El testamento de Isabel I de Castilla no solamente es un bello documento redactado por una excelsa reina, sino también el exponente máximo de la belleza del alma isabelina. En dicho documento, Isabel vierte todo cuanto ha latido en su corazón, desde su infancia en Arévalo, hasta su fallecimiento en Medina del Campo. Ahí está el amor a su esposo, a su reino, a sus súbditos y su fe absoluta en la misericordia de Dios. La fe en Dios y en sus Reinos hace que el testamento de Isabel la Católica sea un dechado de todas las virtudes que la adornaron.
Su petición fue que se le enterrase en el monasterio de san Francisco de la Alhambra. Y en tal forma sucedió el 18 de diciembre de 1504, en una sencilla sepultura, según su deseo. Poco después, sus restos mortales, junto con los de su esposo Fernando el Católico, fueron trasladados a la Capilla Real de Granada.
La elección del lugar de su enterramiento surgió de la Real Cédula fechada el 13 de septiembre de 1504 en la cual se creaba la Capilla Real. Su construcción se inició en 1505 para finalizar en 1517, siendo dedicada a los santos Juanes, Bautista y Evangelista. En el primer año nombrado se proyecta un conjunto de edificios, la iglesia, la sacristía y una lonja de acceso, todo ello en estilo gótico y bajo la dirección de Enrique de Egas. Posteriormente intervinieron Juan Gil de Hontañón, Juan de Badajoz el viejo y Lorenzo Vázquez de Segovia.
La capilla debía cumplir, inicialmente, como un anexo a la sede catedralicia que habría de construirse en Granada, una vez conquistada por los Reyes Católicos. Aunque, a día de hoy, los dos edificios aparecen separados y con unos estilos diferentes. Así, mientras la Capilla Real se nos presenta con un estilo gótico, la catedral se levantó según la estética renacentista.
El exterior de la capilla sigue el mismo modelo que el Monasterio de san Juan de los Reyes de Toledo. Tiene capillas laterales, una nave en bóveda gótica y nervada. Se ve el coro a los pies con arco carpanel y sotocoro. Recorrer el camino hacia el presbiterio es contemplar un efecto lumínico preconcebido para simbolizar el sol y la luna con la justicia. En el centro del crucero se encuentran los sepulcros de Isabel y Fernando, obra del artista italiano Domenico Fancelli, y en un plano superior, los de Juana I de Castilla y de su esposo, Felipe I, el Hermoso, rey jure uxoris de Castilla, obra del escultor español Bartolomé Ordóñez. El corazón de Felipe está enterrado en la Iglesia de Nuestra Señora de Brujas.
Tales sepulcros en realidad son cenotafios o monumentos conmemorativos, ya que los restos mortales de los reyes mencionados, junto con el del infante Miguel, nieto de los Católicos, reposan en el cripta que se halla debajo de tales monumentos. En ella, situados en el centro, dentro de unos austeros y sencillos ataúdes de plomo negro se encuentran los de los Reyes Católicos, en los laterales los de sus herederos, Juana y Felipe, y un poco alejado el sarcófago del nieto Miguel, fallecido a muy corta edad.
La antigua sacristía se habilitó como museo, en el cual se exponen diversas piezas donadas por los Reyes Católicos. Igualmente resaltan obras de las escuelas flamenca, italiana y española, como Pedro Berruguete, , Rogier van der Weyden o Hans Memling, con su obra maestra Díptico del desprendimiento. En dicha estancia encontramos a Sandro Boticelli con “La oración en el huerto”, obra de temática religiosa que es única en el pintor renacentista. Entre las piezas donadas por la reina, destacan por su belleza el cofre o arqueta de la Reina, su espejo de estilo renacentista, que luego fue convertido en custodia, y el precioso Relicario de la Reina.
Desde su fundación y durante siglos, la Real Capilla contó con
maestros que estaban al cargo de la composición de música para las funciones
litúrgicas, así como de la dirección de todo lo relativo a su interpretación.
Entre las funciones de estos músicos se encontraba, además, la educación de las
voces de los infantillos (o seises) y el cuidado del archivo. Para acceder al
cargo, los aspirantes debían someterse a concurso público con duras pruebas de
composición y conocimientos musicales, cuyo resultado solo podía ser la
concesión de la plaza a auténticos artistas. De entre los legajos que componen
el catálogo de música de esta institución destacan, por su número y su
extraordinaria prolongación cronológica, los correspondientes a la obra de
Antonio Cavallero, que fue nombrado para el cargo en 1757, sustituyendo a Pedro
Furió, y lo deja oficialmente al morir hacia 1822, cerrando una interesante
relación de maestros titulares.
En el ángulo que forma la Capilla Real con la iglesia del Sagrario se construyó, en el año 1518, la lonja, dedicada en origen a la banca y al comercio.
Sin duda alguna, los Reyes Católicos dejaron a las futuras generaciones una labor insigne, la reconquista y la configuración del primer Estado europeo, pero también una magna obra, como es la Capilla Real de Granada.
Francisco Gilet