Dos herejias en la Edad Media, Cátaros y Valdenses (y II)

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Los Valdenses

Po

Podemos manifestar que el nacimiento de esta organización cristiana que se desgaja de la religión oficial, aparte de los motivos personales de su iniciador, tuvo como una de las raíces principales la reacción contra el gran esplendor de la ostentación externa que existía en la Iglesia medieval; era una protesta contra la forma de vida mundana de algunos eclesiásticos. En esas condiciones, los valdenses practicaban una pobreza extrema, característica de su forma de vivir, y enfatizaban con sus prácticas, la necesidad de la tarea de predicación que estaba tan abandonada.

Un movimiento como el que inició Francisco de Asis en 1209 con la diferencia de que los franciscanos fueron aceptados por los Papas, mientras que los valdenses fueron anatematizados.

Dentro de los seguidores de esta secta hay quienes defienden que se remonta a los primeros años del cristianismo, cuando S. Pablo, camino de España, al visitar los valles del Piamonte estableció unas comunidades en las que se practicaban los fundamentos de la Cristiandad primitiva. Hay quienes aseguran que el nombre de valdenses les viene por estos valles.

No obstante, la primera noticia histórica real que tenemos de ellos, pues fueron coetáneos de los cátaros, es que un rico comerciante lionés, llamado Pedro Valdo quien allá por el año 1173, ante la muerte repentina de un amigo íntimo con quien estaba conversando, reaccionó con temor y ansias de salvación para su alma, por lo que fue a consultar con un sacerdote, que le repitió las palabras de Cristo al Joven rico, que se narran en el Evangelio de S. Mateo (19:21) : “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme”.

El aterrorizado Pedro, tomó estas palabras al pie de la letra y, a pesar de que estaba felizmente casado y tenía dos niñas, tras dejar a su esposa bien proveída para el resto de sus días e ingresar a sus hijas en el monasterio de Fontevrault, repartió sus bienes entre los pobres, pidió a los sacerdotes Etienne d’Anse y Bernard Ydros que le tradujesen al occitano los Evangelios, así como otros libros de la Biblia, y se dedicó con ahínco a su estudio, hizo voto de pobreza y, junto con otros hombres piadosos que se le habían unido, comenzó a predicar libremente cómo él interpretaba las Sagradas Escrituras por las calles de Lyon.

Este grupo que, cada vez se ampliaba más, fue pronto conocido como los Pobres de Lyón, así como también Valdenses o Insabattatos, por el calzado que llevaban. Esta denominación era una corrupción de la palabra latina sabatum, que equivale a zapato. La causa de que la adoptaran era que llevaban zapatos cortados en la parte superior como símbolo de pobreza.

Entre ellos se practicaba un comunismo elemental, pues no había propiedad individual y lo que cualquiera poseía pertenecía a los demás, al estilo de la Iglesia primitiva.

Estaban descarriados, pero eran honestos y austeros al mismo tiempo que procuraban ajustarse lo más posible a las enseñanzas evangélicas. No llevaban armas como los cátaros y acudían a las asambleas de los católicos, si bien ocultaban su pertenencia a la secta.

Defendía la teoría de que cualquier cristiano, ya fuese hombre o mujer, podría predicar, siempre que tuviese suficiente conocimiento de las Escrituras

Estas prédicas sin los conocimientos suficientes de teología estaban plagadas de errores doctrinales, por lo que en 1179 el Papa Alejandro III, al que el propio Valdo había apelado, ya que se les prohibía que predicasen, le vetó que lo hiciesen sin el consentimiento del obispo de Lyon quien no les dio su beneplácito pues consideró que sus doctrinas eran diferentes de lo expuesto en los Evangelios.

Pedro no lo aceptó y tanto él como sus compañeros continuaron con la tarea emprendida, a pesar de la amenaza de excomunión que había caído sobre ellos. El edicto de anatema le benefició en lugar de perjudicarle, pues fueron muchos más los que se le unieron.

En 1181 la doctrina valdense fue condenada por el papa Lucio III. Bernardo, arzobispo de Narbona, los declaró herejes algún tiempo más tarde, pero ellos no cejaron en su empeño. Tan seguros estaban de su ministerio que en 1212 pidieron a Inocencio III que su orden fuera admitida como tal, pero el mismo papa los condenó en el concilio de Letrán tres años después

Pedro Valdo fue expulsado de Lyon y llegó hasta Polonia donde murió en 1217.

La doctrina de los Valdenses

Podemos resumirla en los siguientes puntos:

-Observaban el sacramento del Bautismo, aunque rechazaban esta práctica en los niños.

-Creían en la Santísima Trinidad.

-Rechazaban como erróneas las enseñanzas de la Iglesia Católica, como la transubstanciación, el Purgatorio, las oraciones por los difuntos y a los Santos.

-Aceptaban todos los libros del Antiguo Testamento

-También admitían la existencia de un Dios creador.

-Consideraban honorable la institución del matrimonio.

Precisamente el inquisidor de Passau, Reininerius, en el siglo XIII decía de los valdenses que era la secta más perniciosa que había tenido la Iglesia Católica, pues, entre otras cosas, mientras las demás despiertan horror y la repulsa de sus oyentes por sus blasfemias en contra de Dios, ésta demuestra una gran semblanza de piedad; tanto que sus adherentes viven justamente delante de todos los hombres y creen en todos los artículos del Credo, respetando en todo a Dios: Solamente blasfeman de la Iglesia y del clero romanos; por esto tan grandes multitudes de laicos les prestan atención.

En otra ocasión manifestó sobre ellos:

Los herejes valdenses se distinguen por su comportamiento y el habla. Son impasibles y sensatos. No se esfuerzan en llamar la atención con vestidos extravagantes o indecorosos. No son comerciantes con el fin de evitar mentir, jurar o engañar. Viven únicamente del trabajo artesano de sus manos. También sus maestros son tejedores y zapateros. No acumulan riquezas, sino que se contentan con lo necesario para vivir. Comen y beben con moderación, no frecuentan posadas ni van a bailes u otros lugares de mala reputación. Son lentos para la ira. Son trabajadores, se dedican a aprender y a enseñar. Les reconocerán por su manera de hablar: con cordura y veracidad. No difaman, no hablan con palabras vulgares o vacías. Evitan toda expresión que pueda ser mentirosa o de juramento. No dirán ‘sinceramente’ o ‘de verdad’, sino que se limitarán a decir ‘sí’ o ‘no’. Según ellos hacen así porque Jesús lo ordenó en Mateo 5:37«.

De Francia pasaron a Italia y norte de España donde el rey Alfonso II de Aragón los desterró de sus dominios y prohibió que les suministraran abrigo y alimentos.

En el año 1194 se convocó una asamblea de prelados y de nobles en Mérida a la que asistió personalmente Alfonso II de Aragón que dictó el siguiente decreto:

Ordenamos a todo valdense que, en vista de que están excomulgados de la Santa Iglesia, son enemigos declarados de este reino y tienen que abandonarlo, e igualmente todos los estados de nuestros dominios. En virtud de esta orden, cualquiera que desde hoy se permita recibir en su casa a los susodichos valdenses, asistir a sus perniciosos discursos o proporcionarles alimentos, atraerá por esto la indignación de Dios Todopoderoso y la nuestra; sus bienes serán confiscados sin apelación y será castigado como culpable del delito de lesa majestad; además cualquier noble o plebeyo que encuentre dentro de nuestros estados a uno de estos miserables sepa que si los ultraja, los maltrata o los persigue, no hará con esto nada que no nos sea agradable

Pero ni la guerra ni la persecución inquisitorial lograron eliminarlos.

Cuando llegó la reforma protestante muchas comunidades valdenses se unieron a ella, sin embargo, las italianas tuvieron una iglesia independiente.

En los valles del Piamonte gozaron de una relativa paz desde 1536 a 1559. En 1561 se les concedió a ciertos distritos el libre ejercicio de su doctrina. La persecución volvió en el año 1665, pero sin resultado alguno, y motivó que muchos de ellos emigrasen a Suiza y Alemania.

Al ocupar Napoleón el Piamonte, en el año 1799 les concedió la libertad de expresar públicamente sus creencias. Volvieron a ser perseguidos cuando regresó la Casa de Saboya, pero finalmente en 1848, con Carlos Alberto, rey del Piamonte-Cerdeña les otorgó la libertad completa y permanente.

Emigraron a América, y fundaron misiones en especialmente en Uruguay, Argentina, y en distintos puntos de EE.UU. donde las Iglesias Evangélicas se consideran descendientes de ellos, aunque otras, no unidas al protestantismo, siguen las normas y preceptos valdenses y como tales se consideran.

Hoy en nuestra Patria los valdenses constituyen la Iglesia Evangélica de España y otras más, todas articuladas en torno a la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España.

El Papa Francisco, dentro del movimiento ecuménico que busca la unidad de los cristianos, hace patente el redescubrimiento de la fraternidad que une a todos los que creen en Jesús y que fueron bautizados en su nombre, por ello en la visita que realizó a Turín, tierra de sus antepasados, el día veintidós de junio de 2015 visitó el templo valdense en el que pronunció las siguientes palabras: «De parte de la Iglesia Católica les pido perdón por las actitudes y los comportamientos no cristianos, hasta inhumanos, que en la historia hemos tenido en su contra. ¡En nombre del Señor Jesucristo, perdónennos!»

Este pronunciamiento Papal cerró los 838 años de persecuciones y condenas contra los Pobres de Lyon, o Valdenses, iniciando ¿Quién sabe? una nueva etapa de perdón y reconciliación.

Manuel Villegas

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