ANDRÉS DE URDANETA

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Andrés de Urdaneta

Madrid, mayo de 1566

La bruma del primer amanecer aún no se disipa cuando Andrés de Urdaneta se detiene un instante frente al espejo de su aposento. Hoy no es la imagen del joven marino la que lo observa, sino la del fraile de 59 años y la de aquel que acaba de realizar lo que parecía imposible: el viaje de regreso desde Asia (específicamente desde las Filipinas) hacia América, a través del océano Pacífico.

Sobre la mesa, extendido como un mapa sin coordenadas, yace el diario de navegación que va a presentar al rey Felipe. En ese cuaderno, trazado con mano firme en medio de infinitos problemas, se recoge el testimonio de una aventura que desafía los límites del mundo conocido: la corriente del Kuroshio, la ruta hacia el norte, el giro hacia Acapulco…

El sol comienza a filtrarse por la ventana. Urdaneta se ciñe entonces el hábito, toma el diario y se encamina hacia la audiencia real, acompañado de los vientos del Pacífico y la íntima satisfacción de haber servido a su rey y a su patria. Después de hoy, el descanso en su convento de Nueva España, en el que será su último viaje por el océano.

EL PERSONAJE

Andrés de Urdaneta y Ceráin nació en la localidad guipuzcoana de Villafranca de Ordizia, siendo sus padres Juan Ochoa de Urdaneta y Gracia de Ceráin, ambos de ilustre linaje.

<<Lope Martínez de Isasti reseña en su Compendio Historial de Guipúzcoa (1625) la existencia de una “casa de Urdaneta”>> (José Ramón Miguel Bosch, “Andrés de Urdaneta y el tornaviaje”)​

Tuvo estudios, aunque se desconoce dónde, y destacó en las matemáticas, aparte del dominio del latín y la filosofía.

ELCANO

<<Andrés de Urdaneta hace largo rato que está en el pueblo, en la fonda donde sabe que el navegante del que todos hablan, el héroe que será recordado en todos los tiempos, se halla alojado. Ese hombre no es otra que Juan Sebastián Elcano, el cicunnavegador.>> ((rafa Codes, Silvia Ribelles, “El Galeón de Manila”).


Expedición de García Jofre de Loaísa

24 de julio de 1525. Desde el puerto de La Coruña, zarpó una de las más ambiciosas empresas marítimas de la historia: la expedición de García Jofre de Loaísa. Su objetivo era alcanzar las Islas Molucas, ricas en especias, pero lo que comenzó como una promesa de gloria terminó siendo una odisea marcada por numerosos descubrimientos geográficos y marítimos,   y también con enfrentamientos y una lucha contra los elementos: durante el viaje murieron, entre otros, el almirante Loaísa y Elcano; tres de las naves no llegaron a cruzar el estrecho de Magallanes y sólo una, la Santa María de la Victoria, alcanzó las Molucas, donde la tripulación tuvo que enfrentarse con los portugueses durante casi un año. Tras sufrir innumerables vicisitudes a lo largo de un durísimo y amargo viaje, sólo 24 hombres de esta nave regresaron a España, Urdaneta entre ellos.

LA EXPEDICIÓN Y URDANETA

Juan Sebastián Elcano

Tras el fracaso de las negociaciones entre España y Portugal en 1524 sobre la propiedad de las Molucas, Carlos I ordenó la expedición. Loaísa fue nombrado capitán general y gobernador de las islas, acompañado por figuras legendarias como Juan Sebastián Elcano y el joven Andrés de Urdaneta. La flota constaba de siete naves y unos 450 hombres, incluyendo veteranos de la primera circunnavegación del globo.

<<En todo este golfo, desde que pasamos a Cabo Verde había mucha pesquería é cada día viamos una cosa ó pesquería la mas fermosa de ver que jamás se vio; y es que hay unos peces mayores que sardinas, los cuales se llaman voladores, por respeto que vuelan como aves en aire, bien un tiro de pasamano, que tiene alas como casi de murciélago, aunque con de pescado, y éstas vuelan y andan a manadas; y así hay otros pescados tan grandes como toninos, que se llaman albacoros, los cuales saltan fuera del agua bien longura de media nao, y estos siguen a los voladores, así debajo del agua, como en el aire, que muchas veces viamos que, yendo volando las tristes de los voladores, saltando en el aire, los albacoros las apañaban, é asimesmo hay unas aves que se llaman rabihorcados, los cuales se mantienen de los peces voladores que cazan en el aire; que muchas veces los voladores, aquejados de las albacoros y de otros pescados que les siguen, por guarecerse vuelan donde topan luego con los rabihorcados, é apañan de ellas; de manera que, ó de los unos ó de los otros siempre corren los voladores, é venían a dar dentro en la nao, y como tocaban en seco no se podían levantar, é así los apañábamos.>> (Andrés de Urdaneta, Relación escrita y presentada al Emperador por Andrés de Urdaneta de los sucesos de la armada del comendador Loaisa, desde 24 de julio de 1525 hasta el año de 1535, entregada el 26 de febrero de 1537).

Isla de Annobón

El 15 de octubre  de 1524 descubrieron una isla deshabitada, a la cual se le puso el nombre de San Mateo. Se ha sabido después, por las coordenadas de Urdaneta, que era la actual isla de Annobón, en el golfo de Guinea.

El 14 de enero de 1526, Elcano ordenó izar velas rumbo al estuario del río de San Ildefonso —hoy conocido como río Gallegos— creyendo que era la entrada al Estrecho de Magallanes. Apenas penetraron en sus aguas, los cascos comenzaron a crujir con inquietante insistencia. Elcano, alarmado, detuvo el avance y envió una chalupa para explorar el terreno. A bordo iban su hermano Martín, el clérigo Areizaga, y los veteranos Roldán y Bustamante, supervivientes de la primera vuelta al mundo. Serían estos últimos los que aseguraron que el lugar era seguro y querían regresar, por lo que se decidió continuar la exploración, descubriéndose al poco que aquel no era el paso correcto. Urdaneta dejó constancia de la confusión:

<<Fue gran ceguera de los que primero estuvieron en el Estrecho, incluso de Elcano, que se le entendía cualquier cosa de la navegación>>.

La marea comenzó a subir, liberando a las naos que, sin esperar el regreso de la chalupa, se alejaron mar adentro. Más tarde, ese mismo día, hallaron la verdadera boca del Estrecho y fondearon al abrigo del cabo de las Once Mil Vírgenes.

Hacia las diez de la noche, las aguas comenzaron a agitarse alcanzando las olas la altura de la mitad del palo mayor. La nao Santi Spiritus, pese a haber echado cuatro anclas, comenzó a garrear y Elcano, en un acto desesperado, ordenó desplegar la vela de trinquete para que el viento la arrastrara hacia la costa. La maniobra logró encallar la nave, pero la resaca impedía acercarse a ella. Algunos marineros, viendo la costa tan cerca, se lanzaron al mar. De diez, solo uno logró alcanzar tierra firme gracias a un cabo que le fue lanzado desde la orilla. Ese mismo cabo permitió rescatar al resto de la tripulación.

<<Salimos todos con la ayuda de Dios, con harto trabajo y peligro, bien mojados y en camisa. El lugar donde desembarcamos era tan maldito, que no había en él más que guijarros. Y como hacía mucho frío, hubiéramos perecido, si no fuera porque decidimos correr de un lado a otro para calentarnos.>> (Urdaneta).

Después de la tormenta se enviaron unos botes para recoger a los tripulantes que se habían salvado, pero no cabían todos.

«Así yo solo me embarqué con el dicho capitán, y nos fuimos a la nao Anunciada».

Selknam

El 21 de enero de 1526, Elcano convocó un consejo de capitanes y encomendó a Andrés de Urdaneta la misión de rescatar a los náufragos. Acompañado por seis hombres, Urdaneta se adentró en terreno hostil, siendo recibidos por los selknam, indígenas de imponente estatura. Urdaneta les ofreció comida y les explicó que solamente buscan recoger a sus compañeros. Los Selknam los acompañaron brevemente, pero al día siguiente desaparecen, llevándose el resto de los víveres. El grupo quedó aislado, sin comida ni agua.

<<Era tanta la sed que teníamos, que los más de nosotros no nos podíamos menear, que nos ahogábamos de sed; y en esto me acordé yo que quizás me remediaría con mis propias orinas, y así lo hice; luego bebí siete u ocho sorbos de ellas, y orné en mí, como si hubiera comido y bebido..>>

Tras días de búsqueda, Urdaneta y su grupo hallaron un charco de agua dulce rodeado de matojos de apio, lo que les permitió saciarse momentáneamente. Continuaron después su marcha cruzando riachuelos de agua helada y trepando por acantilados de piedra.

<<Nuestro Señor nos dio gracia para subir>> (Urdaneta).

El hambre volvió a acosarlos, pero lograron cazar conejos y patos, pero al encender el fuego, una ráfaga de viento provocó que una brasa alcanzara un frasco de pólvora, que estalló y quemó gravemente a Urdaneta.

<<Me quemé todo, que me hizo olvidar todos los trabajos y peligros pasados>>.

Al caer la tarde del día siguiente, llegaron al lugar donde se encontraban los náufragos.

El 24 de enero, desde el nuevo campamento, Urdaneta y su grupo avistaron velas en el horizonte: eran las de la capitana San Gabriel y el patache Santiago. Al ver las naves, Urdaneta y los suyos encendieron hogueras y lanzaron gritos para llamar la atención.

«Dios sabe cuánto placer hubimos en hallarnos allí» (Urdaneta, cuando el 25 de enero quedó por fin reunida la expedición al abrigo del cabo de las Once Mil Vírgenes).

La dureza de la expedición llevó a situaciones extremas, como las deserciones.

Urdaneta anotaba en su diario, el 10 de febrero, la deserción de la Anunciada, cuyo capitán, Pedro de Vera, expresó su propósito de navegar hacia las Molucas por el cabo de Buena Esperanza, es decir, con rumbo opuesto. La nao salió de la boca del Estrecho haciendo oídos sordos a las órdenes que se le daban. Dice Urdaneta: «No quiso venir adonde nosotros estábamos» y con cierta amargura continúa: «A la tarde desapareció y nunca más la vimos».(Wikipedia).

Tras las tormentas sufridas y el encallamiento de la capitana, las naves de la expedición estaban demasiado dañadas para enfrentar nuevos temporales. Así, el 13 de febrero de 1526, Loaísa y Elcano decidieron regresar al río de Santa Cruz para efectuar reparaciones, ordenando a Rodrigo de Acuña que partiera con su nao en busca del patache para transmitirle la orden, pero Acuña se mostró reacio, accediendo solamente tras una firme amenaza de Loaísa. Según el diario de Urdaneta, el 11 de marzo llegó finalmente el patache al río de Santa Cruz.

Diario de Urdaneta

<<Domingo á once de Marzo llegó el patax al dicho río de Santa Cruz, donde nos dijeron los que venían en él, que D. Rodrigo de Acuña había llegado dó ellos estaban en las Once mil Vírgenes, y quel capitán del patax le envió su batel con catorce hombres, los más de ellos de la nao Santi Spiritus, con algunos del mismo patax y que, en tomando el batel, luego se hizo a la vela, é que no sabían más del.>>

A las deserciones le siguieron reparaciones, ataques de indios, el paso por el Estrecho de Magallanes, incendios, temporales…

<<A las noches eran tantos los piojos que se criaban, que no había quien se pudiese leer>>.

Un nuevo temporal deshizo la expedición, quedando la nao capitana Santa María de la Victoria en solitario. Era junio de 1526 y la situación era crítica: la mala mar había dañado las reparaciones, sin que las bombas de achique pudieran contener la entrada de agua, mientras el escorbuto se iba cobrando vidas.

El 24 de junio murió el piloto Rodrigo Bermejo, el 13 de julio, el contador Alonso de Tejada, el 30 de julio, apenas cuatro días después de cruzar el Trópico de Capricornio, el capitán general García Jofre de Loaísa. Juan Sebastián de Elcano, ya gravemente enfermo, asumió el mando, pero falleció cinco días después, el 4 de agosto. Andrés de Urdaneta fue testigo de su testamento:

<<Bien creo que si Juan Sebastián de Elcano no falleciera, no nos arribáramos a las islas de los Ladrones tan presto, porque su intención siempre fue de ir en busca de Cienpago, por éste se llegó tanto hacia la tierra firme de la Nueva España.>>

Tras la muerte de Elcano, Toribio Alonso de Salazar fue nombrado nuevo general de la expedición, según indica Urdaneta en sus escritos.

Unas horas después de Elcano moría Álvaro de Loaísa, sobrino del jefe de la expedición, que había sido nombrado contador al fallecer el titular.

<<Toda esta gente que falleció (unos treinta desde la salida al océano) murió de crecerse las encías en tanta cantidad que no podían comer ninguna cosa y más de un dolor de pechos con esto; yo vi sacar a un hombre tanta grosor de carne de las encías como un dedo, y otro día tenerlas crecidas como si no le hubiera sacado nada.>>


Gonzalo de Vigo

El 5 de septiembre de 1526 llegaron a Guam, donde echaron anclas. Al poco, numerosas piraguas rodearon la nao: un grupo de indígenas, completamente desnudos, abordó la nave con tal facilidad que los tripulantes quedaron atónitos. Entre ellos, uno se destacó, hablando un perfecto castellano con acento gallego.

<<Buenos días, señor capitán y maestre y buena compañía…>>

Era Gonzalo de Vigo, desertor de la expedición de Elcano en 1521, quien se había separado en las Islas Molucas bajo el mando de Gonzalo Gómez de Espinosa, intentando cruzar el Pacífico hacia Darién.

<<… hallamos un gallego que se llama Gonzalo de Vigo, que quedó en estas islas con otros dos compañeros de la nao de Espinosa, e los otros dos muriendo, quedó él vivo, el cual vino luego a la nao e nos aprovechó mucho porque sabía la lengua de las islas...>>

De nuevo en marcha, el 15 de septiembre murió Alonso de Salazar, lo que generó una disputa por el mando. Dos hombres aspiraban al liderazgo: Hernando de Bustamante, veterano de la expedición de Elcano y Martín Íñiguez de Zarquizano, contador general de la expedición de Magallanes y también superviviente de la primera circunnavegación. Para resolver el conflicto, se organizó una votación formal. Según Urdaneta, los votos se repartieron entre ambos candidatos.

<<Y así todos votaron los unos por el dicho Martín Iñiguez de Zarquizano y los otros por el dicho Hernando de Bustamante.>>

Durante el escrutinio de votos para decidir el nuevo capitán de la expedición, el escribano dejó escapar una sonrisa que Martín Íñiguez de Zarquizano interpretó como señal de derrota.

<<Antes que se viesen los votos Martín Iñiguez se resabió con parecerle que tenía más votos el Bustamante y apañó al escribano los votos y echólos en la ma.r>>

Islas Molucas

Aunque su acción generó discusión, se evitó un conflicto mayor al acordar que, si al llegar a las Molucas encontraban a algún jefe en los bajeles perdidos, él decidiría el mando; de lo contrario, se repetiría la votación en tierra firme. Mientras tanto, Zarquizano y Bustamante compartirían el liderazgo.

El 2 de octubre, avistaron la isla de Mindanao. Zarquizano convocó a Bustamante y a quince hombres en el alcázar y pronunció un discurso apelando a la necesidad de tener un capitán.

«diciendo que ya veíamos cómo estábamos en el archipiélago de la Célebes y muy cerca del Maluco, y que era muy grande poquedad de todos los que íbamos en aquella nao y gran deservicio de su Majestad irnos así sin capitán y caudillo…»

Todos los presentes le juraron obediencia, excepto Bustamante, quien se negó. Ante esto, Zarquizano ordenó que lo apresaran.

«Le mandaron echar unos grillos, de que cobró mucho miedo, y así  (Bustamante) le hubo de jurar y obedecer».

El 6 de octubre, la expedición logró alcanzar la costa. Zarquizano envió a Urdaneta con varios hombres en una chalupa para explorar el contacto con los indígenas, con los que realizaron trueques. Días después, Urdaneta regresó con la misma intención, pero esta vez los indígenas exigieron que los españoles apagaran las mechas de sus fusiles, lo que fue rechazado. La tensión escaló, pero con diplomacia, los españoles se levantaron alegando que era tarde y que volverían. Al día siguiente, Zarquizano desembarcó con sesenta hombres bien armados y se internó en la jungla hasta alcanzar el campamento indígena. Envió un mensaje pacífico solicitando alimentos, pero los nativos respondieron huyendo con sus pertenencias hacia la espesura.

<<Quien por estas Indias anduviere y no fuere práctico, perderse ha, por ser los indios muy atraicionados…>>

Llegaron los españoles a Gilolo, en las Molucas, el 29 de octubre. El 3 de noviembre, Urdaneta fue enviado a informar a los reyes de Tidore y Gilolo de su llegada y disposición a colaborar. Tras varias escalas —incluyendo Zamafo y la isla de Rabo— permanecieron en la región hasta finales de diciembre.

Las tensiones entre españoles y portugueses, alimentadas por el Tratado de Tordesillas, estallaron en conflicto. Sin embargo, la actitud respetuosa de los españoles hacia los nativos inclinó a algunas comunidades a su favor.

<<(Urdaneta escribió) «Que nunca Dios quisiese que nosotros fuésemos en rehusar de cumplir lo que Su Majestad decía en el mote de la divisa de las columnas: Plus Ultra». Y prosigue: «Toda la gente estaba tan recia y fuerte como el día que partimos de España, aunque hacía diez y ocho meses que salimos». Y continúa: «Si los portugueses quisieran, bien nos alcanzaran; empero no les pareció buen partido, y así nos dejaron pasar>> (Wikipedia).

El 1 de enero de 1527 llegaron a Tidore, donde fueron bien recibidos, aunque las relaciones con los lugareños pronto se tornaron tensas. El 17 de enero, los portugueses intentaron abordar la nao española con ayuda de canoas indígenas, pero fueron descubiertos gracias a la luna llena. El ataque fue repelido, dejando bajas en ambos bandos. Más tarde, los españoles, con apoyo de doscientos indígenas, frustraron otro intento de desembarco.

Al día siguiente, un nuevo cañoneo dañó gravemente la Santa María de la Victoria. Irónicamente, los mayores desperfectos fueron causados por su propia artillería. Zarquizano, consternado, convocó a los oficiales y marineros para evaluar la situación.

<<Mandó llamar al maestre y piloto y marineros de la nao y a otras personas entendidas, y les tomó juramento en unos Evangelios si estaba aquella nao para poder navegar>>. Todos juraron uno a uno y depusieron que no era posible poderla aparejar de manera que pudiese navegar…>>

Ante ello, Zarquizano ordenó su desmantelamiento y la reutilización de sus materiales para fortificar una posición en tierra.


Hernando de la Torre

El 11 de julio de 1527, Zarquizano fue envenenado por los portugueses bajo el pretexto de negociar la paz. Tras su muerte, Hernando de la Torre fue elegido capitán por votación, y los 120 españoles restantes levantaron una fortaleza en Tidore, armada con dos docenas de piezas de artillería.

El 27 de marzo de 1528 llegó la nao Florida, enviada por Hernán Cortés y comandada por Álvaro de Saavedra Cerón, con la misión de localizar a las expediciones de Loaísa y Caboto. Aunque partió hacia Nueva España cargada de clavo de olor, debió regresar a Tidore en noviembre. Nuevos intentos de salida también fracasaron, y Saavedra murió en la travesía en diciembre de 1529.

Mientras tanto, los portugueses ocuparon Tidore, abandonada por los españoles. Los 18 supervivientes de la Florida intentaron llegar a Malaca, pero fueron capturados; diez murieron en prisión. Los españoles que permanecían en Tidore continuaron la resistencia fuera de la fortaleza, hasta que en 1529 Hernando de la Torre firmó la paz con el capitán portugués Jorge de Meneses.

<<Que los castellanos saliesen de aquellas islas y fuesen para el lugar de Camafon en la costa del Moro, para lo que Don Jorge les daría embarcaciones para ir allá.>>

El acuerdo estipuló que los castellanos se trasladarían a Camafon, en la costa del Moro, y luego a la isla de Maquien, sin comerciar clavo ni aliarse con los enemigos de Portugal. Se pactó la devolución de bienes apropiados mutuamente. Posteriormente, fueron trasladados a Goa, donde se reunieron con los supervivientes de la expedición de Saavedra.

Tratado de Zaragoza

Ya prisioneros, los miembros de la expedición de Loaísa recibieron la noticia de que el emperador Carlos había vendido los derechos sobre las Molucas a Portugal mediante el Tratado de Zaragoza (1529).

Finalmente, los últimos 24 supervivientes llegaron a Lisboa en 1536, cerrando una de las más largas, trágicas y heroicas travesías del siglo XVI.

Ya en la corte de España, Urdaneta visitó al emperador y le entregó una memoria recuperada de su conocimiento sobre el viaje y acerca de esas ansiadas islas. De su estancia en las Molucas regresó con una hija que entregó a su hermano en adopción.

UNA NUEVA VIDA


Virrey Luis de Velasco.

Tras su regreso a España, Andrés de Urdaneta pasó a la Nueva España bajo el patrocinio de Pedro de Alvarado, quien lo convirtió en figura destacada en los círculos políticos y estratégicos del virreinato. Alvarado planeaba incluirlo en nuevas expediciones hacia las Molucas y Filipinas, y tras su muerte, Urdaneta siguió contando con la confianza del virrey Luis de Velasco.

En marzo de 1553, a los 45 años, Urdaneta ingresó como fraile en la Orden de San Agustín, en el convento de los agustinos de la Ciudad de México, bajo la dirección de Agustín Gormaz. Allí vivió los siguientes once años, dedicándose a la vida religiosa, en un retiro que contrastaba profundamente con la intensidad de sus años de explorador y diplomático.

EL TORNAVIAJE

<<Por cumplir lo que Vuestra Majestad me mandó, he venido a este puerto de la Navidad donde al presente estoy ya embarcado. (…) Nuestra partida para las partes del poniente placiendo a Dios será mañana. Van dos naos gruesas y un galeoncete y un patache pequeño y una fragata. Irán en estas cinco velas  unos trescientos ochenta hombres.>>


Miguel López de Legazpi

En 1564, se construyó en Acapulco una flota de barcos para una expedición hacia Filipinas. La Capitana, con Miguel López de Legazpi y Urdaneta a bordo, lideraba el grupo, acompañada por el San Pablo, el San Pedro y las gabarras San Juan y San Lucas.


Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón

Urdaneta, fraile y hombre de peso en la Nueva España, planteó al virrey Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón la posibilidad de armar una nueva expedición a poniente y éste se lo hizo llegar al rey Felipe. Urdaneta, con visión y experiencia, seleccionó cuidadosamente a la tripulación, incluyendo un tercio de guipuzcoanos ya conocidos entre sí, para garantizar cohesión y evitar motines. También insistió en llevar alimentos frescos como habichuelas, ananás y cocos para prevenir el escorbuto. Su intención inicial era no participar en el viaje, pero las circunstancias acabarán con el vasco integrándose en la aventura, con una condición: no introducirse en las tierras de Portugal…Y eso incluía las Filipinas

<<Fray Andrés de Urdaneta  es el más experto y experimentado en la navegación que se ha de hacer de los que se conocen  en España la vieja y la nueva.>> (Velasco).

La expedición zarpó el 21 de noviembre de 1564 desde el puerto de La Navidad, en Nueva España.

<<Después de cinco días de haber zarpado, y conforme a las instrucciones secretas que la Real Audiencia  ha entregado antes de la partida, Legazpi rompe el lacre con las indicaciones. Las instrucciones son claras: marchar a Filipinas y establecerse allí. El destino a Nueva Guinea , confoem al cual se ha embarcado fray Andrés, queda descartado. El guipuzcoano había sido engañado>> (El Galeón Manila, Rafa Codes, Silvia Ribelles)

El tornaviaje, la ruta de vuelta por el oeste, era de enorme valor estratégico: permitía conectar Nueva España con Asia sin atravesar territorios controlados por Portugal. Tras varias vicisitudes —alejamiento del San Lucas, aguada en la isla de los Barbudos, cálculos dispares en la navegación, llegada a la isla de los Ladrones— llegaron a Filipinas en dos meses, impulsada por los vientos alisios. Permanecieron en las islas cuatro meses, reparando las naves, buscando comida, negociando con los indígenas y esperando condiciones favorables para el regreso.

<<Los borneyeses ejercerán de guías, pues conocen al dedillo aquellas aguas, e intercederán por los castellanos ante el reyezuelo de Bohol.>> (El Galeón Manila, Rafa Codes, Silvia Ribelles)

El 27 de abril de 1565 la flota fondeaba Cebú, donde el cacique Tupas, temeroso de las intenciones de los extranjeros, había ordenado a su gente retirarse a la selva.

<<Legazpi encarga a Urdaneta  que como protector de los indios, fuese a persuadirles de que viniesen de paz, dándole a entender el bien y aprovechamiento grande que de su amistad se les seguiría>>.

Santo Niño de Cebú.

En esta época Juan de Camus  encontró en una auna imagen del Niño Jesús vestido con paño de Flandes, el que fuera regalo de Magallanes a la reina de Cebú cuarenta y cuatro años antes y el que hoy se conoce como Santo Niño de Cebú.

El 1 de junio de 1565, la nao San Pedro partió de San Miguel y navegaron a la buena ventura hacia el norte hasta alcanzar el paralelo 40 —las nieves cubren la cubierta y el frío es extremo—, donde encontraron la corriente de Kuro-Shivo. Tras sufrir mar gruesa y fuertes aguaceros llegaron hasta el cabo Mendocino, que Urdaneta bautizó en honor al virrey Antonio de Mendoza. Desde allí, descendieron por la costa bordeando la tierra de California hasta Acapulco,

<<A esta hora miré mi carta y vi que habíamos andado mil ochocientas noventa y dos leguas desde el puerto de Cebú y me fui al capitán, y le dije que a dónde mandaba que llevase el navío, porque estábamos sobre el puerto de la Navidad, y él me mandó que lo llevase al puerto de Acapulco>> (Rodrigo de Espinosa).

 Llegaron <<a ocho días  del mes de octubre  del año 1565 del nacimiento de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo>>tras recorrer más de 14.000 km en 130 días.

Al llegar, descubrió que Alonso de Arellano y el San Lucas, aquel patache que desapareció al comienzo de la expedición, quien se había separado de la flota, había completado el tornaviaje antes que él, en lo que se puede suponer un acto de indisciplina en busca de la gloria.

<<De la vuelta de Cebú para la Nueva España, lo que hay que decir es que partimos desde donde quedaron los nuestros en primero de junio de 1565, y en 18 de septiembre vimos la primera tierra en la costa de la Nueva España, y a primeros de octubre llegamos enfrente del puerto de Navidad; y no queriendo entrar en  él, pasamos al puerto de Acapulco por ser muy mejor puerto y estar más cerca de México.

Pasamos mucho trabajo a la vuelta , con tiempos contrarios y enfermedades. Murieron dieciséis hombres hasta surgir en el puerto . Vino por capitán de la nao Felipe Salcedo, nieto del general, el cual se hubo cuerdamente en su cargo>> (Carta de Urdaneta al rey)

Durante los siguientes 250 años, esta vía —el tornaviaje— fue utilizada por el galeón de Manila, convirtiéndose en el eje del comercio transpacífico entre Asia y América. Hoy, la ruta trazada por Urdaneta sigue siendo una de las arterias marítimas más importantes del mundo moderno.

<<El gran servicio que a Dios Nuestro Señor y a Vuestra Majestad ha hecho el venerable padre fray Andrés de Urdaneta es digno de gran mérito y crecida merced, por haber alumbrado, así en lo espiritual como en lo temporal , en todo lo que en este viaje  se ha ofrecido, y por no venir en la armada persona que nos diez lumbre como la suya>>(Carta de Legazpi firmada por los hombres más significativos de la expedición)

FALLECIMIENTO

Biblioteca Nacional de México

Tras informar personalmente al rey Felipe II de su descubrimiento, Andrés de Urdaneta regresó a su convento en la Nueva España, donde fallece el 3 de junio de 1568 a los 60 años de edad. A pesar de su gran hazaña, Urdaneta fue prácticamente olvidado, quedando como uno de los descubridores más desconocidos de su tiempo. El convento sufrió un incendio posteriormente y el actual reconstruido se convirtió más tarde en la Biblioteca Nacional de México. Los restos reposan probablemente bajo el claustro del convento.

Ricardo Aller Hernández

FUENTES:

*https://es.wikipedia.org/wiki/Expedici%C3%B3n_de_Garc%C3%ADa_Jofre_de_Loa%C3%ADsa

*El Galeón Manila ( Rafa Codes, Silvia Ribelles de la Vega)

*https://es.wikipedia.org/wiki/Andr%C3%A9s_de_Urdaneta

*https://historia-hispanica.rah.es/biografias/44063-andres-de-urdaneta-y-cerain

*https://armada.defensa.gob.es/ArmadaPortal/page/Portal/ArmadaEspannola/cienciaorgano/prefLang-es/02cienciaihcn–10navegaciones–05expurdaneta

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