Muere Jerónimo de Ayanz (23 marzo 1613)

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Cuando el 23 de marzo de 1613, murió en Madrid Jerónimo de Ayanz y Beaumont, solo habían transcurridos dos años desde que había publicado sus trabajos para demostrar que no era posible construir una brújula insensible a la declinación magnética y por lo tanto que no era este el sistema para calcular la posición en longitud de un navío en alta mar. Podemos pensar que nos encontramos con una oscura y olvidada personalidad científica del siglo XVII, habríamos acertado en cuanto a lo de olvidada, pero nos habríamos quedado cortos en lo de científica. Ayanz no lo solo era científico, era también militar, atleta, escritor y conocido frecuentador de tertulias mundanas. Fue el Leonardo da Vinci español.

Nacido en 1553 en Navarra, en el seno de una familia de la alta aristocracia. Descendía por padre y madre del rey Carlos de Navarra. Su padre era militar y había participado en diversas acciones al servicio del rey de España. De pequeño ya destacó por su corpulencia física (era un gigantón), su voz, su oído musical y sus habilidades en aritmética, latín y dibujo. Era el segundón de la familia y por tanto no podía aspirar al gobierno del señorío familiar. De ahí que su padre utilizara sus influencias para que entrara al servicio de Felipe II como paje real.

La educación de un paje real era lo mejor que se podía obtener en aquella época y que los prejuicios no os nublen el entendimiento. La formación consistía en el estudio de letras y artes, manejo de las armas, aritmética, algebre, geometría, astronomía, cosmografía, náutica, fortificación, artillería, arquitectura e ingeniería. El imperio necesitaba gente preparada.

En 1574 lo encontramos en la acción fracasada de recuperación de la fortaleza de La Goleta. Pasa en 1575 a la Lombardía bajo el mando de Farnesio. Hace el Camino Español acudiendo a la llamada del Duque de Alba. Participa en la campaña contra los holandeses y en el asalto de la ciudad de Zierikzee es herido gravemente cuando repelió el ataque de varios contrincantes, a pesar de su estado.

Lo encontramos en 1579 en la ciudad de Madrid, convaleciente. Pero todavía no había tenido bastantes aventuras cuando en 1580, organiza a su costa un destacamento para participar, a las órdenes de Sancho Dávila, en la campaña de Portugal. En 1581 evitó el atentado que un francés planeaba contra Felipe II. En 1582, bajo las órdenes del marqués de Santa Cruz, embarca en los navíos que rumbo a las Azores participaron en la batalla de la Isla Terceira. En 1589, reúne tropas navarras y murcianas, también a su cargo para acudir a La Coruña en apoyo de Juan Padilla a repeler el ataque ingles de la contraarmada dirigida por Francis Drake.

Era momento de descansar y buscar una poltrona confortable. En 1597 Felipe II le nombró administrador general de Minas del Reino. El cargo representaba ser responsable de las 550 minas que había entonces en España y en América. Podía haberse quedado tranquilamente en Madrid, leyendo los informes de sus oficiales, pero  se lanzó a un incómodo viaje a las regiones mineras del sur, que iba a durar casi dos años, pera evaluar las condiciones de explotación sobre el terreno.

​Su viaje tuvo dos consecuencias. Redactó un informe donde se proponían reformas económicas que se adelantaban cien años a las tesis capitalistas y se puso manos a la obra para inventar artefactos y técnicas que resolvieran prácticamente los problemas que había visto sobre el terreno.

¿El resultado?

Ayanz desarrolló una balanza de precisión que era capaz de «pesar la pierna de una mosca», según se dice en la documentación al respecto, para mejorar los análisis de los minerales. Inventó nuevos tipos de hornos para operaciones metalúrgicas, industriales, militares e incluso domésticas. De pasada diseñó unos dispositivos similares a los denominados «suspensión Cardan» (supuestamente atribuida a Cardano), para dar estabilidad a los hornos portátiles. También se dedicó al problema del tratamiento de los minerales y desarrolló numerosos molinos, entre ellos los de rodillos cuya invención se suponía realizada en el siglo XIX. Introdujo muchas mejoras en los molinos de viento, y propuso diversos modelos, de turbina, de tornillo, que no llegaron a desarrollarse hasta el siglo XIX. Diseñó presas de agua en forma de arco y bóveda, que son las que hoy se emplea en las modernas presas de hormigón. Bombas hidráulicas de émbolo para el achique de agua de los navíos, de pistón en forma de husillo. En el ámbito del mundo submarino, equipos de buceo, con renovación de aire continua e incluso un submarino. Maquinas de vapor, eyectores, maquinas frigoríficas.

Todo ello en el corto espacio de tiempo entre 1598 y 1602.

En 1611, forma una empresa para la explotación de unas minas de plata en Guadalcanal, cerca de Sevilla que estaban anegadas y nadie sabía cómo extraer el agua. Ayanz aplicó sus inventos y comenzó la explotación. Sin embargo la muerte le llegó en 23 de marzo de 1613, después de una penosa enfermedad.

Felipe III había firmado un privilegio de concesión de patente donde se describían sus invenciones, pero como en una película de Indiana Jones, el documento quedó enterrado en el Archivo de Simancas, donde permaneció sin estudiarse hasta nuestros días.  Fue otro español, adelantado a su tiempo.

Manuel de Francisco Fabre

https://es.wikipedia.org/wiki/Jerónimo_de_Ayanz_y_Beaumont

http://dbe.rah.es/biografias/19072/jeronimo-de-ayanz-y-beaumont

http://historico.oepm.es/museovirtual/galerias_tematicas.php?tipo=INVENTOR&xml=Ayanz%20Beaumont,%20Jer%C3%B3nimo%20de.xmlhttp://jacmatic.com/NOVAWEB/documents/Jeronimo%20de%20Ayanz.pdf

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