Como tantos españoles que han hecho grande la Historia de España, la figura del fraile jerónimo Pedro de Alcalá es un gran desconocido, pese a ser el autor de la primera gramática y el primer vocabulario del árabe, siendo especialmente meritorio, al no tratarse de su lengua materna. La primera gramática, como sí es bien conocido, fue la del Castellano, de Antonio de Nebrija.
Poco se sabe de este fraile, natural de Alcalá de Henares, donde vio la luz en torno a 1.455, salvo que fue confesor, nada menos que de Fray Hernando de Talavera, primer Arzobispo de Granada, tras la toma de ésta por los Reyes Católicos, en 1.492, poniendo así fin a una larga Reconquista que duró ocho siglos.
Un desconocimiento que no pudo resolver el General de la Orden Jerónima, Fray Rafael de Zea, quien en 1.807 apremió a los priores de sus conventos a que investigaran en sus archivos para poner luz sobre esta insigne figura.
Posiblemente, el ilustre gramático complutense acometió su difícil, a la vez que ilusionante tarea, por indicaciones de Fray Hernando de Talavera, quien siguiendo las directrices de los Reyes Católicos, querían facilitar la comprensión, al tiempo que fomentar la conversión voluntaria a la fe católica de sus nuevos súbditos moriscos. De tal modo que nuestro protagonista, se planteó “sacar a esta gente nuevamente convertida de las tinieblas y muchos herrores”.
Conviene recordar que tras la conquista del reino nazarí, a los moriscos, cuya conversión no fue en ningún momento forzada – por cierto, que los intentos de evangelizarles resultaron en su mayoría infructuosos-, se les respetaron vidas y haciendas. Es más, al propio rey Boabdil, los Reyes Católicos le concedieron un Señoría en las Alpujarras, que al cabo de unos años revendió a los propios monarcas, para con sus dineros marchar voluntariamente al norte de África, afincándose en Marrakech, donde murió despreciado por los suyos por haber perdido Al-Andalus. Además, tras la toma de la ciudad, se prohibió expresamente a los soldados hacerse con botín, siendo compensados con tierras en la recién fundada ciudad de Santa Fé, que luego fue utilizada como modelo por el rey Carlos I, en la planificación de las nuevas villas de los virreinatos americanos.
A la gramática “Arte para ligeramente saber la lengua Arauiga”, le seguirá el primer diccionario del árabe a una lengua europea, bajo el título de “Vocabulista arauigo en letra castellana”. En este diccionario, Fray Pedro de Alcalá escribirá las palabras árabes con caracteres latinos, según su fonética, siendo luego éstas reescritas en caracteres arábigos por el también fraile jerónimo Fray Patricio de la Torre, de San Lorenzo de El Escorial, en un trabajo que, aunque muy avanzado, quedó inconcluso a causa de la invasión francesa, en 1.808. Las obras de Fray Pedro de Alcalá fueron impresas, al mismo tiempo, en 1.505, en Granada, por Juan Varela de Salamanca.
El logro de Fray Pedro de Alcalá se suma al de una pléyade de españoles, muchos religiosos, que fueron pioneros en la elaboración de gramáticas. A la Gramática Castellana, de Antonio de Nebrija, primera editada de una lengua moderna y publicada en 1.492, le siguió la escrita en náhualt de Andrés de Olmos en 1.547, es decir, la lengua de los méxicas. También conviene recordar la primera gramática del chino y del japonés, escritas ambas por dos españoles, el dominico Francisco Díaz, en 1.643, y el franciscano Melchor Oyanguren de Santa Inés, en 1.738, respectivamente; la del tagalo, de Francisco de San José Blancas, en 1.745, y así sucesivamente hasta más de 600 gramáticas escritas por españoles, la mayoría religiosos, y todas ellas las primeras de la Historia .
Jesús Caraballo