BARCOS PARA LA HISTORIA. EL SAN ILDEFONSO

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Los aficionados al modelismo pueden disfrutar con la construcción de la imponente maqueta del navío San Ildefonso. Pensada para modelistas de nivel avanzado y con experiencia en el  manejo de las múltiples piezas que componen esta maqueta de escala 1:70, con una eslora de 1.250 mm, una manga de 470 mm y altura de 895 mm.

El kit es bastante completo, acorde al precio: modelo en kit de madera de construcción tradicional, casco hueco y maderas para el forrado tanto del casco como del puente, falsa quilla, cuadernas y cubierta de madera contrachapada troqueladas con láser de fábrica, accesorios y decoraciones de madera, metal de fundición y latón, velas e hilos para la arboladura y planos con instrucciones de montaje e ilustraciones paso a paso en varios idiomas.

El resultado, una vez concluido, es impresionante. Recreando con gran fidelidad un buque de guerra es una máquina compleja, un taller flotante hecho para luchar, sujeto a reglamentos y a ordenanzas, donde los hombres trabajan y mueren como autómatas sin otra responsabilidad que la lealtad y la competencia, tal y como diría Arturo Pérez-Reverte en su libro Cabo Trafalgar. De hecho, después de observar la maqueta del barco, parece escucharse en el ambiente algún fragmento de la novela.

Todos aquellos infelices, los soldados que acuden a disparar por las portas, los reclutas de leva, los campesinos sacados de sus casas, los mendigos, la chusma arrancada de tabernas, hospicios y penales que ahora se afana en torno a los cañones, asomados a la boca misma del infierno, corean con rugidos que sí, que vivaspaña, cagüensanpedro y cagüentodo, joder, Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores.”

Y lo gritan, y lo dicen, y lo murmuran borrachos de pólvora, espantados tanto del enemigo como de sí mismos, mientras empujan los cañones, meten las balas y disparan una y otra vez, ciegos, ensordecidos, desesperados ahora y en la hora de nuestra muerte, amén, con la certeza súbita de que sólo el más salvaje, el más cruel, el que cargue y dispare y blasfeme y rece con mayor rapidez y eficacia, podrá sobrevivir a la jornada.

EL SAN ILDEFONSO

El San Ildefonso se comenzó a construir en Cartagena en 1784, según proyecto y dirección de José Romero de Landa, quien se inspiró en el navío San Juan Nepomuceno, y con informe favorable de José de Mazarredo.

Salía a barlovento como las fragatas; gobernaba y viraba como un bote; tenía una batería espaciosa…, estable en todas las posiciones, casos y circunstancias (Mazarredo).

          El 22 de enero de 1785, víspera de la festividad de San Ildefonso, el barco fue lanzado al agua, recibiendo el nombre de San Ildefonso. Estuvo su primer año de pruebas junto a las fragatas Brígida, Casilda y el San Juan Nepomuceno Tras los favorables informes, este modelo se convirtió en el prototipo de los siete navíos que se construyeron en los siguientes años y que recibirían el nombre de Ildefonsinos, construidos en El Ferrol, La Habana y Cartagena: San Telmo, San Francisco de Paula, Europa, Intrépido, Infante don Pelayo, Conquistador y Monarca.

Su coste ascendió a 3.311.760 reales y al mando quedó el capitán Ignacio María de Álava de un barco con las siguientes dimensiones, dadas en pies de Burgos y pulgadas: de eslora, 190;, de manga ,52; puntal: 25 y arqueo 1.619 1/2

En el año 1790 el San Ildefonso formó  parte de la escuadra del marqués del Socorro, siendo su comandante Domingo de Nava Tres años más tarde, se integró en la Escuadra de Francisco de Borja.

En agosto, durante la ocupación de Tolón, el navío fue el buque insignia de la escuadra comandada por Federico Gravina y Nápoli. Junto con el San Agustín, el Bahama y el San Leandro, es designado por Juan de Lángara para proteger el desembarco de las tropas. Además, con la sola ayuda del San Joaquín, bloqueó toda comunicación marítima de Marsella.

          A principios de 1794, bajo el mando del brigadier Antonio de Escaño y García, se le ordenó llevar a Italia a 500 refugiados toloneses, pero al llegar a Liorna el gobernador de la plaza se negó a aceptarlos, aunque al final fueron admitidos gracias al empeño de Escaño.

El comandante del navío San Ildefonso es una cabeza privilegiada; marino que no tiene nada que envidiar al más engreído británico (Azara, embajador español en Roma)

En 1795 pasa a la escuadra del Océano y posteriormente a la del mediterráneo. Dos años después, en 1797, participó en la derrota española en el Cabo San Vicente. En aquella ocasión el San Ildefonso estaba dirigido por Rafael Mestre, quien sería suspendido del mando por tres años.

Durante los años siguientes, el navío se encargó de trasladar tropas a Santa Fe y Caracas (1798), de Veracruz a La Habana y de Cádiz a Surinam (1799).

          En el año 1799, acompañado del navío San Fulgencio y de las fragatas Esmeralda, Santa Clara y Medea, forma parte de una división al mando de Dionisio Alcalá Galiano al que le asignan la misión de traer 7 millones de duros a España desde América, burlando el bloqueo británico. En ese viaje estaba embarcado como pasajero Simón Bolívar, que por aquel entonces era subteniente de las milicias de Caracas y al que su familia había mandado a España a estudiar.

          En 1800, Francisco Alcedo y Bustamante era el responsable del San Ildefonso, responsabilizándose de la misión de hostigar a los navíos británicos que se presentaban en La Habana.

TRAFALGAR

A comienzos del siglo XIX, los ataques ingleses a naves españolas fueron en aumento a lo largo de 1804. La situación, insostenible, llevó a España a declarar la guerra a Gran Bretaña el 12 de diciembre de 1804, firmando un tratado de alianza con Francia el 4 de enero del año siguiente.

Con sólo doce horas que tengamos el dominio del Canal, Inglaterra habrá dejado de existir (Napoleón Bonaparte)

España se comprometió con Francia a poner a su disposición una treintena de navíos de línea, entre ellos el San Ildefonso.

El plan francés consistía en la salida de varias escuadras francesas que debían reunirse con las españolas en las Antillas para atraer hacia allí a la armada británica. Cuando esto se produjera, la fuerza combinada franco-española debía volver rápidamente al Canal y transportar el ejército imperial a Inglaterra. El plan no salió como se pensaba y solo el almirante francés Pierre Charles Silvestre de Villeneuve consiguió salir de Tolón evitando la escuadra del almirante británico Horacio Nelson, que vigilaba el Mediterráneo. Una vez la escuadra española, al mando del teniente general Federico Gravina, se incorporó a la flota francesa, las naves pusieron rumbo al Caribe.

Tras realizar varios ataques a las posesiones británicas y cerciorarse de que Nelson había mordido el anzuelo, Villeneuve regresó a Europa, pero al llegar cerca de Finisterre, la flota combinada se topó con la escuadra británica que bloqueaba El Ferrol. El 22 de julio se libraba el combate de Finisterre que, pese a la superioridad numérica franco-española, quedó en tablas por la indecisión del francés.

Estoy satisfecho de los españoles; no tanto de mi almirante, que nos hubiera proporcionado una gran victoria si hubiese mostrado más energía.

Asaltado por las dudas, Villeneuve no esperó en aguas gallegas la llegada de refuerzos franceses y puso rumbo a Cádiz, donde llegó el 20 de agosto.

El 6 de septiembre, Napoleón decidió sustituir a Villeneuve y envió en su lugar al almirante François Étienne de Rosily, pero, mientras este no llegaba, dio orden a Villeneuve que más adelante se mostraría errónea: adentrarse en el Mediterráneo para apoyar las operaciones terrestres que se llevaban a cabo en Nápoles.

Por aquel entonces la bahía de Cádiz estaba bloqueada por una escuadra británica. El 8 de octubre, Villeneuve convocó una reunión en su buque insignia, el Bucentaure, en la que los españoles aconsejaron esperar a los británicos en la bahía y no arriesgar la salida, pues que los barómetros estaban bajando y anunciaban mal tiempo.

Tras un encendido debate, se decidió permanecer en Cádiz, pero cuando al francés le llegó el rumor de que Rosily venía de camino para sustituirle ordenó la salida de la flota combinada, a pesar de la advertencia de Cosme Damián Churruca.

Despídete de tus padres, porque mi suerte será la tuya: antes de rendir mi navío lo he de volar o he de echarlo a pique (Churruca a uno de los suyos).

20 de octubre de 1805. La flota combinada compuesta por 18 navíos franceses y 15 españoles, no pudo dejar la bahía debido a la falta de viento. Por la tarde, Villeneuve ordenó a la flota poner rumbo a Gibraltar y, poco antes del anochecer, formar la línea de batalla ante la cercanía del enemigo.

Madrugada del 21 de octubre. Los enemigos se avistaron, aunque los débiles vientos ralentizaban cualquier maniobra. A las 8 de la mañana, Villeneuve tomó una mala decisión, otra vez, al ordenar virar en redondo para evitar que Nelson pudiera cortarle la retirada a Cádiz.

El almirante no conoce sus obligaciones y nos compromete (Cosme Damián Churruca).

La maniobra fue ejecutada, pero, al ser el viento más flojo en cabeza que en cola, se provocaron apelotonamientos y la línea de batalla quedó confusa. El almirante Gravina, que había quedado en retaguardia con su barco, el Príncipe de Asturias, dio órdenes para rectificar la formación, pero poco se pudo hacer ante la llegada de la flota británica, compuesta por 27 navíos en dos columnas, una bajo su mando y encabezada por su buque insignia Victory, y otra al mando del vicealmirante Cuthbert Collingwood, instalado en el Royal Sovereign.

Antes de mediodía, Nelson envió la señal de batalla a sus buques:, mientras los españoles izaban en el mástil una cruz de madera, a la vieja usanza de su marina desde Lepanto, dispuestos a recibir a los británicos.

Villeneuve dio orden de abrir fuego y el combate se inició cuando el Fougueux disparó sobre el Royal Sovereign. La columna de Collingwood se interpuso entre la retaguardia y el centro de la línea franco-española, al tiempo que la encabezada por Nelson, un poco más retrasada, marchaba directa a incrustarse en el centro aliado, donde se hallaban el Bucentaure y el Santísima Trinidad.

Los británicos consiguieron cortar la línea aliada en dos partes, quedando 10 barcos en vanguardia, de los cuales sólo unos pocos pudieron incorporarse a tiempo al combate. Los otros 23 navíos se enzarzaron con los británicos en numerosas escaramuzas. Así, el Bahama se enfrentó inicialmente contra dos navíos de la columna de Collingwood y después contra otros dos, hasta que un proyectil arrancó la cabeza a su comandante, Alcalá Galiano.

¡Tengan todos entendido que la bandera está clavada! ¡Este barco no se rinde! (Alcalá Galiano, antes de morir).

Finalmente, el Bahama, gravemente dañado, acabó capitulando.

Por su parte, Churruca comandó el San Juan Nepomuceno con gran valor. El navío ocupaba el último lugar de la línea de batalla y se enfrentó sucesivamente a cinco navíos británicos. El guipuzcoano perdió la pierna de un cañonazo, pero, en un gesto heroico, pidió un barril de arena a fin de cortar la hemorragia y permanecer erguido para continuar dando órdenes. Tras cuatro horas de combate, el Nepomuceno acabó rindiéndose a los ingleses.

Si oyes hablar de la captura de mi barco, piensa que he muerto(Churuca a su hermano).

El contraalmirante del Formidable, Pierre Dumanoir, reaccionó con lentitud pese a que los españoles le apremiaban a virar para acudir en socorro del resto de la flota. Ante la superioridad británica, Dumanoir huyó con cuatro barcos franceses hacia Gibraltar sin apenas haber luchado,; por su parte, Gravina, consciente de que la batalla ya estaba decidida, logró reunir 11 navíos y los dirigió a Cádiz en busca de refugio. Hacia las seis de la tarde, el combate acabó tras la explosión de un navío francés, el Achille.

La flota franco-española perdió 23 de los 33 barcos que iniciaron el combate en Trafalgar

          En cuanto al San Ildefonso, su capitán era por entonces José Ramón de Vargas. Durante la batalla sufrió a bordo 34 muertos y 126 heridos. Fue capturado por los ingleses y reutilizado por la Royal Navy bajo el nombre de HMS Ildefonso. La bandera española del navío está actualmente expuesta en el National Maritime Museum de Londres.

Ricardo Aller Hernández

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