Hernan Pérez del Pulgar

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Granada, abril de 1494.

Languidece el sol sobre las sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, que asisten como testigos silenciosos a la inminente recuperación de las tierras de Granada por parte de los cristianos.

Ave María gratia plena est. Justo antes de encabritar a su caballo para dirigirse en presencia de los Reyes Católico, Hernán Pérez del Pulgar otea desde un promontorio las 150 yugadas de tierra correspondientes a los señoríos de Dedil y Jayena concedidos por sus señores Isabel y Fernando en reconocimiento por la toma de aquesta villa no ha más de dos años, al comienzo de la campaña de Granada. Poco podía imaginar que al poco de tal reconocimiento las más insidiosas disputas entre nobles cristianos le llevarían a ver peligrar las propiedades que con su espada y su valor ha conseguido.

Recorre Pulgar las pocas leguas que le separan del asentamiento real meditando la propuesta piensa plantear a sus majestades en lo que se vislumbra como la cuadratura de un círculo: que los nobles consigan sus propiedades, que los reyes no se ganen enemistades por verse en la obligación de elegir entre uno y otros y que él no salga malparado de tal injusticia. 

          Acompañado por el arzobispo de Granada, fray Hernando de Talavera, se presenta ante la comitiva real entre redobles de atabales y sonido de trompetas y clarines. Al fondo, don Fernando y doña Isabel. Él, gesto adusto y sereno, ella, portadora de una luz especial, la que solo tienen los elegidos por Dios para cambiar el mundo. 

Es don Fernando el encargado de plantear el problema: varios nobles reclaman la propiedad de unas tierras en Alhama que los mismos reyes concedieron a don Hernán, lo que incomoda la posición de real equidistancia, un problema grave, sobre todo ahora, con la toma de Granada aún candente.

Mi voluntad no es otra que la de mis reyes. Ninguna detención habrá, poderosos señores, en volveros lo que me disteis; quisiera hubiera sido ofrenda voluntaria, y que no fuera restitución, lo que yo os ofrezco.

Agradece don Fernando la actitud de don Hernán con un gesto leve. A su lado, doña Isabel mueve la cabeza, visiblemente satisfecha. La reina es una mujer ambiciosa, en cuya cabeza está la decisión de forjar un reino que cambiará la historia. Y para eso precisa de hombres valientes y de honor como don Hernán

La vuestra fluye sangre limpia y mi voluntad es la de agradeceros vuestra fidelidad, por lo que en restitución de esas tierras perdidas os concedo la gracia de pedirnos a la reina y a mí lo que gustéis.

La respuesta agrada sobremanera a don Hernán, quien siente un estremecimiento al saber reconocida su fidelidad.

— Me alegra el alma ser merecedor de vuestra gracias, mis señores, y es esa confianza en vuestra magnificencia la que me hace atreverme a solicitaros, majestades, la propiedad y posesión de todos los molinos de la ciudad de Tremecén.

Atónitos quedaron los reyes ante la petición, pues aquellos molinos reclamados por don Hernán hallábanse en las tierras de Argelia, bajo dominio de los reyes musulmanes ziyánidas. 

La voluntad de Hernán Pérez del Pulgar no se cumpliríá hasta 49 años después, cuando Tremecén por fin pasó a dominio español tras una incursión encabezada por el conde de Alcaudete. Por aquel entonces don Hernán ya había abandonado esta vida, dejando a su hijo, bautizado con su mismo nombre, la toma de posesión de aquellos molinos.

EL PERSONAJE

Hernán Pérez del Pulgar nació en  Ciudad Real el 22 de julio de 1451. Hijo de familia noble, era pariente próximo de Alonso de Cárdenas, maestre de Santiago, y de Gutierre de Cárdenas, comendador mayor de León. Su vida militar comenzó en la guerra con Portugal, donde demostró su valor, siendo nombrado continuo de la casa real. 

En 1482 llegó a Alhama de Granada, siendo alcaide y capitán de la ciudad su tío Luis Osorio, obispo de Jaén. Fue nombrado contador por el rey Fernando el Católico y se ocupó de la guarda de la plaza, que tenía un relevante valor estratégico. A él le correspondió la reparación de muros, pago de sueldos de la guarnición, la provisión de abastecimientos y la participación en las incursiones en tierra mora.

En julio de 1483 a don Hernán ya se le conocía como el de las hazañas, por gestas como la de traer una recua cargada de provisiones desde Antequera: estando en el llano de Cantaril, entre Archidona y Loja, el miedo se apoderó de los castellanos al divisar moros en la frontera y quisieron regresar a Antequera, pero don Hernán se lo impidió, primero con palabras y luego a lanzadas. Una vez cruzada la sierra, las mesnadas llegaron a Alhama con las anheladas provisiones.

Por aquel entonces, Íñigo López de Mendoza, alcaide de la plaza, había sido autorizado por la reina Isabel a repartir casas y heredades en Alhama y su término a todos aquellos pobladores que aceptaran residir en la ciudad cuatro años seguidos. El contador Pérez del Pulgar fue uno de los que manifestó su intención de avecindarse en la villa, recibiendo por sus servicios a la corona varias casas, un molino, un horno, palomar, morales, veinte aranzadas de viñas y ciento cincuenta yugadas de tierras. 

En 1484, Gutierre de Padilla fue nombrado alcaide de Alhama, llevando a cabo distintas acciones de guerra en las que don Hernán participó activamente, como en la toma de la fortaleza de Zalia, que dominaba el camino a Vélez Málaga, en septiembre de 1485. Padilla, que había reanudado la tarea de repoblar Alhama, confirmó a Hernán Pérez del Pulgar la cuantiosa merced territorial otorgada por el conde de Tendilla con fecha de 11 de enero de 1486, pero no contento con eso, don Hernán insistió que fueran los propios monarcas quienes se la revalidaran, cosa que logró el 18 de febrero de 1484.

LOJA

El rey Fernando puso cerco a Loja el 13 de mayo de 1486. Trece días más tarde, Pulgar, que se había incorporado al Ejército Real, partía al frente de quince escuderos y sesenta peones para tomar la fortaleza de El Salar, al este de Loja. 

Astuto como era, el de las hazañas consiguió mediante un engaño que la guarnición granadina saliera a pelear en campo abierto y, tras derrotarla, conquistaron el interior de la fortaleza. Como recompensa, Pulgar recibió una vecindad de las mejores en esta ciudad, así como la tenencia del Salar, que guarneció con sus propios medios.

Desde ese momento Hernán Pérez del Pulgar estuvo presente en algunas de las campañas militares más importantes de la guerra de Granada: 

*En 1487, coincidiendo con el asedio de Vélez Málaga por los ejércitos castellanos, el emir Mohamed el Zagal se presentó con sus tropas en las alturas de Bentomiz, dispuesto a presentar batalla a los cristianos, siendo derrotado por las tropas castellanas.

*Conquistada Vélez Málaga, el rey Fernando envió a don Hernán a Málaga con una carta para el mercader Ali Dordux, cabeza de una facción que estaba dispuesta a entregar la ciudad sin lucha, pero no tuvo éxito en su misión. Pulgar pasó el año 1488 ocupado en impedir las incursiones granadinas sobre la tierra de Loja, protegiendo desde su fortaleza del Salar a los arrieros, corsarios y familias de colonos que se aventuraban a pasar por la zona. 

*El 12 de mayo de 1489 los reyes le otorgaron una importante merced territorial en satisfacción de los 100.000 maravedís que le debían por la tenencia de El Salar, incluyendo los sueldos de algunos de los peones. Le dieron trece caballerías de tierras de labor en término del Salar, de cuarenta fanegas de sembradura cada una, de regadío y secano a partes iguales, a las que se sumaron otras ochenta fanegas de secano que había recibido como vecino de Loja.

* En agosto de 1489, el ejército castellano sitiaba Baza. El día 16, Pulgar salió con un grupo de jinetes a saquear  aldeas próximas a Guadix, cuando al regreso los expedicionarios fueron perseguidos por una cantidad ingente de moros que los aventajaban en número. 

La desbandada castellana fue caótica. Tan solo don Hernán se mantuvo en su sitio, atando su lanza una toca de lienzo a guisa de enseña y encabezando una furiosa carga contra los musulmanes. La victoria fue de tal calibre que al día siguiente el rey armó caballero a Pulgar y el duque de Escalona le calzó las espuelas doradas. Tres meses después, una vez rendida Baza, el monarca autorizó al de Ciudad Real llevar un escudo de armas donde figurasen;

Un león e una toca por vandera en una lança e onçe castillos al género.

*En 1490 Boabdil atacó Salobreña para tratar de asegurarse una salida al mar por donde pudieran llegarle socorros desde el norte de África. Los vecinos mudéjares le abrieron las puertas de la villa, mientras que la guarnición cristiana se hacía fuerte en la alcazaba sin contar apenas con comida y agua. Al poco llegaron refuerzos por mar y ocuparon un islote próximo, mientras el alcaide de El Salar consiguió meter por un postigo setenta hombres en el castillo.

En una nueva demostración de ingenio, don Hernán hizo creer al enemigo que contaban con agua y provisiones en abundancia. Cuenta la crónica que el de las hazañas hizo colgar desde el adarve un cántaro de agua y una taza de plata para que pudieran beber de ella

que fue cabsa como los çercados se esforzaron e los çercadores se alzaron.

A todos esos reveses se sumó la pronta venida del rey Fernando desde Córdoba con la intención de cortar a Boabdil la retirada en el valle de Lecrín, obligando al musulmán levantar el asedio y volver a Granada.

*Finales de 1490. Estando en Alhama, don Hernán hizo voto de entrar en Granada, tomar posesión de la mezquita mayor para reconvertirla en iglesia y pegar fuego a la alcaicería, una intención que dejó escrito en un pergamino y que se completaba con un Ave Maria

La noche del 17 de diciembre salieron de Alhama 16 hombres, entrando a la ciudad de Granada por el punto de la muralla bajo el cual pasaba el Darro. Desde allí remontaron el curso del río hasta el puente de los Curtidores, quedando nueve escuderos a cargo de los caballos, mientras que Pulgar y los seis restantes se encaminaron por la ribera hasta llegar al Zacatín y, por la calleja del Tinte, salieron derechos a la puerta principal de la mezquita aljama, donde Hernán Pérez del Pulgar clavó el pergamino en la puerta que él mismo había escrito, hecho que causó grande alboroto y escándalo al Rey (Boabdil) y a los moros.

No consta documentalmente que Pulgar asistiera al cerco de Granada y tomara parte en la batalla de La Zubia, ni tampoco que interviniera en las negociaciones para la entrega de la ciudad. Ni siquiera llegó a recibir las heredades que los Reyes prometieron darle en la vega granadina.

LAS MEJORES PROMESAS SON ESAS QUE NO SE PUEDEN CUMPLIR

Muchas eran las riquezas de Granada y muchos los nobles que deseaban sacar tajada. Por aquella época las riquezas de don Hernán eran considerables, lo que ocasionó protestas que se alzaron a los Reyes Católicos. Esas envidias provocaban tensiones que colocaban a los monarcas en una posición delicada que podría generarles incómodas enemistades en un momento trascendental para la corona. Don Hernán, hombre inteligente y fiel vasallo, lejos de incomodar a sus majestades, mostró su disposición a repartir sus propiedades, con la promesa de que le darían lo que pidiera en equivalencia por los predios perdidos. En un documento firmado por los monarcas en Medina del Campo, el 9 de abril de 1494, salió a relucir que Pulgar pedía a cambio todos los molinos sitos en la ciudad de Tremecén y su Reino el día que se conquistaren aquellas tierras, a lo que accedieron gustosos los reyes.

ÚLTIMO HECHO DE ARMAS

Habiéndose sublevado los mudéjares de la Alpujarra y el valle de Lecrín a raíz de los graves incidentes acaecidos en el Albaicín de Granada, a fines de 1499, marchó don Hernán con su gente a sofocar la revuelta de la alquería de Mondújar, y lo consiguió dando muerte al alguacil local a la vista de toda la población.

          Tras este breve episodio bélico, Pérez del Pulgar, que estaba a punto de cumplir sesenta años, se retiró a la ciudad de Loja, de la que no tardaría en ser regidor. En 1506 moría su primera esposa, Francisca Montes de Isla, casándose en 1508 con Elvira de Sandoval

          Al parecer, don Hernán fue gran aficionado a la escritura, aunque poco se conserva de su producción: algunas cartas y una breve crónica sobre el Gran Capitán. El Breve parte de las hazañas del excelente nombrado Gran Capitán fue escrito en 1526 a petición de Carlos I. 

Coincidiendo con la estancia de Carlos I en Granada, en 1526 Hernán Pérez del Pulgar y su esposa eran facultados para fundar mayorazgo de El Salar y otros bienes a favor de su hijo. Tres días después, el emperador ordenaba que se hiciera efectiva la promesa formulada por sus reales abuelos, concediendo a Pulgar un lugar para enterramiento en la iglesia mayor  «pues fue el primero que tomó posesión della”.

En 1529, Pulgar fundó el mayorazgo dictando ciertas cláusulas. Una de ellas hace referencia a los molinos de Tremecén: en caso de que esta ciudad norteafricana fuera conquistada y no se hiciera efectiva la merced, Pulgar dispuso que le pidieran al Emperador la equivalencia de las ciento cincuenta yugadas que le habían quitado en Alhama. Por último, vinculó todo cuanto poseía en El Salar y Loja a favor de su hijo Fernando Pérez del Pulgar y Sandoval

Recién cumplidos los setenta y ocho años Pulgar se casó por tercera vez, en Loja, con Elvira Pérez del Arca, y el 12 de agosto de 1531 falleció en aquella ciudad, trasladándose sus restos a Granada para recibir sepultura en la Catedral. Su hijo intentó sin éxito comprar la jurisdicción sobre El Salar en 1559. Fue uno de sus descendientes quien lo consiguió en 1683, recibiendo el título de marqués del Salar al cabo de una década.

Ricardo Aller Hernández

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3 thoughts on “Hernan Pérez del Pulgar”

  1. Apreciado amigo, junto con mis felicitaciones, una fraterna sugerencia: Granada no era tierra musulmana conquistada por cristianos como indicas (muy poeticamente, por cierto) en el primer párrafo; eran tierras españolas y cristianas usurpadas y -en este caso- recuperadas. Gracias, disculpas y nuevamente felicitaciones!!

    1. Buenas noches.
      Por descontado que esas tierras eran españolas. Como todo es mejorable, he efectuado la correspondiente modificación para que no haya lugar a equívocos.
      Muchas gracias por el comentario.

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