Victoriano Guisasola y Menéndez nació en Oviedo en el año de 1852. Era sobrino del Arzobispo Victoriano Guisasola y Rodríguez (1821-1888), que ejerció una gran influencia en su vocación y carrera. Guisasola y Menéndez estudió Derecho en la Universidad de Salamanca, licenciándose en 1876, para posteriormente ser ordenado sacerdote en Ocaña, en ese mismo año, por su tío Victoriano. Siguió a éste, hasta su muerte, pasando por las diócesis de Orihuela y Santiago de Compostela.
En 1893 fue preconizado como obispo de Burgo de Osma, siendo posteriormente nombrado, en 1897, obispo de Jaén. Ya en 1901 es promovido a la diócesis de Madrid-Alcalá, para ser nombrado, en 1905, Arzobispo de Valencia. Finalmente, en 1914, fue preconizado Arzobispo de Toledo, para inmediatamente ser elevado al rango de cardenal, por San Pío X. Murió en 1920, como penúltimo Cardenal Primado de España, que ostentó los títulos de Patriarca de las Indias Occidentales y Canciller Mayor de Castilla.
Fue el Cardenal Guisasola un intelectual comprometido con su Fe Católica. Este compromiso se manifestó en una doble vertiente: teológica y social. Su gran formación le hizo darse cuenta de los dos problemas que acuciaban a la Iglesia y a España, el anticlericalismo y las grandes diferencias sociales de su época. Sufrió y, a su vez, trató de dar respuesta a estos retos. Era consciente, pues vivió en su juventud el Sexenio Revolucionario (1868-1874), del anticlericalismo que había arraigado en España desde 1808. El anticlericalismo, que el mismo sufrió, tenía su germen en la Ilustración. Ésta rechazaba, en gran medida, cualquier causa sobrenatural que no explicara la Ciencia. El Cardenal Guisasola fue consciente de ese complejo, que atenazaba a la Iglesia. En su carta pastoral “La incredulidad contemporánea: su desenvolvimiento y sus causas” (1906), analiza y explica cómo se ha llegado a la falta de Fe. Desde este documento, animó a los católicos, clérigos y seglares, a profesar su Fe sin complejos.
Pero fue en la vertiente social, donde más destacó el Cardenal Guisasola. Era consciente, por un lado, de la renovación impulsada por León XIII en la dimensión social de la Iglesia. Por otro lado, era consciente de la realidad política y social de la España de principios del siglo XX. Además de la encíclica “Rerum Novarum” (1891), tuvo gran influencia en su acción pastoral y social, la también publicada por León XIII, “Graves de communi re” (1901), acerca de la acción de los cristianos en la política. Estas dos encíclicas fueron las que orientaron el quehacer de don Victoriano. Fue un gran promotor de la acción social de la Iglesia en España, impulsando movimientos sociales católicos: sindicales y políticos. En el aspecto sindical, aunque en la vertiente industrial no tuvo éxito, sí que lo tuvo en el sindicalismo agrario, fomentando no sólo asociaciones de agricultores, sino también cajas rurales y montes de piedad rurales. Su carta pastoral “Justicia y Caridad en la organización cristiana del trabajo” (1916), es la que mejor refleja su pensamiento social desde la perspectiva cristiana. El Cardenal Guisasola, por su experiencia en las distintas diócesis por las que pasó, así como por su condición de senador, desde los tiempos de su estancia en Jaén, tenía un gran conocimiento de la España de la época.
Don Victoriano, no obstante, fue un incomprendido que tuvo que enfrentarse, o mejor dicho, que tuvo en contra a muchos sectores de la sociedad y la política del momento. La izquierda social era anticlerical por principio. Pero, quizás, el mayor desencuentro lo tuvo con los integristas de “El Siglo Futuro”, órgano de prensa del Tradicionalismo Carlista. El Cardenal Guisasola, inspirador de la Democracia Cristiana en España, pretendió la unión de todo el Tradicionalismo con los elementos cristianos del Liberalismo de entonces. El único político que le comprendió y apoyó fue D. Antonio Maura. Los dos eran conscientes que en España era urgente y necesario, que las clases obreras y humildes tuvieran acceso a la propiedad. Frente al Marxismo, que proponía la colectivización de la propiedad, y frente al inmovilismo de la derecha social, Maura y el Cardenal proponían un cambio. Éste no fue posible hasta más de veinte años después, tras una trágica Guerra Civil.
Victoriano Cardenal Guisasola murió en septiembre de 1920, siendo enterrado muy sencillamente en la capilla del Seminario Conciliar de San Ildefonso de Toledo. Su lema fue: “trabajo como un buen soldado de Cristo”, plasmado en su escudo cardenalicio.
Francisco Iglesias