BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, CRONISTA DE LA NUEVA ESPAÑA

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Bernal Dìaz del Castillo

1557. Guatemala.

Ahora que soy viejo, me paro a considerar las cosas heroicas que en aquel tiempo pasamos, que me parece que las veo presentes. Y digo que nuestros hechos no los hacíamos nosotros, sino que venían todos encaminados por Dios.

A Bernal Díaz del Castillo siempre le ha gustado leer: Amadís de Gaula, Las Sergas de Esplandián, El Cantar de Mío Cid, Las Vidas paralelas de Plutarco, los Comentarios a la guerra de las Galias…,muchos libros leídos a lo largo de una vida azarosa y ya tan repleta de aventuras como las de esos personajes que le han acompañado durante tantos años.

Ojea el medinense su biblioteca en su villa mientras su cabeza da vueltas a la intención de escribir un memorial y una relación de las guerras en que ha participado en el Nuevo Mundo durante los últimos 40 años. Él, que en su mocedad no recibió instrucción más allá de las cuatro reglas…Una idea de locos, advierte, o puede que no tanto, pues en no pocas ocasiones ha demostrado tener cierta facilidad para las letras.

Está en ese pensamiento mientras en su cabeza continúa tomando forma el manuscrito que dejará a la posteridad los hechos vividos por Hernán Cortés y quienes le acompañaron en la conquista de Nueva España: descripciones, personajes, alegrías y sinsabores de aquellos hombres que vieron sin pestañear cómo Cortés ordenó barrenar las naves que los habían llevado hasta aquellas tierras y cuya madera sería utilizada para construir parte de las fortificaciones de la recién fundada Villa Rica de la Vera Cruz

Mucho ha vivido don Bernal en sus 60 años y mucho tiene que contar de sus aventuras, como cuando entraron los españoles por primera vez en Tenochtitlán, aquella enorme ciudad poblada en el agua y en la tierra firme y aquella calzada tan derecha y por nivel, con esas grandes torres y edificios que tenían dentro del agua y todos de cal y canto tan impresionantes que muchos soldados decían que si aquello que veían si era entre sueños.

Y así, perdido en sus recuerdos, Díaz del Castillo toma recado de escribir, compuesto por tintero, plumillero con varias plumas de ave afiladas y un arenillero para secar la tinta. Después se santigua en busca de inspiración, moja la pluma en el tintero y, dejándose llevar por la memoria, empieza a plasmar en el papel una de las mayores aventuras que jamás emprendió español alguno:

Comienza la relación de la historia Bernal Díaz del Castillo, vecino e regidor de la muy leal cibdad de Santiago de Guatemala, uno de los primeros descubridores y conquistadores de la Nueva España y sus provincias, y Cabo de Honduras y Higüeras, que en esta tierra así se nombra…

EL PERSONAJE

  Bernal Díaz del Castillo nació en Medina del Campo, Valladolid, en 1495-1496. Según narra él mismo en su crónica, fue hijo del regidor Francisco Díaz del Castillo y de María Díez de Rejón. Aunque de joven no aprendió más allá de las cuatro reglas, aquel hombre delgado, acostumbrado a los rigores de la soldadesca, no calvo y adicto al chocolate, con que se desayunaba y nada bebedor pronto se mostró ducho para las letras, pero sobre todo para las armas.

Podemos trazar su vida con cierto grado de detalle gracias a su Historia verdadera de la conquista de Nueva España. Sabemos que en 1514 Díaz del Castillo abandonó Medina del Campo, embarcando en la expedición de Pedro Arias Dávila también llamado Pedrarias Dávila, aunque pocas certezas se tienen de esta aventura.

Establecido en Cuba, le llegarían noticias de una nueva exploración, comandada por Diego Velázquez de Cuéllar, Cristóbal Morante y Lope Ochoa. En La Habana se enrolaría con ciento diez compañeros a las órdenes del capitán Francisco Hernández de Córdoba. La expedición inició su viaje el 8 de febrero de 1517 y a los veintiún días avistaron las tierras de Punta Cotoche y Champotón. Allí se enfrentarían contra los indígenas, con un coste de cincuenta y siete soldados y la herida mortal de Hernández de Córdoba. En medio de aquella fatalidad tuvieron noticia de la llegada de una canoa cargada de camisetas de algodón y en ella se embarcó don Bernal junto a otros compañeros con dirección a Santiago de Cuba.

En 1518 se embarcaría en una nueva expedición a las órdenes de Juan de Grijalva, sin mucho éxito: el mismo Bernal narró con sorna el episodio en el que creyeron haber encontrado unas hachas labradas en oro, pero al final resultaron ser de cobre.

Y cuando las vieron estaban tan mohosas y, en fin, como cobre que era. Y allí hobo bien que reír y decir de la burla y el rescate.

Al poco de regresar de la expedición tienen noticias de una tercera empresa. Bernal se alista con los expedicionarios al servicio de Hernán Cortés. La expedición partió el 10 de febrero de 1519 por territorio mexica y en la costa de Cozumel tuvo lugar un hecho que definiría la suerte de la conquista: el encuentro con los lenguas, cuya misión sería la de traducir y comunicar. Allí tendrían noticias de dos cautivos españoles: Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar. El primero decidió quedarse, mientras Aguilar pidió ser rescatado, oficiando a partir de ese momento como intérprete.

Tras este encuentro con los dos castilan se produjo un enfrentamiento decisivo en Tabasco. Entre el botín rescatado se encontraba doña Marina, llamada La Malinche, “la lengua” de Cortés, personaje de gran importancia en todo el proceso de la conquista.

La primera ciudad que fundaron los españoles fue la Villa Rica de la Vera Cruz, para cuyas fortificaciones se emplearon las maderas de los barcos que los habían llevado hasta esa tierra inexplorada y hostil, algo que descubrirían muy pronto, como cuando en Cholula se les preparó una emboscada, de la que se libraron gracias a doña Marina. El ajusticiamiento de aquellos indios, denunciado por De las Casas, sería replicado por Bernal Díaz del Castillo:

Quien no lo vio ni lo sabe.

Tras otra emboscada que fue evitada gracias al aviso de totonacas y tlascaltecas, los españoles llegaron a Tenochtitlán. Así narró don Bernal  el encuentro con Moctezuma:

Se apeó el gran Montezuma de las andas, y trayéndole del brazo aquellos grandes caciques, debajo de un palio muy riquísimo a maravilla, y la color de plumas verdes con grandes labores de oro […] y otros muchos señores que venían delante del gran Montezuma barriendo el suelo por donde había de pisar, y le ponían mantas porque no pisase la tierra. Todos estos señores ni por pensamiento le miraban a la cara, sino los ojos bajos e con mucho acato.

Díaz del Castillo describió con gran detalle la ciudad, sus mercaderías, el palacio azteca, las costumbres y riquezas de Moctezuma, así como los hechos que acontecerán tras el primer encuentro: fieles al propósito evangelizador, los españoles derribaron los ídolos mexicas, hicieron presa de tesoros y tomaron como rehén al tlatoani. La respuesta mexica no se hizo esperar: Vera Cruz fue asaltada y resultaron asesinados varios españoles. Ante la gravedad de los hechos, Cortés exigió reparación y Moctezuma apresó a los culpables, quienes fueron quemados vivos.

En aquellos momentos Pánfilo de Narváez se encontraba en la costa para tomar posesión de aquellas tierras, lo que obligó a Cortés a dividir sus fuerzas: mientras él y otros hombres, entre ellos don Bernal, abandonaron Tenochtitlán, la otra mitad se quedó en la ciudad bajo el mando de Pedro de Alvarado. En el enfrentamiento con Narváez sería Díaz del Castillo el que encendió la paja del techo de un adoratorio donde se había refugiado el enemigo para obligarlos a salir y prenderlos.

Solventado aquel inconveniente llegaron noticias inquietantes: Tenochtitlán se había levantado en armas. Cortés regresó a toda prisa a la ciudad, encontrándose Moctezuma muerto, seguramente por una pedrada lanzada por sus propios súbditos. Nada más llegar, Cortés, Bernal y los otros comprendieron que la situación era insostenible y huyeron a la carrera perseguidos por los indios. Bernal afirma que murieron más de ochocientos españoles durante la batalla que se conoce como “la Noche Triste” (30 de junio), más por salir cargados de oro, que con el peso de ello no podían salir ni andar.

Esa noche Díaz del Castillo vería actos heroicos, como el de Velásquez de León, su paisano de Medina del Campo, que cayó defendiendo a los suyos.

Refugiados en la villa de Otumba, heridos y enfermos, los españoles consiguieron una victoria el 7 de julio que les permitió llegar a Tlaxcala, donde serían acogidos por los lugareños, un pueblo que, como tantos otros en aquellas tierras, tenían más odio a los aztecas que temor a los españoles.

Recuperados de sus heridas, Cortés emprendió una expedición de castigo, apoyado en ayudas y alianzas con los pueblos que circundaban la laguna donde estaba asentada Tenochtitlán. La estrategia fue emplear los materiales del desmantelamiento de los barcos y de los de Narváez para construir trece bergantines que combatirían a las canoas aztecas, rodear la laguna y cortar el abastecimiento de agua potable, acción en la que Bernl Díaz del Castillo participó a las órdenes de Pedro de Alvarado. La vida de nuestro personaje peligró seriamente al ser apresado por los indios, de los que logró escapar gracias a su tesón con la espada.

Al entrar en la ciudad el 13 de agosto de 1520, los españoles se encontraron con multitud de cadáveres y cabezas cortadas de los cristianos, ofrecidos a Huitzilopochtli . El hedor, narra Bernal, era tan insoportable que hubieron de abandonar la ciudad y volver por turnos para comenzar a reconstruirla.

Tras una consulta en los libros que conservaba Moctezuma sobre las zonas más fértiles y pródigas en minas, Díaz del Castillo solicitó a Cortés una encomienda. Aunque el conquistador trató de mantenerlo a su lado don Bernal marchó a hacerse cargo de su propiedad en Tlapa y Potochan, en la provincia de Cimatán (Coatzacoalcos). Sería aquella época de graves peligros y refriegas, recibiendo un disparo de flecha en la garganta que estuvo a punto de costarle la vida.

Respecto a su participación en la toma de Nueva España, nos encontramos este dato; en octubrer de 1529 Hernán Cortés envió a Carlos  I una carta firmada por los 544 integrantes de la expedición en la que se le elegía como capitán General de México. Bernal Díaz, hombre siempre cercano a Cortés, no aparece entre los firmantes. La razón puede encontrarse en que el de Medina del Campo tomó el apellido toponímico adicional del mayordomo de Cortés, Bernaldino del Castillo, quien también fue alcalde ordinario de la Ciudad de México.

Pero aún quedaba mucho por conquistar. Por el valor demostrado en la conquista de la fortaleza de Chamula,obtuvo nuestro personaje la encomienda de la ciudad, de la que, afirma, recibió tributo más de ocho años. En la necesaria pacificación de la tierra, llegó a ser capitán temporal en dos ocasiones antes de que Cortés le propusiera acompañarle a la expedición de las Hibueras (Honduras), en 1524.

Aquella expedición fue un desastre, siendo derrotada por las tierras cenagosas, la penuria o el hambre. Díaz del Castillo regresaría con pérdida de sus bienes hasta el punto de tener que ser socorrido por el capitán Tapia. Seguramente durante este tiempo convivía con la india Francisca, donada por el emperador Moctezuma. Desde Coatzacoalcos asistió a la marcha de Cortés a España, así como al embarque de Pedro de Alvarado al Perú. En 1527, Marcos de Aguilar le concedió la encomienda de los pueblos de Macatempa, Xalpanenca y Capocingo en la provincia de Copilco (Chiapas), a la que se sumaron el año siguiente las de Gualpitán y Micapa. Más tarde recibiría el nombramiento de regidor de la villa del Espíritu Santo, en Coatzacoalcos. Por otra parte, su buen trato a los indios llevó al presidente de la Real Audiencia de México, Sebastián Ramírez de Fuenleal a nombrarle visitador general para impedir que se herrasen indígenas y se les convirtiera en esclavos.

En busca de reconocimiento por sus servicios a la corona, Díaz del Castillo emprendió viaje a España en 1539, respaldado por sendas cartas de Cortés y del virrey Antonio de Mendoza. A su regreso de este primer viaje, se avecindó en Guatemala (1541-1542), merced a Pedro de Alvarado, a la sazón gobernador de aquella provincia. Para ese momento ya se encontraba parcialmente recompensado con la encomienda de los pueblos de indios de Sacatepéquez, Joanagazapa y Mistlán.

A principios de 1542 está en Chiapas para revisar sus antiguos pueblos: Chamula, Teapa o Tlapa y Mincapa, en las cercanías de Coatzacoalcos. El total de las encomiendas le reportaban cuantiosos beneficios de maderas, cal, plumas, maíz, trigo y frijoles, con cuarenta indios de servicio y beneficios en las ganancias de tiendas que tenían los nativos, más algodón, cacao y pastos (Sáez de Santa María), pero perdió aquellas encomiendas al residir en Guatemala.

En 1544 Bernal Díaz se desposó con doña Teresa Becerra, hija del conquistador y alcalde ordinario de Guatemala Bartolomé Becerra. De los nueve hijos del matrimonio, Francisco será el encargado de poner en limpio uno de los manuscritos de la Historia verdadera que ha llegado hasta nuestros días.

El segundo de los viajes (1549 o 1550) lo realizó a consecuencia de la promulgación de las Leyes Nuevas para los encomenderos. En esta estancia en España participó en la Junta de Valladolid, donde se abordó el tema de la esclavitud de los nativos, la perpetuidad de encomiendas y tributos. De este segundo viaje obtiene algunas cédulas para que se le restituyan más encomiendas, y para realizar un canje de un pueblo encomendado en Coatzacoalcos por otro en Guatemala, peticiones que no atendió el oidor Alonso López Cerrato.

En septiembre de 1551 regresó a Guatemala, donde fue elegido regidor perpetuo de la ciudad de Santiago de Guatemala.

Bernaldo Díaz del Castillo, vecino de Guatemala… fui conquistador, me dijo, estando yo por oidor… que escribía la historia de aquella tierra y me mostró parte de lo que tenía escrito; no sé si la acabó ni si ha salido a la luz. (Alonso de Zorita, oidor de las Audiencias de Nueva Granada, México y Guatemala, en su Relación de la Nueva España).

HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE NUEVA ESPAÑA

Por aquella época Díaz del Castillo leyó la Historia de la conquista de México que había escrito Francisco López de Gómara (1555). Sería a partir de aquella lectura cuando comenzó a pensar en la posibilidad de escribir un memorial de guerras, una idea que a la larga terminaría por convertirse en la Historia verdadera de la conquista de Nueva España.

En 1563, en un interrogatorio de probanzas sobre una hija de Pedro de Alvarado, Bernal declaró que tenía escrito un “memorial y relación” de las guerras en las que había participado.

En 1567 Bernal viajó de nuevo a España, y finalmente al año siguiente afirmó haber acabado de poner en limpio su Historia verdadera, un libro compuesto de 214 capítulos en la que el autor puso su experiencia personal al servicio de la pluma para demostrar la verdad y el esfuerzo comunitario de los soldados (“crónica colectiva”) en la conquista de México.

Su crónica es una puesta en valor de sus méritos y el de sus compañeros, ratificando el papel decisivo de Cortés en el hito colectivo a través de la descripción de lugares, relatos de personajes, anécdotas, refranes, sentencias y una detallada relación de los peligros enfrentados.

Luego otro día partimos de Estapalapa, muy acompañados de (…) grandes caciques, íbamos por nuestra calzada adelante, la cual está ancha de ocho pasos, y va tan derecha a la ciudad de México, que me parece que no se torcía poco ni mucho, y puesto que es bien ancha toda iba llena de aquellas gentes que no cabía, unos que entraban en México y otros que salían, y los indios que nos venían a ver, (…) estaban llenas las torres y los cués [templos] y en las canoas y de todas partes de la laguna, y no era cosa de maravillar, porque jamás habían visto caballos ni hombres como nosotros.

Según parece, no fue hasta 1575 cuando la Historia verdadera se envió a España, de lo cual da cuenta el licenciado Pedro Villalobos, presidente de la Real Audiencia de Guatemala, en una carta al rey del 29 de marzo. El rey firmó una Cédula en 1577, en la que acusa recibo, si bien la obra se imprimirá mucho más tarde, en 1632.

Por su parte, Bernal Díaz conservaría una copia del manuscrito, el cual continuó ampliando y enmendando hasta prácticamente su muerte. Las rectificaciones serían recogidas en el Manuscrito Remón, en el Alegría y en el Guatemala.

Su relación aventaja a las de Gómara, Fernández de Salazar, Las Casas o Fernández de Oviedo, en precisión de fechas y en datos.

En el comer (los aztecas) tenían sus cocineros sobre treinta maneras de guisados, hechos a su manera y usanza y teniánlos puestos en braseros de barro chicos debajo, porque se enfriasen, y de aquello que Moctezuma había de comer guisaban más de trescientos platos (…) cotidianamente le guisaban gallinas, gallos de papada, faisanes, perdices de tierra, codornices, patos mansos y bravos (…) él sentado en un asentadero bajo, rico y blando, y la mesa también baja (…) allí le ponían sus manteles de mantas blancas (…) y cuatro mujeres muy hermosas y limpias le daban agua en unos xicales (…) y le daban sus toallas, y otras dos mujeres le traen el pan de tortillas.

Su obra también ofrece información sobre los enfrentamientos entre indios y soldados españoles en medio de la conquista:

Cada día menguaban nuestras fuerzas y la de los mexicanos crecían, y veíamos muchos de los nuestros muertos y todos los demás heridos, y aunque peleábamos muy como varones no podíamos hacer retirar ni que se apartasen los muchos escuadrones que de día y de noche nos daban guerra, y la pólvora apocada, y la comida y el agua por consiguiente, (…) en fin, veíamos la muerte a los ojos, (…) y fue acordado por Cortés y por todos nuestros capitanes y soldados de que noche nos fuésemos, cuando viésemos que los escuadrones guerreros estuviesen más descuidados (…) Y estando en esta manera cargan tanta multitud de mexicanos a quitar la puente y a herir y a matar en los nuestros (…) y como la desdicha es mala en tales tiempos, ocurre un mal sobre otro; como llovía resbalaron dos caballos y caen en el agua (…) De esta manera que aquel paso y abertura se hinchó de caballos muertos y de indios.

SUS ÚLTIMOS AÑOS

El último tramo de vida de Bernal Díaz del Castillo se resume en las veintiún firmas de asistencia a las reuniones del Cabildo de Santiago de Guatemala, la probanza a petición de su hijo Francisco (1579) y en su constante manifestación de carencias económicas, tal y como refleja la solicitud de préstamos para comprar una botella de vino y unos metros de tela con el fin de celebrar decorosamente la Navidad del año 1580 o en los pleitos que mantuvo por unas tierras.

A principios de 1584 estaba anciano y ciego, y el secretario del Cabildo, Juan de Guevara, tenía que firmar por él. Murió en Guatemala, guerrero de ciento diecinueve combates, el 2 o 3 de febrero de dicho año 1584.

Sus restos se encuentran en la catedral de la ciudad de Antigua, allí donde dejó su huella en la Historia.

Ricardo Aller Hernández

BIBLIOGRAFÍA

*Universidad de Buenos Aires. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

webs.ucm.es/info/especulo/numero34/conqmex.html

*www.biografiasyvidas.com/biografia/d/diaz_bernal.htm

*metahistoria.com/diaz-del-castillo/

*dbe.rah.es/biografias/5899/bernal-diaz-del-castillo

*rae.es/obras-academicas/bcrae/historia-verdadera-de-la-conquista-de-la-nueva-espana

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1 thought on “BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, CRONISTA DE LA NUEVA ESPAÑA”

  1. ! Qué real resulta el principio del artículo! Se reflexiona mucho a partir de los 60.

    Me ha gustado mucho la referencia a la Historia verdadera de la conquista de Nueva España.

    Necesita España Historia verdadera de nuestros héroes.

    Excelente

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