde a cánones arquitectónicos cristianos. La torre representa el poder de su ocupante. Así, su posición lo demuestra, pues no se dirige hacia el paisaje, sino hacia el pueblo, revelando por tanto su utilización simbólica, fiel a la costumbre feudal.

Tanto murallas como torres, están dotadas de almenas o merlones, y perforadas por aspilleras. Las torres disponen de tres pisos e incluso de cuatro si estas se sitúan en un terreno más bajo. Las murallas presentan dos entradas que permiten el acceso. La primera es una puerta soberbia situada en el costado meridional entre dos altas torres. Presenta dos grandes arcos de herradura, sobre los cuales se dispone un matacán. El segundo acceso, más modesto, está situado sobre el costado norte de la muralla.

Las murallas rodean el patio de armas, en el que se halla un aljibe cubierto por una bóveda de medio cañón, y que está dividido en dos naves separadas. Además de la torre del homenaje, también se observa otra modificación de la época cristiana dentro del recinto, vestigios de un pequeño fortín. Existía un alcazarejo circular o torreón imponente rodeado de una muralla interior, unida al recinto exterior por dos lienzos de pared. De esta obra, que dividía en dos partes la plaza de armas, sólo subsisten las bases del fortín y fragmentos de una de las paredes de defensa.

Desde 1969, este castillo ostenta el privilegio de poder enarbolar desde su torre del homenaje la bandera de la Comunidad Europea, privilegio concedido por el Consejo de Europa, y compartido únicamente con el Castillo de Florencia.

Jaime Mascaró

Si te gusta, compártelo:

1 thought on “BURGALIMAR, LA FORTALEZA DE LOS SIETE REYES”

  1. Gracias por cultivarnos. Magnifica construcción, está bien que ondee la bandera europea aunque mejor sería que ondeara solo la española.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *