ANTONIO GAUDÍ EN LA CATEDRAL DE MALLORCA

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Obispo Campins y Antoni Gaudí

A las 2 de la madrugada del 15 de mayo de 1851 la tierra tembló en Mallorca y especialmente en Palma: «la mayor parte de la población de Palma huyó de la ciudad. La gente salió de sus casas y se asentó en muelles y calles anchas. El miedo era tan fuerte que una parte de la población pasó días durmiendo en barcos y casas de campo». En la Catedral,  se desplomó una de las torres que coronaban la fachada principal y la segunda quedó muy dañada.

La catedral, la Seu, se construyó por expreso deseo del rey Jaime I, conquistador a los moros de la isla en 1229. Al año siguiente, en un lugar privilegiado en la bahía de Palma, donde se emplazaba la mezquita de Madina Mayurka, se iniciaron las obras de construcción con un autor desconocido, las cuales perduraron durante más de tres siglos. Fue en 1601 cuando, construido el Portal Mayor dese 1594, se consagró el templo.

Las obras, a consecuencia del deterioro por deficiencias en su estructura, comenzaron a preverse en 1840. Con el desplome de la fachada principal, ocasionado por el terremoto provocador de mayores daños en la estructura, impulsaron al obispo Salvá y Munar en 1854 a hacer encargo al arquitecto madrileño Juan Bautista Peyronnet de proyectar una remodelación de la catedral, que no solamente afectase a una nueva fachada, sino también al interior de la nave. Isabel II, aprobó el proyecto, al tiempo que destinó al mismo dos millones de reales.

Tendremos que llegarnos al 20 de noviembre de 1899, cuando el obispo Pedro Juan Campins i Barceló, visitó a Gaudí afanado ya en el levantamiento de la Sagrada Familia. De ese primer encuentro surgió el interés recíproco en las proyectadas y necesarias obras. Regresado de su visita ad limina a Roma, el 19 de agosto siguiente, a su paso por Barcelona ya fue un encuentro con una finalidad concreta; proponerle a Gaudí el tomar a su cargo las obras de restauración de la catedral. Fue el 17 de marzo de 1902 cuando el cabildo catedralicio formalizó tal encargo al arquitecto Gaudí, con una cuenta de honorarios fijada en 11.456 pesetas. Importe que le fue abonado el 17 de abril de 1908.

Desde el 26 de marzo de 1902 hasta enero de 1912, Gaudí realizó numerosos viajes tanto para realizar maquetas del proyecto, como para supervisar las obras, la colocación del altar mayor, hacer estudios y bocetos. En sus viajes le acompañaba su discípulo Juan Rubió, de tendencia catalanista, autor del proyecto del Banco de Sóller entre otras obra en la isla mallorquina. También lo hizo  el escultor Vicenç Vilarrubias con el objeto de elaborar maquetas de los púlpitos y de la decoración de la capilla de la Trinidad.

Peyronnet había diseñado, cuando su inicial encargo, no solamente la reconstrucción de la fachada mayor, sino también la construcción de la sacristía, la traslación del coro, construcción del presbiterio, calado de la ventanas y vidrieras. Las motivaciones también las expuso con toda firmeza; trasladar el coro ubicado en el centro de la nave significaba una aproximación de los feligreses al presbiterio, es decir, a la liturgia. Separar el altar del fondo de la capilla presbiteral también cumplía esa función, al tiempo que permitía y facilitaba el paso desde todos los ángulos. El coro, con sus sitiales, cabía perfectamente rodeando el presbiterio, mientras que los proyectados púlpitos del Evangelio y la Epístola, situados en los primeros pilares, dejaban a la iglesia completamente libre, pudiéndose contemplar desde todos los rincones de la nave a los celebrantes y las ceremonias litúrgicas. Es decir, en gran medida,  Gaudí se encontró con una remodelación ya proyectada, a la cual añadió su arte y su misticismo indudable.

Gaudí, desde 1904 hasta la muerte del obispo Campins en 1914, trabajó en las labores de la catedral, primero con la ayuda de Ribó, y, desde 1908 con la de José María Jujol de 29 años.

Al proyecto inicial del arquitecto madrileño, Gaudí lo desarrolló y amplió presentando al obispo Campins en 1903 las modificaciones o detalle siguientes; despejar la catedral episcopal eliminando los retablos situados en frente de ella; situar el altar frente a dicha cátedra; re colocar el coro de la nave central en el presbiterio; abrir ventanales tapiados colocando vitrales en su lugar; colocar un baldaquino sobre el alta; restaurar los dos púlpitos; instalar iluminación eléctrica en el interior del templo; decorar el espacio interior, nuevo mobiliario y añadir cerámicas, elementos forjados, pinturas …

          El simple traslado del coro situado en la nave central, así como ubicar  sus sillerías en el presbiterio, no solamente permitió ganar espacio a esa nave, sino que, desde la misma entrada del templo se alcanza a ver el presbiterio y la cátedra episcopal del siglo XIII, sin obstáculo alguno.

          Las vidrieras que estaban cerradas se abrieron, los dos retablos fueron retirados, y la capilla de la Trinidad en la cabecera quedó abierta ý dispuesta para ubicar en ello las tumbas de los reyes de Mallorca Jaime II y Jaime III. Existe un dibujo de Gaudí, conservado que refrenda la existencia de tal proyecto, ejecutado años más tarde con variaciones y esculturas yacentes, fallecido ya Gaudí.

          El presbiterio debía poseer un conjunto de vidrieras que representarían las invocaciones del “Regina” de la letanía lauretana. Se trata de una tricromía consistente en tres cristales superpuestos que convierte a la luz solar en agente formador de las tonalidades.

          La sillería del coro, 110 asientos del siglo XVI, se repartió entre los costados del presbiterio, liberando, como se ha dicho la zona central del templo. Se conservó los altorrelieves de tema bíblico que se hallan en la parte superior del respaldo. Jujol, en 1914, decoró la sillería con la intención de eliminar la oscuridad de la madera de nogal, dorando algunos relieves, respaldo y crestería. Y lo hizo con pintura roja y no a pincel, sino a chorros, simulando la sangre de Cristo. Una inscripción causó el desagrado de los canónigos ya que, entendían, podía malinterpretarse. “La sang d’Ell sobre nosaltres”, es decir, “La sangre de Él sobre nosotros”. Pero, Gaudí, ante la petición de completar la frase, se negó, al entender que las inscripciones monumentales sirven solamente como recuerdo.

          La visible cátedra episcopal, situada a la vista del pueblo feligrés, de estilo gótico elaborada con mármol de Carrara, está rodeada de una decoración de cerámica de piezas policromas hexagonales, representando los escudos de los obispos de Mallorca hasta Campins, con ramas de olivo, frutas, flores, coronas. El altar mayor, desde el fondo, lo trasladó a la entrada del mismo presbiterio.

A su alrededor, situó cuatro ángeles músicos, colocados sobre sendas columnas de jaspe trilobuladas, con unos candelabros de hierro forjado dorado soportando ocho cirios. El presbiterio se cierra con una barandilla de hierro forjado, consistente en dos brazos de doce anillos cada uno, en forma de omega, con las letras AM (Ave María) en la parte central. La verja del presbiterio, también en hierro forjado, la decoró Gaudí con los escudos del reino de Mallorca y del de Aragón.

          Sin duda, todo lo anterior no solamente embellece el templo, sino que, según los deseos del obispo Campins, “logra restaurar y reconstruir, sin desmerecer lo hecho anteriormente, recuperar su belleza original y permitir … y sin interposición de seglares que separen a los ministros del Señor en las sagradas funciones que han de celebrar todos juntos”, palabras estas recogidas en su Carta Pastoral del día de la Asunción de 1904.

          Por último, aunque no en importancia, hay que mencionar el baldaquino que cuelga desde la bóveda y cubre el altar mayor como si de una corona se tratase. La versión actual fue colocada el 29 de junio de 1912, sustituyendo a la instalada en diciembre de 1904. Es de forma heptagonal, de cuya corona cuelgan treinta y cinco lámpara de latón, aunque se proyectaron cincuenta, con motivo  del Pentecostés. Existe un tapiz brocado con temas de carácter eucarístico. De los laterales del baldaquino surgen en su parte superior espigas de trigo y en la inferior cuelgan hojas de parra, es decir, el pan y el vino de la Eucaristía.

          En la cima se halla un conjunto escultórico con la cruz y Jesús Crucificado, con la Virgen María y san Juan a sus pies. Resulta impactante que, elaborado con pasta de papel y con una iluminación eléctrica interior, todo el conjunto adopte una brillantez peculiar.

          Fue Gaudí el impulsor de la instalación eléctrica en el interior del templo. Se trataba de lograr su mayor y mejor iluminación tanto natural como artificial. De ahí que abriese los ventanales góticos e instalase vitrales de cristales de colores. Y para la artificial diseñó una lámparas de hierro forjado para los fuses de las columnas del templo.

Se trata de abrazaderas, trobigueres, cual lámparas que rompen la verticalidad del templo. Era el 6 de junio de 1912 cuando se encendieron las luces. El ingeniero mallorquín Feliciano Fuster colaboró, primero en la iluminación interior y, transcurridos muchos años, en la del exterior.

          Quedaban muchos detalles y proyectos a ejecutar, sin embargo, las pinturas incorporadas a la sillería del coro por Jujol, con el beneplácito de Gaudí, encresparon la oposición del cabildo catedralicio, provocando roces y el abandono del proyecto. Corría el año 1914 y el fallecimiento del obispo Campins al año siguiente, indujo a Gaudí a dejar definitivamente la obra, quedando a cargo de Rubió hasta la designación de otro arquitecto.

          Solamente se acabaron 6 vidrieras de las 9 proyectadas y pendiente parte del mobiliario, las cubiertas y las tumbas reales. Y, en alguna medida, también el baldaquino definitivo, puesto que, el que puede contemplarse en la actualidad, es una maqueta a tamaño natural, que era utilizada como guía de la definitiva. Sin embargo, ahí sigue convirtiendo lo efímero en perenne.

Francisco Gilet

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