Nos hallamos ante un acontecimiento sobre el cual la niebla de la duda viene manteniéndose. Siguiendo las crónicas del tiempo resultaría que, en las proximidades de Soria, en julio de 1002, las fuerzas de Almanzor se habrían visto obligadas a huir, ante el enfrentamiento con los ejércitos cristianos de Castilla, del Conde Sancho García, de León con Alfonso V y de Navarra con Sancho Garcés III de Pamplona.
Desde tal inicio del relato surgen las fuentes cristianas, con el cronista Lucas de Tuy, el cual nos relata que, después de su campaña en Galicia, con gran destrozo por parte de los ejércitos de Almanzor, este se adentró en tierras castellanas, saliéndole al encuentro, según apunta el cronista, el rey de León, Alfonso V, si bien es un dato que ofrece dudas, ya que, por aquel tiempo, el leonés tendría unos ocho años. Dejando de lado esa circunstancia, el cronista prosigue;
“e en el lugar que se dize Calatanasor muchos millares de Sarrazines cayeron, et si la noche non cerrara el día, ese Almançor fuera preso. Enpero, en esse dia non fue vençido, mas de noche tomó fuyda con los suyos”.
Al despuntar el día, el rey leonés ordenó el ataque al campamento amirí, para su saqueo y destrucción, sin embargo, los musulmanes habían abandonado aquel lugar y el botín se redujo a las tiendas y escasos enseres de nulo valor. Llegados a este punto del relato, se añade el mito o la leyenda por parte del cronista. Ese día apareció un personaje en el campo de la batalla, el cual, llorando y gimiendo en ocasiones, se dice, en árabe y en otras en lengua romance, iba gritando; “En Calatañazor perdió Almanzor el tambor”, aludiendo a la derrota sufrida por el caudillo cordobés. Para el cronista, no se trataba sino del diablo que lloraba la derrota de los moros. Sin embargo, fue en Medinaceli, donde Almanzor falleció. Será una fuente musulmana la que nos ilustrará acerca de tal hecho, aunque la Estoria de Alfonso X nos cuenta los hechos en forma idéntica, si bien se refiere al fallecimiento de Almanzor en Córdoba.
El musulmán al-Maqqari, es el autor que, en el siglo XVII, recopilados numerosos historiadores medievales, nos relata que a comienzos de 1002, Almanzor se dispuso a invadir la frontera cristiana, según era su costumbre, para dirigir sus ataques contra la tierras castellanas. Levi-Provençal se refiere a que su objetivo inicial era san Millán de la Cogolla, que arrasó. Sigue el cronista aludiendo al hecho de ordenar Almanzor que se le uniesen tropas del norte de África, las cuales de sumaron en Toledo a la tropa cordobesa, iniciando su recorrido hacia la ribera del Duero, causando grandes estragos y asolando aquellas tierras. Sin pausa, fue ascendiendo hasta penetrar en los dominios de Castilla. Habiendo acampado cerca del castillo de las Águilas, en Calatañazor, un gran ejército castellano le sorprendió. El caudillo amirí encabezó a sus tropas, sufriendo una gran derrota, así como grandes pérdidas.
Prosiguiendo con el relato, Almanzor, regresando a su Córdoba de la cual era canciller, se sintió enfermo, llegando a ser trasportado en una litera, sobre mullidos cojines y cubierto con un baldaquino y cortinas que le escondían de las miradas de su ejército. En un estado cada día empeorando, llegó a Medinaceli, postrado en su lecho contemplaba como los físicos no se ponían de acuerdo ni en el diagnóstico de su enfermedad, ni muchísimo menos en su tratamiento. Enfermedad, artrosis gotosa según parece, que, agravada, le produjo la muerte la noche del 27 a 28 de ramadán de 392 H., o sea, del 9-10 de agosto de 1002 para el calendario cristiano.
Sintiéndose morir, el caudillo de al-Ándalus, Abu Amir Muhammad ibn Abi Amir al-Mansur, pidió a su hijo Abd al-Malik y a algunos amigos íntimos que recibieran sus postreros consejos. Luego, a solas con Abd al-Malik, le repitió las instrucciones dadas unos momentos antes. Cuando su hijo y sucesor abandonó la tienda con el rostro arrasado en lágrimas, el agonizante Almanzor le reprochó su falta de valor con palabras que demostraron ser proféticas: “Esta me parece la primera señal de la decadencia que aguarda al imperio”.
Almanzor ha llegado a ser un caudillo musulmán en alguna medida admirado por sus enemigos, la cristiandad, pudiéndose contemplar estatuas y bustos suyos en las calles de nuestras ciudades, como Algeciras. Y ello empero haber dedicado toda su vida a atacar a los cristianos, asolar sus tierras y saquear sus bienes. Es más, según historiadores, casi llegaron a cien mil las mujeres cristianas apresadas en sus campañas en Zamora, Toro, Barcelona, sin olvidar la destrucción de Santiago de Compostela. Es decir, que el caudillo que utilizaba almajaneques, o sea, «Las máquinas que atacaron Barcelona el año 985 lo hicieron disparando cabezas de cristianos a un ritmo de mil por día”, se estima que merece un recuerdo afable.
Francisco Gilet
Bibliografía.
María Isabel Pérez de Tudela « Guerra, violencia y terror La destrucción de Santiago de Compostela por Almanzor hace mil años».
L. Bariani, Almanzor