La duquesa de Feria, Jane Dormer

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Jane Dormer, conocida en España como Juana, dama de compañía de la reina inglesa María Tudor, esposa de nuestro rey Felipe II, se convertiría en duquesa de Feria por su matrimonio con Don Gómez Suárez de Figueroa. Recordemos que Enrique VIII repudió a su legítima esposa, Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, al no poder darle un heredero varón y, ante la negativa del Papa a concederle la nulidad del matrimonio, ya que éste había sido perfectamente válido, se casó con su amante Ana Bolena, dando pie al cisma y constitución de la iglesia Anglicana, de la que el monarca inglés se convirtió en su cabeza.

Muerto Enrique VIII, le sucedió su hija María Tudor ― tras el breve reinado de Eduardo VI, truncado por su temprana muerte, causada por su frágil salud―, quien quiso restaurar el catolicismo en Inglaterra, labor en la que se implicó su dama de compañía Jane Dormer, nacida el 6 de enero de 1538, en Eythrope, en el condado inglés de Buckinghamshire. Aún muy niña cuando la ruptura de Enrique VIII, sin embargo, se crio en un ambiente católico, de arraigada fe, gracias a su familia paterna, que se mantuvo fiel a Roma, pese a las persecuciones emprendidas por la nueva iglesia anglicana contra los papistas. Así es, muerta su madre, Mary Jane, en 1552 – su familia materna sí se adhirió a la herejía anglicana -, se trasladó a vivir con su abuela paterna, Jane Newdigate Dormer, quien le supo transmitir unos sólidos valores religiosos.

Criada en la Corte y compañera de juegos del príncipe Eduardo, tras el breve reinado de este, pasó al servicio de María Tudor -la nueva dama de compañía era veinte años más joven que su soberana-, con quien desde el primer momento, la unió una estrecha amistad.

En 1554, María Tudor contrae matrimonio con el Rey Prudente, y este acude a Inglaterra con un gran séquito, en el que se encuentra Don Gómez Suárez de Figueroa, futuro duque de Feria. Pronto surgió ente ambos jóvenes una mutua atracción, pero Jane Dormer no quería abandonar a su reina, más aún ante las dificultades para restaurar la verdadera fe católica en Inglaterra.

Sin embargo, el 17 de noviembre de 1558, María Tudor fallece, no sin antes pedirle encarecidamente a su fiel dama de compañía que entregue a su hermana, la futura reina Isabel I, las joyas reales y, muy especialmente, el mensaje de que se mantenga fiel a la fe católica. Un consejo que, desde luego, la nueva monarca no cumplió, restaurando las leyes anglicanas promulgadas por su padre.

Tras la muerte de María Tudor, Jane Dormer se casa, el 29 de diciembre de 1558, con Don Gómez Suárez de Figueroa. Éste marcha pronto, en 1559, a Flandes, por orden de Felipe II, permaneciendo su esposa aún un tiempo en Inglaterra, arreglando sus asuntos antes de su marcha, pues presentía que aquella sería definitiva.

Por fin, Jane emprende el camino a Flandes, en estado de buena esperanza, a reunirse con su esposo, junto con su abuela, y numerosos católicos que marchaban al exilio acosados por la intolerancia de la nueva soberana anglicana.

Allí fue acogida cariñosamente por la gobernadora Margarita de Parma, que llegó a apadrinar a su hijo. La familia se estableció durante un tiempo en Malinas, antes de su definitiva partida a España (la abuela se quedaría en Lovaina, donde se entregó a la causa de defender a los católicos ingleses que huían de las persecuciones de los anglicanos).

Los duques de Feria, con su único hijo, pararon en Toledo, donde fueron recibidos por los reyes, y de ahí pasaron a Zafra, en Extremadura, su destino definitivo. Allí, aparte de gestionar sus propiedades, tras la muerte del duque en 1571, se dedicó a auxiliar a sus compatriotas católicos perseguidos – ingleses, irlandeses y escoceses-, y que buscaban refugio en España, ofreciéndoles cobijo y recursos para poder emprender una nueva vida en su país de adopción.

Asimismo, llevó una vida devota, haciéndose terciaria de la Orden de San Francisco. Tras su muerte, acaecida el 23 de enero de 1612, fue enterrada en el monasterio de Santa Clara, de Zafra.

Uno de sus secretarios personales, Henry Clifford, escribió una biografía sobre su señora, destacando que “con liberal generosidad empleó sus bienes para socorrer a los escoceses, ingleses e irlandeses, y otros católicos afligidos y fugitivos, que recurrieron a España para el ejercicio de su fe y religión”. En el museo del Prado, se conserva un cuadro de Antonio Moro, que podría ser un retrato de la duquesa. 

Jesús Caraballo

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