Su singular agilidad y destreza testifica de un modo irrefragable su infatigable y no interrumpida aplicación. Luis Santiago Bado.
Los tañidos procedentes de la iglesia de Nuestro Padre Jesús resuenan en la calle, acompañando a las campanas de los auroros que, siguiendo una tradición ya centenaria, se reúnen la tarde del Jueves Santo para cantar salves de pasión frente al Museo Salzillo, cuya sala de conservación se ve invadida por el olor a azahar, el canto ronco de los huertanos y la luz vespertina. Pura primavera murciana, piensa el restaurador.
Tal y como lleva haciendo durante los últimos veinte años, él es el encargado de comprobar el buen estado de las esculturas que mañana engalanarán las calles de Murcia durante la procesión de los salzillos, labor consistente en limpieza, reparación y mantenimiento de las imágenes, en una particular lucha contra el tiempo a base de aplicar técnicas artesanales y principios científicos.
Este día es el más importante de todo el año, la última revisión para asegurar que todo esté perfecto. Un trabajo apasionante, pero que el velo de muerte por la pérdida de su hijo tiñe de insondable aflicción. Tres meses después el dolor sigue latente, lacerando su día a día de una forma incontrolable. Es la tristeza un sentimiento muy humano, se justifica, pero lo que realmente le atormenta es comprobar que su fe, que creía robusta, no le está ayudando a afrontar el trance; al fin y al cabo, la muerte para un cristiano no debería considerarse más que el salto a la Vida.
Sigue inmerso en oscuros pensamientos cuando llega el momento de revisar a La Dolorosa, casi tres siglos condensados en una escultura sobrecogedora. De entre todas las imágenes de Francisco Salzillo esa es su favorita, por diferente. En su época la moda imaginera era revestir de luto los hábitos de las Soledades para reforzar la sensación de recogimiento y meditación en torno a un corazón con siete puñales, pero esta virgen rompe esos rígidos esquemas: el maestro buscó una solución más declamatoria y teatral, mucho más adecuada a la secuencia pasionaria y a la intensidad emocional de un cortejo que, según sus contemporáneos, producía ternura y lágrimas.
El restaurador toma una escalera y se aproxima al rostro de la Virgen. Es una imagen bellísima, expresión perfecta del dolor y la fe más profundos, cuyos gestos compaginan la amargura de la muerte con la aceptación del destino que Dios ha asignado a su hijo: brazos abiertos, la mirada desconsolada dirigida hacia el cielo y la palidez de un rostro de textura sonrosada con lágrimas de cristal.
Lo que son las cosas, se dice. Así es exactamente como se siente él: atravesado por el dolor y aferrado a su fe, que es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve, así lo dice la Biblia. Una manifestación de confianza antes de recibir la respuesta divina.
Entonces sucede. Quizás sea el halo de luz escarlata entrando por la ventana o los redobles de campana de los auroros desde la plaza, pero de repente cree percibir un extraño halo blanco que, al envolver a la Dolorosa, parece evaporar el cristal de las lágrimas hasta convertirlas en un trazo líquido resbalando por sus mejillas. Apenas un momento de paz y serenidad; una locura transitoria por todo lo vivido últimamente, aunque reconfortante, argumenta el restaurador sin poder evitar un estremecimiento mientras se pregunta —los caminos del Señor son inescrutables — si realmente ha visto llorar a aquella estatua.
EL PERSONAJE
Francisco Salzillo y Alcaraz (Murcia, 12 de mayo de 1707- 2 de marzo de 1783) fue el más importante imaginero del barroco español y uno de los mejores de su época. Autor prolífico, se dedicó íntegramente a la temática religiosa, casi siempre en madera policromada y con un estilo muy personal, creado a partir de reminiscencias napolitanas y la influencia de otros escultores como Nicolás de Bussy o Antonio Dupar y que fueadaptando a los cambios artísticos de la época.
Pudo llegar a contar ochocientas noventa y seis obras, salidas de sus manos: que, aunque sólo se calculen a dos figuras cada una (pues era rara la que, aunque fuese a una sola imagen, no llevase un grupo de ángeles, nubes, etc.) ascienden a mil setecientas noventa y dos. (Luis Santiago Bado)
Su vida transcurrió enteramente en Murcia: bautizado en la parroquia de Santa Catalina, era hijo de Nicolás Salzillo, un escultor italiano procedente de Santa Maria Capua Vetere que en 1698 se había afincado en la ciudad. Tras iniciar estudios de Letras con los jesuitas, se formó en la pintura con el presbítero Manuel Sánchez y posteriormente entró en la orden dominica como novicio, pero la muerte de su padre le obligó a hacerse cargo del taller escultórico en 1727, cuando Francisco contaba con tan solo veinte años. Como herencia paterna recibió herramientas, dibujos y lo más importante: un desbordante talento natural para la imaginería que con el tiempo le convertiría en inmortal gracias a sus Crucificados, Dolorosas, Inmaculadas, conjuntos como sus Vírgenes de las Angustias o sus Sagradas Familias, así como sus afamados ángeles, también llamados niños de Pasión.
Las producciones más destacadas de su primera etapa como escultor fueron la Dolorosa,de la parroquia de Santa Catalina, el San José, ubicado en Santa Clara, la Sagrada Familia, de la iglesia de San Miguel, y la Inmaculada, sita en el convento de Verónicas. Durante este periodo recibiría ayuda en el taller de algunos de sus siete hermanos, concretamente de José Antonio, Patricio e Inés, a quien le debemos el dorado y estofado de muchas de las imágenes de la época.
A partir de 1740 comenzó a apreciarse en Salzillo un estilo propio basado en el movimiento y la expresividad de las manos de sus creaciones, a las que pretendía dotar de espiritualidad y mística, tal y como se puede apreciar en las imágenes de San Francisco y Santa Clara, realizadas para el convento de Capuchinas, o La Piedad, ubicada en la parroquia de San Bartolomé de Murcia, modelo que repitió en otras obras que le encargaron en Lorca, Dolores de Alicante y Yecla.
En 1746 se casó con Juana Vallejo y Taibilla, hija de un platero y jurado de la ciudad de Murcia, con quien tuvo dos hijos: Nicolás, nacido en 1750 y muerto al año siguiente, y María Fulgencia.
En esta época creó otras obras importantes, como el San Antón, de la ermita de San Antón (1746), el San Agustín del Convento de las Agustinas del Corpus Christi y el medallón de la Virgen de la Leche para la catedral de Murcia. En estas obras se puede apreciar esa esencia suya tan personal,
En sus obras podemos encontrar un arquetipo común: la mano izquierda sobre el pecho y la derecha extendida, a veces invertidas, con técnicas propias como el terminado del cabello a punta de cincel o su labrado en forma de estrías muy finas. A diferencia de los grandes autores del siglo XVII, como Montañés o Gregorio Fernández, Salzillo no profundizaba en los aspectos dramáticos de las escenas, sino que prefería ahondar en conceptos naturalistas y de idealizada belleza, rompiendo así definitivamente con el Barroco para entregarse a dos nuevos estilos incipientes: el Rococó y el Neoclasicismo.
Con el paso de los años su obra fue adquiriendo fama en el sureste y alrededores, hasta el punto de que se le acumulaban los encargos de iglesias y conventos de Murcia, Alicante, Albacete y Almería. Tal fue su relevancia que a su taller acudían numerosos jóvenes deseosos de convertirse en sus discípulos, entre los que podemos destacar a José López y a Roque López. El primero entró a trabajar en 1753, cuando el maestro estaba comenzando los trabajos de la serie pasionaria de Viernes Santo y necesitaba de pupilos dispuestos a realizar los trabajos más rudimentarios que requería la talla en madera. Por su parte, Roque López se comprometió mediante contrato en 1765, año en el que imaginero murciano inauguró su Escuela Murciana de Escultura. Además, es sabido que el taller de Salzillo mantuvo contactos con el arquitecto Jaime Bort (Ver Catedral de Murcia, cuando la belleza nos supera, en esta misma página), aunque únicamente en el mundo del retablo.
De aquel período son la Virgen de las Angustias, en Yecla, la Virgen de la Aurora, en Aledo, el Lavatorio de los pies de Cristo al Príncipe de los Apóstoles, en las Salesas Reales de Orihuela, o la Sagrada Familia, para la Iglesia de Santiago de Orihuela. También destaca el Cristo de las Isabelas o de la Buena Muerte o Cristo Yacente, encargada por las Clarisas de Orihuela (1774) y única escultura en toda su producción de esta temática. Destacan también los santos Dominicos de la Iglesia de Santiago de Orihuela (1775).
A partir de 1776 el neoclasicismo comenzó a influir decisivamente en su forma de trabajar, así se percibe en el Cristo del paso de Pretorio en Casa de Pilatos (1777), de la Cofradía del Ecce-Homo de Orihuela o el Cristo atado a la columna (1777-1778), en la Cofradía de Jesús, de Murcia o el San Jerónimo, hoy en el Museo de la Catedral de Murcia
Tras la muerte de su esposa en 1763, las reuniones de Salzillo con otros artistas e intelectuales murcianos se hicieron más frecuentes. Como fruto de aquellas frecuentes tertulias, en 1765 nació la llamada Academia de Salzillo con el objetivo de formar nuevos discípulos conforme a las corrientes de la Ilustración y en 1777 se fundó la real Sociedad Económica de Amigos del País, que sirvió para que dos años después se creara la Escuela Patriótica de Dibujo, la cual tuvo como primer director al maestro imaginero.
Por aquel tiempo el aristócrata Jesualdo Riquelme le encargó su famoso Belén y entre las órdenes religiosas comitentes cabría resaltar a los dominicos y franciscanos, quienes le encomendaron numerosas obras devocionales y para retablos.
Salzillo hizo toda su vida en Murcia, donde era venerado. Solamente hay documentado un viaje suyo fuera de la ciudad de Murcia, el que realizó a Cartagena para la entrega de las imágenes de los Cuatro Santos en 1755. También hay constancia de su rechazo a la invitación del conde de Floridablanca para trasladarse a Madrid, lo que sin duda le habría servido para darse a conocer en la Corte.
Un hombre fervoroso, trabajador infatigable, amante de su hogar y apasionado de su vocación de artista (…) Feliz en su rincón, ni envidiado ni envidioso, desligado de intrigas y ambiciones (Pardo Canalís).
Falleció en Murcia el 2 de marzo de 1783. Fue enterrado en el desaparecido Convento de las Capuchinas, donde había profesado su hermana Francisca de Paula. Su funeral constituyó una manifestación popular de duelo.
ESCULTOR DE LA PINTURA O PINTOR DE LA ESCULTURA.
El profesor Belda describe a Salzillo de esta manera tan gráfica, pues Francisco se reveló como un verdadero maestro del color.
Los bocetos que se conservan en el Museo Salzillo han sido una fuente de gran valor para comprender la organización del trabajo en el taller, así como el proceso previo al trabajo de la madera, consistente en tres fases: dibujo previo en papel, un primer rasguño y posterior cuadriculación antes de trasladarlo a tres dimensiones en forma de boceto de barro que modelaba con los dedos y palillos de boj.
El trabajo en el taller estaba muy jerarquizado. Salzillo se encontraba al frente, marcando el estilo a seguir, y los ayudantes se encargaban tanto de los trabajos previos como de intervenir en diversos aspectos de su proceso de ejecución, siempre fieles al estilo del maestro desde el comienzo al final de la obra: aspectos como la textura quebrada de la talla, la policromía, los matices o las veladuras reflejaban las señas de identidad salzillescas, caracterizadas por la producción de imágenes en un lenguaje fácil de comprender.
SALZILLO Y LA CIUDAD DE MURCIA
Salzillo es el escultor de Murcia, por devoción y de forma oficial, pues en 1755 se le nombró Escultor Oficial del Concejo de Murcia e inspector de pintura. Actualmente su nombre sigue siendo recordado en numerosos puntos de la ciudad: se le levantó un monumento conmemorativo en 1899 en la Plaza de Santa Eulalia, obra de Sánchez Araciel, y se le otorgó su nombre a una de sus arterias principales, la Gran Vía, aunque donde mejor se puede apreciar el arte del imaginero es en el Museo Salzillo.
Situado en la plaza de San Agustín, el museo está íntegramente dedicado a la obra del escultor. El primer intento de creación se debió a Isidoro de la Cierva en 1919, aunque la inauguración oficial se retrasó hasta 1960 tras la adecuación de la iglesia de Jesús como espacio museográfico. En 1962 fue declarado Monumento Histórico-Artístico.
Que no se escondiese el arte, (de Salzillo), pues eleva y mejora a los que lo contemplan. (Emilia Pardo Bazán)
La primera sala está dedicada a la historia del museo y a la biografía de Salzillo, en la que se exponen algunos de los retratos del escultor, así como antiguas cartelas y primeras fotografías de los pasos. La segunda corresponde a las tribunas de la iglesia de Jesús y en ella se cuenta la historia de la cofradía. Aquí hay obras de gran interés, como las túnicas más antiguas del Nazareno y la Dolorosa, diseñada por el mismo maestro, o la cruz de carey con incrustaciones de nácar y cantoneras de plata que se trajo del Yucatán en 1800. Los cincuenta bocetos preparatorios del taller que se encuentran en la siguiente sala constituyen un conjunto único por su enorme valor para conocer el proceso de la creación del escultor y, por último, está la sala del belén, obra cumbre de Salzillo.
EL BELÉN
Realizado a partir de 1776 por encargo de su amigo Jesualdo Riquelme y Fontes para decorar su palacio, pasó con posterioridad a ser propiedad de la marquesa de Salinas y más tarde del marqués de Corvera, hasta que en 1915 fue adquirido por el Estado, el cual pagó por el mismo la cantidad de 27.000 pesetas, instalándolo en un principio en el Museo Provincial de Bellas Artes de Murcia y, posteriormente, en el Museo Salzillo.
Está compuesto por 556 personajes y 372 animales, además de algunas maquetas de edificios. Los distintos grupos están inspirados en personajes populares de la huerta de Murcia, cada uno con su propia personalidad, ya sea en la indumentaria o en la expresión, obteniéndose así esa sensación de variedad y vida que marca el conjunto.
Las figuras tienen una altura de 25-30 centímetros y están confeccionadas en barro cocido, madera y cartón. Culminado por su discípulo Roque López, el marco arquitectónico está compuesto por ocho edificios, entre ellos el palacio de Herodes, el templo de Jerusalén o la posada, todos amueblados con pequeños enseres. Basándose en los Evangelios de san Mateo y san Lucas, Salzillo va relatando la historia bíblica de Cristo, desde la Anunciación a la Huida a Egipto, compaginando las escenas religiosas con otras de carácter popular o costumbrista: así, podemos observar a pastores de remendadas ropas en diversas posturas, a los Reyes Magos acompañados de pajes vestidos con trajes dieciochescos o a la guardia de Herodes, cuyos gestos delatan rangos militares e incluso sentimientos personales. También encontramos a un zagal encaramado en una columna que contempla asombrado el Misterio que aparece ante sus ojos, a la vieja que echa de comer a una manada de pavos y a vacas pastando bajo la soñolienta mirada del vaquero….,toda un demostración artística llena de vida que convierte el conjunto en una obra de arte.
SEMANA SANTA, SEMANA DE SALZILLOS
Viva Murcia por sus pasos
viva por la Dolorosa
viva por los caramelos
y por otras muchas cosas.
Durante la Semana Santa de Murcia, fiesta declarada de Interés Turístico Internacional, los salzillos invaden las calles de la ciudad. He aquí un breve resumen:
Viernes de Dolores. En la primera procesión de la Semana Santa los nazarenos portan los pasos del Santísimo Cristo del Amparo (1739) y María Santísima de los Dolores (1741), los cuales reciben culto durante todo el año en la iglesia de San Nicolás y son atribuidos a la mano de Francisco Salzillo.
Ya sale la Dolorosa, la madre de los cristianos
obra del insigne Salzillo, orgullo de los murcianos.
Descalzo va el penitente por las calles desfilando.
y ruega a Dios humildemente que nos vaya perdonando.
Sábado de Pasión. De las dos procesiones que se celebran este día se puede admirar María Dolorosa (1742).
Domingo de Ramos. Ese día se pueden contemplar por las calles de Murcia; en concreto, tres: Arrepentimiento de San Pedro (1780), La Dolorosa (1756) y Santísimo Cristo de la Esperanza (1755).
Lunes Santo. Procesionan esa tarde el Santísimo Cristo del Perdón (1733) y San Juan (1737).
Martes Santo. La Santísima Virgen del Primer Dolor (mediados del siglo XVIII) embellece las calles murcianas.
El que vaya Viernes Santo a Jesús por la mañana
verá de Salzillo el arte y las devotas murcianas.
Viernes Santo. Es el día de Salzillo por excelencia: en la procesión que se celebra por la mañana, organizada por la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y popularmente conocida como la procesión de los salzillos, todos los pasos son obra del escultor murciano, a excepción del titular de la institución. Entre ellos, se encuentran algunas de las piezas más célebres: La Santa Cena (1763), La oración en el huerto (1754), El Prendimiento (1763), Jesús en la columna (1777), La Santa Mujer Verónica (1755), La Caída (1752), San Juan(1756) y La Dolorosa (1755). Por la tarde se pueden admirar dos obras más en otras procesiones: La Virgen de las Angustia (1740), así como el Santísimo Cristo,de Santa Clara la Real (1770).
El Ángel de la Oración a Murcia vino volando
para llenar de emoción el día de Viernes Santo
Ricardo Aller Hernández.
BIBLIOGRAFÍA
- Tauja.ujaen.es/bitstream/10953.1/7096/1/FIN__Trabajo_Final_de_Grado__Francisco_Salzillo__Rosala_Prez_Amaro.pdf
- BELDA NAVARRO, Cristóbal (2006). Francisco Salzillo: la plenitud de la escultura. Aljucer (Murcia): Darana.
- CHICO DE GUZMÁN, Ramón (1977). Salzillo. (Su arte y su obra en la prensa diaria). Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
- GARCÍA FERNÁNDEZ, Carlos Moisés; BELDA NAVARRO, Cristóbal (1995). La pasión según Salzillo. Dàrànà.
- regmurcia.com/servlet/s.Sl?sit=c,371,m,2801&r=ReP-9318-DETALLE_REPORTAJESPADRE
- museosalzillo.es/coleccion/sala-del-belen-salzillo/