EL GLORIOSO, GRANDEZA EN LA DERROTA

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El último combate del Glorioso. Ferrer- Dalmau

El carácter inevitable de la derrota solo desalienta a los cobardes (Alejandro Dolina)

Huele a pegamento, a acetona y a barniz en la sala de trabajo. Con las manos manchadas de cianoacrilato, el hombre observa con atención los planos de la maqueta del barco que le han encargado realizar: un navío de línea de 2 puentes bautizado como San Ygnacio de Loyola, más conocido como el Glorioso, de 70 cañones, 150 toneladas y con capacidad para una tripulación de 500 hombres, el mismo que plantó dura batalla a 12 barcos ingleses en tres batallas diferentes durante 1747.

El trabajo es complejo. El cliente quiere la máxima fidelidad con el barco auténtico, lo que ha obligado al maquetista a informarse convenientemente. Para ello ha leído el Reglamento General de la Marina de 1737, donde se fijaba la calidad de los buques de guerra, así como la carta de Pedro de Acosta remitida al virrey de Nueva España en la que se daba cuenta de la puesta en funcionamiento el 4 de noviembre de 1739 de los navíos Nuestra Señora de Belem (alias el Ymbencible) y su gemelo, el San Ygnacio de Loyola. Incluso ha ido al Museo Naval de Madrid para estudiar El último combate del Glorioso antes de que lo trasladen definitivamente al de San Fernando: un cuadro pintado por Augusto Ferrer Dalmau, de 170×190 centímetros, que retrata los últimos cañonazos de los barcos británicos contra un Glorioso despojado de mástiles y ya sin munición.

Todavía queda mucho por hacer, pero después de varios días El Glorioso comienza a tomar forma en manos del artista: por una banda se baten los cañones correspondientes, la toldilla luce delante del palo de mesana y, prolongados de popa a proa, trincados están los cabriones, las argollas se aferran a las cureñas, con sus cáncamos y demás utensilios para el manejo de artillería. La parte material va tomando forma, pero aún debe conseguir impregnar el barco del espíritu que, tras inspeccionar detenidamente el cuadro de Ferrer Dalmau, se presume desafiante a pesar la inminente derrota, de los vientos reflejados en las velas en facha y de la cruda marejada.

El recuerdo del cuadro, mezclado con el olor de la última capa de barniz, es tan potente que, si cierra los ojos, al maquetista no le cuesta imaginar a don Pedro Messía de la Cerda firme en el alcázar del navío, indiferente al estampido de los cañonazos enemigos, mientras sus hombres se arremolinan en torno a la bandera que todavía tremola sobre el mástil, orgullosa de aquellos hijos que están dispuestos a defenderla hasta la muerte.

Y en ese momento el maquetista lo comprende: el Glorioso no es solo un barco, es un símbolo.

EL GLORIOSO Y SUS OFICIALES

Que en cada año se construyan en la Habana dos vajeles (…) de setenta cañones que son los que se consideran necesarios para mantener el presente pie de Armada (Felipe V, orden del 5 de agosto de 1737)

En octubre de 1738, en el astillero de La Tenaza (La Habana), se iniciaban las obras de dos navíos de guerra de setenta cañones, que serían conocidos como el Invencible y el Glorioso, su gemelo. El proyecto y las proporciones fundamentales de los dos buques fueron obra de Ciprián Autrán Oliver. Los trabajos, que se prolongarían hasta comienzos de 1741, los dirigiría el asentista Juan de Acosta.

En cuanto a sus oficiales, fue don Pedro Messía de la Cerda, (Córdoba, 11/2/1700 – Madrid, 15/4/1783) su primer y único capitán. El resto de los oficiales se encuentran relacionados en una carta que Messía remitió a Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada, donde podemos destacar al capitán de fragata Francisco de León y Guzmán, el jefe de la primera batería, el teniente de navío Juan Manuel Pérez de Alderete, marqués de Casinas, y el de la segunda, don Joseph de Rojas y Recaño.

Registrados están los primeros viajes del Glorioso, siendo el primero  a finales de octubre de 1744, cuando desde La Habana partió una pequeña escuadra bajo el mando del teniente general Rodrigo de Torres, en la que figuraba como nave capitana el Glorioso. Tres años más tarde, el 8 de mayo de 1747, el San Ygnacio de Loyola zarpaba de Veracruz hacia la Península sin saber que en aguas atlánticas le aguardaba su último destino.

El 25 DE JULIO DE 1747…

Á las 5. de la mañana (…), en la latitud, de 41. grados; y en la Longitud 352. grados 20 minutos, meridiano de Thenerife del Cabo de Finisterra 207. Leguas, Pedro Messía de la Cerda descubrió por la proa del Glorioso diez velas cuya bandera no pudo identificar debido a la espesa neblina reinante, así que, prevenido, mandó ceñir el viento con Proa al N. amurar la maior y hazer toda la fuerza de vela para mantener el barlovento. Cuando por fin aclaró el díalos españoles descubrieron hasta quince embarcaciones enarbolando la bandera británica, entre los que destacaban el navío Warwick, de sesenta cañones, comandado por  el capitán Erskine, la fragata Lark, capitaneada por John Crookshanks (el oficial más antiguo), de cuarenta, el transporte de tropas Beaufort, de veinte, y el paquebote Montagu.

Tras el avistamiento mutuo, Crookshanks ordenó iniciar la persecución del Glorioso, pero manteniendo su rumbo inicial junto al resto del convoy. Cuatro horas después el navío español logró distanciarse, por lo que el británico ordenó al Montagu, el más veloz de sus barcos, que iniciara un seguimiento más estrecho.

Al caer la noche, el paquebote encendió falsos fuegos en cubierta para marcar su posición para indicar a su escuadra que el enemigo había virado, lo que obligaba a Crookshanks a dejar los mercantes bajo la protección del Beaufort e iniciar la persecución en compañía del Warwick.

ANOCHECER DEL 26 DE JULIO. Tras una persecución de casi cuarenta horas, las distancias se habían acortando drásticamente respecto del resto de los buques británicos. La táctica empleada por el británico era sobrepasar a su presa durante la noche para ganarle la proa y dar tiempo al Warwick para alcanzarlos, aunque el plan falló en un elemento esencial: el comandante de la Lark no informó de sus intenciones al capitán Erskine.

… a las 9 de la noche, viendo que me entravan mande aferrar todas mis velas Pequeñas Cargar las maiores, largar la Bandera y Gallardete quedándome solo con las Gavias. (Diario de a bordo de Pedro Messía).

La confrontación era inevitable. Con el paquebote pegado a su aleta de estribor, Messía de la Cerda ordenó arribar de improviso y disparar a bocajarro algunos cañonazos, rechazando al Montagu al vez que se situaba al costado del Lark.

…con mi arrivada le franquee bien su Costado, y le disparé todas las dos Baterías de la banda de Estribor, y el me correspondio con las suias, reconociendo heran sus valas de a 12, le desarbolé del Mastelero de sobremesana, y arribó, por lo que consideré, yba bien incomodado, pues no volvió a´entrar más en función.

La iniciativa era española. El Glorioso viró por redondo, poniéndose a medio tiro de fusil para descerrajar una descarga cerrada con ambas baterias de la Banda de bavor, del Alcazar, y toda la fusilería (sin) desperdiciar tiro alguno.

A las tres de la mañana, después de cinco horas desde que se descargase la primera andanada sobre el Warwick, el buque del capitán Erskine se vio obligado a alejarse.

El Warwick, desarbolado de su Mastelero maior, y de su Mastelero de juanete de velacho (…) salió bien estropeado.

27 de JULIO. Al amanecer el convoy inglés estaba ya «a distancia de dos leguas». Al mediodía, Pedro Messía lo perdió definitivamente de vista después de haber disparado en la contienda 406. Cañonazos del Calibre de á 24: 420. de a 18: 180 de a 8: 4.400 Cartuchos de fusil.

13 de AGOSTO. El vigía del palo mayor del Glorioso divisó tres velas: la primera de ellas era un paquebote de porte 14 a 16 cañones al parezer corsario respecto la mucha gente que le beia con el anteojo y lo tascado de su costado y en sevado. Las otras dos no pudieron identificarse.

14 DE AGOSTO. A las 4¾ de la mañana se volvieron a avistar dos velas, y a las 2 reconocí ser ynglesas por los Gallardetes y vanderas de la divisa blanca (…) con mi reducido aparejo no pude hacer otra cosa que esperarlas y a las 3 mande Cargar mis maiores quedandome solo con las Gavias y estando una milla cerca de mi me asegure ser el uno de 60 Cañones y los otros dos una fragatilla de 24 un Paquebot de a 16.

Los buques enemigos eran el navío Oxford, de 50 cañones; la fragata Shoreham, de veinticuatro, y la balandra Falcon, de catorce. A las cuatro de la tarde, los tres bajeles sobrepasaron al Glorioso por ambas bandas sin abrir fuego, el mayor por sotavento, y los dos menores, por barlovento. Una vez más, De la Cerda volvió a tomar la iniciativa, ordenando virar en redondo y dirigirse hacia el enemigo de manera decidida, ganándole el barlovento.

Nos hicimos fuego de una y otra parte, con dos descargas que a la ultima largo por alto, el rizo que tenia a las Gavias, y los juanetes, amuró su maior, para salir de mí fuego y escapar inominiosamente, como lo consiguio a las 7 de la tarde arrunvando la vuelta del Sur sudeste, dejando las armas de S.M. vencedoras; (…) ceñi el viento governando al sureste, luego que entro la noche los perdi de vista.

15 DE AGOSTO. A las 7 aviste las mesmas tres embarcaciones por mi Proa, al SE, y yvan ciñendo el viento la buelta del norte a las 8 pasaron por mi Proa como a 2 millas de distancia sin hazer movimiento alguno.

A las once los españoles perderían de vista. Durante el resto del día, el Glorioso navegó hacia el sureste en demanda de la tierra, divisando el cabo Finisterre al noreste al final de la tarde.

16 DE AGOSTO. El día amaneció con niebla, obligando a gobernar el Glorioso hacia el sur. Pasado el mediodía, y haviendo aclarado un poco los orizontes, el navío se dirigió a la Ria de Corcubion donde a dicha Boca fondee, a las 8½ de la Noche en 16 brazas fondo de arena y lama suelta distante de la Villa de Corcubion ½ legua.

Pero se encontraron un problema: las defensas existentes en la  ría coruñesa eran muy endebles, lo que obligó a Messía de la Cerda a tomar medidas urgentes: descargar el tesoro que transportaba y llevarlo a un lugar seguro; construir fuertes en tierra con los que poder defender la entrada del estuario, dotarlos con cañones desmontados del propio navío y reparar la arboladura de este.

Durante los dos meses que el navío estuvo fondeado en la ría gallega Pedro Messía de la Cerda fue ascendido a jefe de escuadra. El marqués de la Ensenada le comunicó dicha promoción por carta fechada en Madrid el 22 de agosto de 1747.

5 DE OCTUBRE. Por orden del marqués de la Ensenada, el Glorioso zarpó de Corcubión aprovechando la luna nueva.

6 de OCTUBRE. Sobre el cabo de Finisterre el barco se topó con 15 Navios, los 8 de crecido porte, y considerando fuesse Esquadra enemiga, volviose a entrar en Corcubion, y para su defensa se desembarcó alguna artillería. Tras este intento fallido, el dia 11. de octubre por la tarde salimos del Puerto de Corcubion en el Navio del Rey nombrado el Glorioso, que navegó hasta el Cavo de Finisterre.

14 DE OCTUBRE. Tres días después de haber partido del fondeadero de Finisterre, a la altura del cabo de San Vicente, los vigías del navío español divisaron una decena de buques enemigos.

Dos de aquellos barcos se adelantaron al encuentro del Glorioso: eran las fragatas británicas King George y Prince Frederick. Ambas naves formaban parte de la escuadra corsaria del comodoro George Walker.

17 DE OCTUBRE. Con el viento soplando del noreste, el King George y el Prince Frederic iniciaron una persecución al Glorioso, hasta que al mediodía un repentino período de calma los inmovilizó.

Walker se encontraba a tiro de cañón del navío español, pero como no desplegaba sus colores, De la Cerda se mantuvo a la expectativa intentando averiguar su nacionalidad, hasta que finalmente ordenó cerrar las portas de su batería inferior por las dudas que provocaban las intenciones de las otras embarcaciones.

A las cinco de la tarde se levantó una suave brisa del norte y el buque español retomó su derrota hacia el cabo de San Vicente. Solo pudo seguirle el King George, al continuar el resto de las embarcaciones inglesas sin viento.

Al anochecer, la nave corsaria llegó en solitario a la altura del San Ygnacio, colocándose a su costado. Alguien de la tripulación inglesa saludó en portugués, pero no obtuvo respuesta. Lo intentó una segunda ocasión, pero esta vez en inglés, y desde el buque español se le preguntó en su mismo idioma por el nombre de su barco.

Nada más contestar, se abrieron las portas del Glorioso y una andanada de las dos baterías barrió de proa a popa la fragata británica. Se inició entonces un duelo artillero en el que Messía de la Cerda, aprovechando la luna llena, hizo maniobrar al navío para apartarse y aprovechar el mayor alcance de sus cañones.

A las diez y media de la noche, con el King George totalmente a merced del navío español, apareció el Prince Frederick, cuyo comandante, Edward Dottin, situó a la aleta de babor del Glorioso. Arreciaron entonces los disparos hasta pasadas las once de la noche, cuando el navío español se hizo a la vela, dejando atrás al corsario británico.

18 DE OCTUBRE. A las seis de la mañana las fragatas Prince George y Duke llegaron al lugar donde se encontraba su comodoro George Walker, quien ordenó a ambas naves y al Prince Frederick la captura del buque español.

Advertido por los vigías de la presencia de tres barcos enemigos, Messía ordenó arribar de vuelta al noroeste siguiendo la brisa diurna, cuando a unas doce leguas al noroeste del cabo de San Vicente apareció otro Navío, que benia Ziñiendo el viento. Una vez franqueado, el desconocido buque, que navegaba sin bandera, izó la danesa a la vez que empleaba los códigos españoles de señales (dos cañonazos pausados), en una treta que no engañó a Messía de la Cerda.

Viendo que la trampa no había tenido efecto, pasado el mediodía, el buque arrió la Vandera Dinamarquesa, y hizó la ynglesa roja». Se trataba del Darmouth, barco de guerra de 50 cañones cuyo comandante era John Hamilton.

La pelea era ineludible. Al llegar a la distancia de tiro, los cañones de proa comenzaron a tronar mientras De la Cerda ordenaba a que su rival le presentase su costado para un ataque definitivo. Sin embargo, Hamilton no quiso en ningún momento exponer toda su banda, por lo que metió su gavia y juanete mayor en facha para frenar el buque, comenzando a disparar con sus baterías de estribor cuando su proa llegó a la altura del palo mayor del Glorioso

En esta disposicion nos batimos con reciproco vivo fuego de Cañon, y fusil hasta la Tres, y minutos de la Tarde, que de ymprobiso le resultó la fatal desgracia de Bolarse.

El Darmouth volaba por los aires, pero aún seguían al acecho las otras tres fragatas corsarias; reanudaron la persecución del Glorioso, empeño en el que se les unió el Russell.

Con tantos ataques, el Glorioso comenzaba a tener daños de envergadura en su aparejo, obligando a la tripulación a intentar remediarlos para poder enfrentarse con alguna posibilidad a los bajeles enemigos que se le venían encima, pero antes de conseguirlo se vió precisado á emprender tercer Combate a las 12 de la noche del dia 18 con el Navio Rousell, (…) y dos Fragatas que le atacaron (…).(La Gaceta de Madrid)

A esas alturas los españoles ya se habían ganado el respeto y la admiración del enemigo. El comodoro Walker se refirió a ello con las siguientes palabras: And now again another scene began in the pursuit and conquest of his bold though flying enemy; for never did Spaniards, nor indeed men, fight a ship better than they did this.

EL ÚLTIMO COMBATE DEL GLORIOSO

Pasadas las doce de la noche, Pedro Messía de la Cerda comprobó con resignación cómo un navío de tres puentes aprovechaba la ligera brisa nocturna y se le colaba a barlovento, ocupando toda su banda de estribor.

…y á las 12 y quarto de la noche, se presentó á nuestro costado el Navio (que era de 3. Puentes) disparandonos un Cañonazo, y correspondiendole con dos, se empezó el Combate, haciendonos fuego al mismo tiempo por Popa, y Aletas las dos Fragatas, una de 32 Cañones, y otra de 24.

El combate fue violento y largo: Más de tres horas de pelea, cuando a los artilleros españoles comenzaron a escasearles las municiones.

A las tres horas, y media de Combate nos hallamos ya sin una Palanqueta, ni saco de Metralla, razon porque continuamos nuestro fuego con las balas de dos en dos en la Artillería, y metiendo en ella los pies de cabra de su servicio y alguna clavazon en lugar de la metralla, para mejor ofender al Enemigo.

Las andanadas habrían de prolongarse todavía más de dos horas, hasta que pasadas las seis de la mañana, con los primeros rayos de sol los cañones del Glorioso enmudecieron, pues ya no había con qué cargarlos.

Duró el Combate hasta las 6, y quarto de la mañana, que conocimos el infeliz estado en que nos hallabamos de Palos, Bergas, y jarcia, y que el Navio hacia mucha Agua por los muchos balazos de á 36. que tenia a la lumbre de ella; y considerando, que no teniamos el recurso de poder armar ni una Bandola, ni de que el enemigo desistiese de su empeño, por estar abrigado de las dos Fragatas, que en su Compañia nos havian hecho fuego toda la noche; y aunque se retirase del Combate, quedabamos expuestos á hirnos á pique, ó á que cualquier Corsario nos tomase, por hallarnos sin medios para la defensa; por estas razones nos vimos obligados á rendirnos…

La situación era insostenible: con todo el aparejo cortado y desarbolado de la mayor parte de los mástiles y los palos principales amenazando ruina el 19 de octubre —33 muertos y 130 heridos a bordo, agotada la munición, el barco desarbolado, chorreando sangre por los imbornales, raso como un pontón y a punto de hundirse—, el comandante convocó a los oficiales que seguían vivos, los puso por testigos de que la tripulación había hecho lo imposible, y arrió la bandera (Arturo Pérez-Reverte).

Cuando el capitán Buckle verificó que el fuego del buque español había cesado, ordenó traer a Messía de la Cerda al Russell. Cuando el español subió al barco enemigo pudo comprobar los enormes daños infligidos a su oponente: en el costado de babor eran incontables los impactos, el palo de mesana estaba rendido desde su cofa y el resto de los masteleros y juanetes, cosidos a balazos; la jarcia de labor y los obenques habían quedado destrozados, la mayor parte de las velas, desgarradas…El Glorioso había estado muy cerca de alcanzar la victoria.

PORTSMOUTH, ÚLTIMO FONDEADERO DEL GLORIOSO

Tras su captura, el Glorioso fue trasladado a Lisboa, donde toda su tripulación, incluidos los oficiales, quedó bajo la custodia del embajador español. Todos ellos serían liberados pocos días después.

En cuanto al San Ygnacio de Loyola, no sería desguazado en Lisboa. De hecho, el buque español estaba en mejores condiciones que su captor. El caso es que el final de la guerra con España conllevó a una reducción de la flota de guerra británica, por lo que al final ningún inglés navegó jamás a bordo de ese barco (Arturo Pérez-Reverte).

El destino final del barco no fue en el fondo del mar, sino en una subasta en Lloyds Coffee House, el 24 de abril de 1749.

Ricardo Aller Hernández

BIBLIOGRAFÍA

*todoababor.es/listado/navio-glorioso.htm

*todoababor.es/historia/ultimo-combate-navio-glorioso/

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1 thought on “EL GLORIOSO, GRANDEZA EN LA DERROTA”

  1. Preciosa descripción del Glorioso y de sus gentes, en esa pelea constante de ingleses contra la corona española. Sigue asombrándome la enorme envidia de la corona inglesa hacia España. Quieran ser un Imperio como lo fue España pero no lo consiguieron.

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