LA MANGA DEL MAR MENOR

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La Manga del mar Menor, 3 de febrero de 1764.

La distancia entre Palos y la playa de Las Amoladeras es de poco más de dos mil varas, así que nada más bajarse de la berlina el escribano del rey y encargado de los matriculados de pesca Manuel Carreño, vestido con herreruelo, ropilla con mangas, jubón, calzones, medias y botas, se interna entre el pinar que le separa de la playa, con las gaviotas revoloteando por encima de su cabeza. Huele a sal, a posidonia y a mar; a libertad y a pura vida, aunque la visita no es de disfrute, sino de trabajo, ya que le han encargado realizar los trámites concernientes a los deslindes de la encañizada de Calnegre.

El escribano va acompañado tanto del piloto de la Armada y delineador de la Academia Nicolás Berenguer como del alguacil Pedro Berenguer y del alcalde de Matriculación Ginés Cifuentes. Entre todos han practicado ya varios límites, que no exceden de seiscientas varas que se han concedido a la encañizada de la ciudad de Murcia, y ahora toca plasmarlo en buen papel a fin de dejar constancia para legitimar por ley las distancias y los límites que deberán guardarse por los matriculados pescadores del Mar Menor, cosa que Carreño se dispone a hacer arrullado por el aire de levante:

Cabo de Palos

Primero se hizo la medida desde la gola de dicha encañizada así del norte seiscientas varas y púsose la primera hiza en la Punta de la Embestida; desde esta se hizo igual medida hacia el poniente mar menor adentro y púsose la hiza en la punta de la Isla llamada el Sujeto, al sudoeste. Luego hizo la medida de seiscientas varas desde la estacada de la referida encañizada por tierra mirando a la torre de Cabo de Palos y puso la hiza en el sitio que llaman las Siseas. Luego hizo lo mismo desde la boca de la gola de la Isla de Ciervos hacia poniente y puso la tierra a la banda de poniente de dicha isla cuarenta varas distantes enfilando la atalaya de Moscas con la Pimta de poniente de la Isla

LA MANGA, UNA HISTORIA DE SIGLOS


Salinas de San Pedro del Pinatar,

La Manga del Mar Menor se trata de una restinga de arenas blancas dispuesta en sentido longitudinal desde el Faro de Cabo de Palos hasta las Salinas de San Pedro del Pinatar, a lo largo de 21 kilómetros, cuya con una historia vinculada a los mares que la bañan y al conjunto de la Comarca del Mar Menor.

Antes que el sueño tejiera

mitologías y cosmogonías,

antes que el tiempo se acuñara en días,

el mar por siempre  ya estaba y era.

(El mar, Jorge Luis Borges)


Isla Grosa

A lo largo de su historia, El Estacio, el canal navegable de La Manga que en griego significa «sitio abrigado» por la estratégica situación que proporciona Isla Grosa, el islote del Farallón y la lengua de arena, ha sido fondeado a lo largo de los siglos por barcos fenicios, griegos, cartagineses y romanos, convirtiendo la zona en un lugar preferente de tráfico marítimo, así como de pesquerías y de industrias de salazones.

La civilización íbera encontró en las costas del Mar Menor un sitio ideal para asentarse y comerciar con los fenicios, un pueblo venido por mar que traía especias, tejidos, cerámica y vino. Los hallazgos de barcos fenicios hundidos indican que este pueblo mantuvo un activo comercio con la población local y que utilizaban el área como lugar de paso. Así, en el Bajo de la Campana, junto a la Isla Grosa, se encontraron vestigios de época fenicio-púnica, datados entre los siglos V y IV a.C.


Museo Nacional de Arqueología Subacuática

Los bajos submarinos han sido causa de numerosos naufragios desde la época fenicia hasta el siglo pasado. El más antiguo que se conoce es deun barco fenicio aproximadamente del año 620 a.C., cuyos restos y otros pueden verse en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena (ARQUA).

A partir del siglo IV a.C. tanto cartagineses como romanos desarrollaron industrias pesqueras y surcaron sus aguas transportando lingotes de plata, plomo y ánforas con toda clase de mercancías.

La costa de La Manga y Cabo de Palos es un lugar idóneo para el submarinismo, por sus praderas de posidonia oceánica, por su relieve y por los efectos de la existencia de bajos submarinos.

Aprovechando el alto índice de salinidad de las aguas del Mar Menor, los romanos desarrollaron industrias de salazones, tal y como testimonian los pecios de San Ferreol, en las cercanías de la Playuela y Punta de Algas.


La Encañizada de Calnegre

Con la dominación árabe llegó un nuevo desarrollo de la zona.: las encañizadas, un sistema de pesca a base de cañas y redes con el que se forman laberintos circulares en los que entran los peces y se colocaban en las golas o canales naturales que se abrían en La Manga y comunicaban el Mar Menor con el Mediterráneo:  El Estacio, El Charco en Veneciola y La Torre y El Ventorrillo, en el Paraje de La Encañizada y Marchamalo, la cual fue en sus inicios La Encañizada de Calnegre y cuya explotación estuvo cedida por Autorización Real de 11 de noviembre de 1762 al Hospital de Caridad de Cartagena.

Estos sistemas de pesca se siguen utilizando en la actualidad, como hace siglos, para la captura del mújol y de otras especies típicas. A partir del siglo XVI, el litoral marmenorense se convirtió en territorio inseguro debido a los continuos desembarcos de piratas berberiscos. Por este motivo Carlos I y Felipe II ordenaron erigir las torres del Estacio y de la Encañizada, además de desforestar la zona, ocupada por extensiones de bosques con pinos, encinas, robles y tejos.


La torre de El Estacio

La torre de El Estacio era circular y con aljibe de lluvia. Fue bautizada con el nombre de San Miguel y se construyó con piedra del camino de San Ginés de Orihuela. En 1571 el segundo Felipe quiso construir una fortificación de mayores dimensiones en la Isla Grosa, pero finalmente desistió por la inseguridad de la zona; a cambio se levantó la Torre de la Encañizada, de la que quedan algunos restos.

Tiene esta albufera en la manga que digo doce bocas ó golas, que ansí las nombran los moradores, por donde enlia agua de la mar mayor á ellas diferenciadas por la gola menor y por gola mayor y están vna de la otra como dos leguas poco mas ó menos: por la menor no puede entrar uarco, ni otro navio por el baxio que tiene y en la mayor que esta en termino de cibdad de Murcia ay vna torre fuerte para defensa de la pesquera que alli se hace con mucha pahzadas ó cañizadas, que ansí las llaman y esta torre se llama la torre de la Cañizada por dicha razón, la cual es moderna echa por amparo de los pescadores que se llevavan los moros a menudo. Criase en esta albufera mucho pescado y bueno, al modo de los barbos del Tajo y mayores, pero mucho más sabrosos y gordo y entiéndese que todo el suelo de esta albufera maua agua diu:ze y a esta causa se cria el pescado tan diferente, que en la mar mayor y esto se saca por el agua durze que digo que se alia cavando en la arena de la manga della, que sale tan clara como de vna fuente. Por las dichas golas cuando corre medio dia ó lebante entra el pescado de la mar mayor al albufera y algunos dicen que entra el pescado de la mar mayor á ella, porque la principal pesca es á estas bocas ó golas; pero yo entiendo que se cria alli, porque en la mar mayor no se alian destos pescados. Suelen los enemigos barar barcos por esta manga de tierra y azer presa en la gente del campo y en pastores y otros que se van á recrear alli tomándose y dexando los barcos á la orilla de la albufera y entrando en los baxeles que están á la otra orilla de la manga á la mar mayor. Al medio desta manga ay otras salinas principales que llaman del Estado». Las encañizadas consistían en un laberinto de cañas colocados en las golas de comunicación de los dos mares donde quedaba retenido el pescado al intentar cruzarlas, en unos corrales situados al efecto (Gerónimo Huratado, 1584)


La encañizada de Marchamalo

No sería hasta el siglo XVIII cuando al fin remitieron las incursiones piratas. A partir de ese momento, recobrada ya la seguridad, comenzó a explotarse la leña y el matorral. Por aquel entonces La Manga del Mar Menor pertenecía al Estado, pero la Ley de desamortización de Mendizábal de 1855 a 1856 la confiscó en Subasta Pública el 10 de enero de 1863. A partir de este momento pasó a manos de la familia Maestre por el precio de 31.000 reales (7.750 pesetas). Mientras tanto, en la zona cartagenera se extendía la finca denominada «la encañizada de Marchamalo«, que había sido cedida a José Huertas en 1868 para el establecimiento de una pesquería. Años más tarde pasaría a manos del empresario minero Francisco Celdrán.

En 1865 se construyó el Faro de Cabo de Palos, obra de Leonardo de Tejada, con una altura de 50 metros, desde una cota de 31 metros sobre el nivel del mar. Había también otro faro en el Estacio, que databa de 1862, (al igual que el de Islas Hormigas); el actual es de 1971 y obra de Moreno Farinos.


Tomás Maestre Zapata

Sería ya en el siglo XX cuando Tomás Maestre Aznar, abogado y pequeño inversor inmobiliario, compró a su tío Tomás Maestre Zapata los derechos sobre La Manga Norte con el objeto de materializar el proyecto que tenía en mente.

Pero para la ejecución completa de su propósito Maestre, afincado en Madrid, necesitaba comprar también la zona sur. Tras años de litigios con algunos de sus familiares y arduas negociaciones con Celdrán, al final se hizo con el conjunto de La Manga del Mar Menor.

Fue en 1961 cuando se inició un proyecto urbanístico dirigido por el arquitecto Antonio Bonet Castellano. A partir de este momento el paisaje de La Manga del Mar Menor fue adquiriendo su aspecto actual, con numerosas urbanizaciones al borde mismo del mar, la Gran Vía, bungalows, centros comerciales, zonas de restaurantes, grandes edificios como la «Torre Júpiter» y la «Torre Varadero» y urbanizaciones como Quinta Avenida, Conjunto Miramar o Conjunto Exagonal, más conocida como Torre Negra.

Los primeros hoteles fueron el Galúa, en 1965, del arquitecto Ramón Vázquez Molezún y Entremares, en 1969, proyectado por Pedro Pan Da Torre y Joaquín Sebares Acebal. Por su parte, Fernando Erviti proyectó en 1973 el Puerto Tomás Maestre, situado junto al Canal del Estacio, y en 1978 se realizó el Puente de la Risa, de estética veneciana, para cruzar la gola del Charco. Finalmente, en 2004 se erigió el puente basculante del Estacio, de Javier Monterota Armisen, sustituyendo a la antigua pasarela rotatoria.

Uno se imagina como si La Manga fuera la misteriosa y mitológica Ciudad desconocida de ‘La Atlántida’, sumergida hace miles de años en el Mar, que hubiera emergido súbitamente de las tenebrosas profundidades de las aguas marinas, para posarse con suavidad sobre la líquida superficie separando dos mares. Por lo tanto, para el visitante ávido de nuevas y excitantes emociones, al contemplar en lontananza esta enigmática, alargada y bella panorámica de La Manga, le daba la sensación de ir acercándose, vertiginosa e impacientemente, a un desconocido mundo de relajamiento y ocio placentero como nos lo pintan en los cuentos de ‘Las Mil y Una Noches’. (Rafael San Román, La Manga: breve historia).

Ricardo Aller

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