Plaza Mayor de Valladolid, 2 de junio de 1453
Hoy Gonzalo Chacón es un hombre abatido. Mientras el gentío va abandonando poco a poco la plaza donde el verdugo acaba de ejecutar la sentencia de pena de muerte ordenada por el tribunal de doce legistas contra su señor don Álvaro de Luna, aquel al que tanto ama y ha amado.
Desde que apresaron a don Álvaro en el castillo del Portillo el 4 de abril hasta hoy han transcurrido dos meses en los que Chacón, fiel servidor del condestable, ha visto padecer a su señor de cuerpo y alma, aunque lo más doloroso de todo fue la deshonra de tener que verse despojado de sus posesiones. De hecho, don Gonzalo aún recuerda la afrente que supuso recibir la cédula despachada por el rey al contador del maestre, Alfonso García de Illescas, para que entregara libros y escrituras de la hacienda a Fernando Yáñez de Gallo y Fernando González de Sevilla, contadores del rey.
En la plaza ya solo queda el silencio de la soledad y, diseminada por el cadalso, las manchas resplandecientes de sangre donde reverbera un sol taciturno. Aún con el eco tenebroso del hacha arrancando la cabeza del ajusticiado zumbándole en los oídos, el castellano se dispone a recoger el cadáver de don Álvaro para enterrarlo en el convento de San Francisco, tal y como era su deseo. Es una tarea ingrata que hace con respeto casi reverencial, sentido cariño y el legítimo orgullo por haber servido a uno de los hombres más importantes de Castilla.
Las lágrimas corren a la misma velocidad que la sangre le exige vengar la muerte de su señor, pero sabe que los enemigos son demasiado poderosos como para vencerlos con la fuerza de la espada, así que debe buscar otras alternativas, como la escritura. Muy avisado en palacio e bien razonado, discreto, gran disimulador, fingido e cabteloso en el arte de escribir, don Gonzalo concluye que dejar constancia por escrito de la vida de su señor hará que su figura perdure en el tiempo, otorgándole un halo de eternidad que ninguno de los que han cometido esta afrenta jamás podrán alcanzar.
Tan decidido está que incluso ya se le ha ocurrido un nombre para el relato: La Crónica de don Álvaro de Luna, condestable de los reinos de Castilla y León. Un texto anónimo, pues tampoco gana nada Gonzalo exponiéndose a las afrentas de los reyes y de la nobleza, para conmemorar sus virtudes, las quales ciertamente bien con razón deber ser llamadas heroicas, e meresçen aver tal nombre.
EL PERSONAJE
Gonzalo Chacón nació en torno a los años 1428-1430, posiblemente en Ocaña.
Hijo de Juan Chacón e Inés de Martínez del Castillo, sus contemporáneos le describen como un hombre valiente, “pequeño de cuerpo y grande de ánima”, “polido”(es decir, limpio) en su apariencia y vestir y que nunca puso al descubierto su cabeza.
La primera referencia escrita que tenemos sobre él data de 1446, en la Crónica, donde junto con otro paje, Fernando de Sesé, ambos dieciocho años, era criado en la Casa del maestre de Santiago y condestable de Castilla, don Álvaro de Luna.
ÁLVARO DE LUNA
Nacido en Cañete en 1390, fue introducido en la corte como paje de Juan II por su tío Pedro de Luna, arzobispo de Toledo, en 1408. Álvaro tuvo una gran influencia sobre Juan II, tal y como asegura la Crónica:
[El rey tomó] tanto amor [con Álvaro de Luna] que non podía estar nin folgar sin él, nin quería que durmiese otro con él en su cámara, en tal manera que la reyna doña Catalina veyendo aquesto, que de grand amor no podía nasçer sinon gran daño después segund que nasció, mandó echar del reyno al dicho Álvaro de Luna.
El 14 de julio de 1420 el infante de Aragón don Enrique perpetró el golpe de estado conocido como “El golpe de Tordesillas” que le permitió capturar al joven Juan, aunque gracias a la ayuda de don Álvaro el rey logró escapar de su cautiverio en Talavera de la Reina y refugiarse en el castillo de Montalbán. Como respuesta, el de Aragón dirigió sus huestes hacia allí, pero tuvo que levantar el cerco ante la amenaza de la llegada de las fuerzas comandadas por el otro infante de Aragón, su hermano Juan.
El 12 de junio de 1423 don Enrique se presentó ante Juan II después de haber recibido garantías personales, pero el monarca incumplió su palabra y ordenó la detención del aragonés en el castillo de Mora. El título de condestable de Castilla se lo concedió el rey a don Álvaro de Luna, afianzando así su posición dominante en la corte.
Tras la firma del Tratado de Torre de Arciel entre el rey de Castilla y Alfonso el Magnánimo, hermano mayor de los infantes de Aragón, se acordó la puesta en libertad del infante don Enrique. A partir de ese momento una parte de la alta nobleza castellana se unió en torno a los infantes de Aragón para hacer frente a don Álvaro de Luna y a su política de reforzamiento de la monarquía castellanoleonesa: reunidos en Valladolid en 1427, exigieron al rey que desterrara al condestable de la corte, pero el exilio solo duró cinco meses y en 1428 Juan II ordenaba a los infantes de Aragón que abandonaran la corte. Esta y otras decisiones fueron interpretadas por los reyes de Navarra y de Aragón como el paso previo para revocar lo acordado en el Tratado de Torre de Arciel lo que condujo a la guerra castellano-aragonesa de 1429-1430.
En la guerra civil castellana de 1437-1445 don Álvaro encabezó una de las dos facciones nobiliarias enfrentadas. A partir de su victoria su poder parecía incontestable, un poder basado en el afecto que le dispensaba el rey. Eso cambió cuando Isabel de Portugal, madre de Isabel la Católica, temerosa del inmensa ascendencia del condestable, urgió con insistencia a su marido a prescindir de él.
En 1453, el rey Juan II cedió. El 4 de abril, Álvaro de Estúñiga detuvo al condestable por orden del rey en Burgos y fue conducido al castillo de Portillo. El 1 de junio se le trasladó a Valladolid, donde fue juzgado y condenado en un juicio sin ninguna garantía jurídica. Fue decapitado en cadalso público en la plaza Mayor de Valladolid el 2 de junio de 1453.
CRÓNICA DE DON ÁLVARO DE LUNA, CONDESTABLE DE LOS REYNOS DE CASTILLA Y LEÓN.
“Assí como el venado ú otro cualquier animal, después que ferido es con saeta de yerba de ballestero, la misma yerba non le dexa reposar en parte alguna, antes lo apremia é lo aquexa, faciéndolo correr á unas partes é á otras espumajando, sin rescibir nin poder aver por manera del mundo descanso alguno, assí el malvado Alonso Pérez de Vivero, discurría en sus malos pensamientos á muchas partes sin reposo alguno, espumajando en sus entrañas, é revolviendo é trastornando en ellas por muchas é diversas maneras, la maldad suya”.
La Crónica de don Álvaro de Luna relata la vida del condestable como personaje de corte y de gobierno en el reino de Juan II de Castilla.
La obra comenzó a redactarse alrededor de 1453 y se publicó por primera vez alrededor de 1545 en Milán de forma anónima, aunque la autoría se atribuye a Gonzalo Chacón.
La Crónica de don Álvaro de Luna está estructurada en capítulos, y no en años, a diferencia de la gran mayoría de crónicas. Está compuesta por ciento veintiocho capítulo, cada cual con su correspondiente título explicativo.
1ª parte, del capítulo I al LXXIX
La estructura de la primera parte está destinada a justificar cada uno de los grandes pasos que don Álvaro de Luna dio en su imparable ascenso, vinculándolos a esta imagen de noble al servicio de la corona y figura leal al monarca.
2ª parte, del capítulo LXXIX al CXXVIII
Esta parte se centra en los intentos de asesinato y apresamiento, así como en la trama sobre la muerte del contador mayor de Castilla, Alonso Pérez de Vivero. Uno de los objetivos del autor es dar la impresión de que durante el último año de su vida el condestable estuvo acosado, mientras sus enemigos estaban respaldados por el rey.
El texto se encuentra a caballo entre tres géneros: la crónica, la biografía y la literatura. En el texto se da un orden cronológico al hacer referencias continuas al año en que ocurren los sucesos, pero también aporta una visión literaria al personaje, entretejiendo una estructura de actos con la intención de poner en valor la figura de don Álvaro.
ISABEL
Desde 1446 hasta la decapitación de don Álvaro de Luna, Chacón fue un personaje de relevancia en el escenario de Castilla: participó en el asedio de Toledo, en el cerco de Palenzuela, en 1452, y conocida fue su fidelidad demostrada a don Álvaro de Luna, junto con Sesé, en la víspera de su ejecución.
Una vez desaparecido el condestable y a pesar de los seguros del rey, Chacón y Sesé pasaron una temporada encarcelados. Antes, el condestable le había concedido a su camarero la fortaleza de Montiel, cuya toma de posesión de la encomienda tuvo que realizarla su padre en su nombre, allá por 1453.
Con la llegada de Enrique IV al poder, a partir de 1454 la figura de Gonzalo Chacón cayó en el olvido, ya que el nuevo monarca había sido enemigo acérrimo del condestable de Luna, razón por la que, seguramente, la Crónica permaneció anónima. Durante esos primeros años de reinado Chacón ejerció de mayordomo y tesorero de los infantes Isabel y Alfonso, hijos del segundo matrimonio de Juan II con Isabel de Portugal, quienes se instalaron en Arévalo con un pequeño séquito.
Chacón vio a los infantes crecer entre Arévalo y Madrigal, en el señorío de la reina viuda, en una situación que no correspondía a su estirpe real: el pequeño Alfonso estaba llamado a ser el heredero según el testamento de su padre, pero Enrique IV lo incumplió, circunstancia que llevó a la nobleza (encabezada por el marqués de Villena, Juan Pacheco) a exigir su reconocimiento como príncipe heredero, aunque no tardarían los rebeldes en sustituir a un hermano por otro.
Chacón instruyó a los infantes Isabel y Alfonso en conceptos como la defensa del poder de la Corona, la restricción del papel de los nobles y la necesidad de hacer una política que llevara a Castilla hacia nuevos objetivos. Durante esos años se forjaría una relación muy especial entre Isabel y Gonzalo, hasta el punto de convertirse en uno de las pocas personas de confianza en el círculo de la futura reina.
En cuanto a su vida personal, en Arévalo también conoció a su futura esposa Clara Alvarnáez, hija del alcaide, que figuraba en el séquito de Isabel de Avís y se convirtió, más tarde, en el ama que crio a doña Isabel la Católica.
La importancia de Gonzalo creció a partir de 1468, tras el acuerdo de los Toros de Guisando, donde su infanta fue nombrada heredera. La princesa le entregó poderes plenos para que, en su nombre, llevara a cabo la toma de posesión de los bienes que le correspondían como heredera, convirtiéndose en mayordomo y contador, pero no era la princesa la única que confiaba en él; el 7 de enero de 1469 el príncipe Fernando de Aragón le prometió el señorío de Casarrubios del Monte cuando fuera rey, cosa que Isabel cumplió cuando se lo confiscó — antes se lo había entregado Enrique IV — a Juan de Oviedo.
Tras la coronación de Isabel como reina Chacón consiguió la culminación de su venganza al recuperar el legado de Álvaro de Luna, en contra de las ambiciones nobiliarias encabezadas por Juan Pacheco, uno de los responsables de la muerte del maestre.
Chacón siempre estuvo al lado de Isabel en todo momento, como en octubre de 1470, cuando no dudó en ir a defender Ávila con los medios de los que disponía. Además, llevaba los libros de contaduría de la Casa, despensa y raciones de la reina, participó en todos los acontecimientos importantes del reino, incluida la guerra de Granada —Loja, 1486— contador mayor de Castilla, maestresala, guarda mayor y mayordomo mayor de la reina Isabel I de Castilla, que le llamaba afectuosamente mi padre. También se convirtió en contador mayor del príncipe Juan y de Castilla, comendador mayor de Montiel, de la Osa y de Caravaca; fue trece de la Orden de Santiago, alcaide del Cimborrio de Ávila y de los alcázares de Segovia.
Una de las mayores demostraciones del apoyo de la Corona fue cuando los reyes dieron el visto bueno al matrimonio de su hijo Juan con Luisa Fajardo, única heredera de Pedro Fajardo, el adelantado mayor de Murcia. Los reyes arreglaron la boda en abril de 1477, aportando un millón de maravedís y un juro de 200.000 maravedís anuales, a lo que Gonzalo Chacón añadió que sus tierras de Casarrubios formaran mayorazgo dentro del patrimonio de los Fajardo, aceptando incluso que los hijos del matrimonio llevaran el apellido del adelantado para que no se perdiera.
De aquel enlace nacería Pedro Fajardo, quien sería el primer marqués de los Vélez, cuya capilla familiar se encuentra en el ábside de la Catedral de Murcia, considerada una de las piezas más singulares de la arquitectura gótica. Pedro estaba obligado a llevar las armas de los Fajardo en el escudo, el cual también incluía las armas del comendador Gonçalo Chacón mi sennor y de mi abolengo que son dos lobos pardos e dos flores de lises….
MARQUESADO DE LOS VÉLEZ
El marquesado de los Vélez es el título nobiliario, hereditario y castellano que la reina Juana I de Castilla y el rey Carlos I concedieron a Pedro Fajardo y Chacón, cabeza del poderoso linaje murciano de los Fajardo, en 1507, en compensación a la incorporación del rico señorío de Cartagena, propiedad de Pedro, a la Corona de Castilla. El rey Carlos elevó la merced a la grandeza de España en 1535, título que fue ostentado por miembros de la Casa de los Vélez hasta 1713, cuando entró a formar parte de la Casa de Medina Sidonia en 1779.
El término jurisdiccional del marquesado se circunscribía a la actual Comarca de los Vélez (las villas almerienses de Vélez Rubio, Vélez Blanco, María y Chirivel), junto con los territorios de Albox, Benitagla, Albanchez y Arboleas, además de parte del reino de Murcia: los señoríos de Mula, Molina,Alhama, Librilla, Oria, Mazarrón y Cuevas del Almanzora, cada uno de los cuales incluía en sus territorios diversas poblaciones menores, por lo que el Marquesado comprendía alrededor de 114 lugares en las provincias de Murcia, Almería y Granada.
El estado feudal de los Vélez estuvo ligado a los marqueses hasta 1837, cuando se produjo la definitiva abolición del régimen señorial planeada en las Cortes de Cádiz de 1812. Con esto, el XIV marqués de los Vélez pudo vender la mayor parte de sus propiedades murcianas y solventar numerosas deudas que había contraído.
ÚLTIMOS AÑOS DE CHACÓN
En 1491 Gonzalo hubo de intervenir en el matrimonio de su nieta Isabel para casarla con el III conde de Paredes, Rodrigo Manrique, entroncando su linaje con uno de los apellidos más importantes del reino, los Manrique de Lara, una unión que se fortaleció todavía más cuando Juan Chacón se casó en segundas nupcias con Inés Manrique y, en su vejez, el mismo Gonzalo Chacón hizo lo propio tras enviudar de Clara Alvarnáez, casándose con María Manrique de Lara, hija del I conde de Osorno.
Chacón falleció en 1507 y fue enterrado en su capilla de San Juan en Ocaña. En su sepulcro figura oficialmente como señor de Casarrubios y Arroyomolinos, aunque el título que más valor la daría sería el de haber sido el hombre de confianza de Isabel I de Castilla, la mujer que cambió la Historia.
Ricardo Aller Hernández