Las primeras noticias sobre la actividad del Scriptorium del Monasterio de Albelda son del año 951. El scriptorium era la habitación de los monasterios medievales donde los monjes hacían las copias de los manuscritos. El monasterio contaba en aquella época con casi doscientos monjes y se convertiría en uno de los centros culturales más importantes de la Edad Media en España. Pocos años después, durante el mandato como abad del monje benedictino Salvus, se produce la gran obra que se realizó en el taller de Albelda, el Códice Vigilano o Albeldense.
Sin embargo, de la cantidad de códices que tuvo que haber en el monasterio durante el siglo XVI, únicamente nos han llegado dos: el códice Godescalco que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Paris y el códice Vigilano o Albeldense que está en la Real Biblioteca de El Escorial. El códice Albeldense destaca por las ricas ilustraciones con figuras y escenas de diversa índole, algunas incluso a página entera, de esta manera constituye un magnífico ejemplo de la miniatura de la alta Edad Media española.
Godescalco, obispo de Puy en Velay (Francia), encargó el códice a su paso por el monasterio cuando iba camino de Santiago de Compostela (950-951). Este encargo evidencia la estrecha relación que hubo entre la cultura de España y Francia en el siglo X. La decoración del códice se reduce a sus adornos de lacería; se cree que este ornato tuvo influencia carolingia.
El códice Vigilano, llamado así por su autor Vigila, o Albeldense contiene las actas de los concilios nacionales, las decretales pontificias hasta san Gregorio Magno así como el Liber Iudiciorum, que fue el código civil promulgado por Recesvinto en el año 654 y cuya traducción fue utilizada en España como “Fuero Juzgo” hasta el siglo XIII. También contiene el calendario mozárabe, la Crónica Profética, la vida de Mahoma, tratados de aritmética, etc. El propio Vigila confiesa al comienzo del libro su temor por la ardua tarea que se le había confiado, al final del libro hace mención de los reyes de Navarra (se acabó bajo el reinado de Sancho II de Navarra), al monasterio donde se realizó San Martín de Albelda y el año en que se terminó: 976.
Además de contener textos canónicos, jurídicos e históricos, el códice incluye la crónica de Alfonso III, llamada así por creerse que fue escrita por el propio rey asturiano a finales del siglo IX. Esta crónica está considerada como una de las principales fuentes cristianas para conocer la historia de la última etapa visigoda y de la monarquía asturiana. La cantidad de información que tiene induce a pensar que se partió de varios códices anteriores y de copias de las actas de los concilios visigodos, ya que el monasterio se encontraba en un lugar bastante alejado para poder recopilar información y consultar los originales.
La ilustración del códice es equiparable a la de los Beatos, por la cantidad de folios miniados y la cantidad de miniaturas 50. Predominan las miniaturas de personajes, aislados o en grupos, siguiendo la figuración mozárabe. Los personajes están realizados en series, la serie de los Papas, la serie de los asistentes a los Concilios, etc. Todos los personajes de libro tienen características comunes de los “iluminadores hispánicos”, tales como un modo propio de hacer los rostros, los plegados y adornos de la indumentaria e incluso las actitudes de los personajes. Los rostros de los personajes son idénticos con el mismo perfil ovalado. Mayor variación se aprecia en los peinados y tocados, y de forma frecuente se observa que las túnicas y mantos ostentan cenefas adornadas con perlas y otros elementos.
Los personajes tienen un aspecto esbelto con proporciones más alargadas de lo habitual en otras representaciones de la época. El influjo mozárabe es evidente, aunque ya se aprecia cierta corriente occidental del prerrománico europeo. Muy característico del estilo de Vigila son las manos que muestran una proporción excesivamente grande, además de muy expresiva y gesticulante. De este modo se mitiga la rigidez hierática dando una sensación de movimiento.
El vocabulario decorativo formado por motivos de entrelazo que se ve en las iniciales o adornando los fustes de las columnas y las arquivoltas, parece provenir de la iluminación carolingia. Lo mismo se puede decir de los entrelazos y cintas que se fusionan con cabezas muy estilizadas de animales que les sirven de remate. Debemos añadir también la influencia occidental europea a las series de arquerías que decoran las páginas, cuyos elementos arquitectónicos han sido sustituidos o combinados con cuerpos humanos y animales. Esto supondrá el principio que servirá de ornamentación románica. J. Guilmain estudió de forma pormenorizada estos aspectos del códice demostrando que todos ellos proceden de prototipos nórdicos sobre todo de carácter merovingio y carolingio, llegando incluso a notarse influjo de motivos islámicos, sirios y coptos. Por lo tanto, observamos todo un repertorio ornamental muy variado que es importado de Europa, al escritorio albeldense, durante la segunda mitad del siglo X.
Aun con todo este tipo de influencias el códice ofrece características propias que le hacen muy reconocible. Podríamos decir que Vigila llegó a crear su propia escuela. Un detalle importante y único que aparece en el códice es que en él se encuentra el registro más antiguo del mundo donde los nueve números hindú-arábigos, no incluye el cero, aparecen escritos en el mismo formato que utilizamos en la actualidad.
José Carlos Sacristán