Fernando III, Rey de Castilla y León.

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El relato sobre Fernando III, el Santo, arranca de sendas nulidades matrimoniales de su padre, Alfonso IX de León. Casado en primer lugar con Teresa de Portugal, su matrimonio fue anulado por consanguinidad para, posteriormente, casarse con Berenguela de Castilla, de cuya unión nació Fernando, en Peleas de Arriba, en un albergue fundado por un religioso zamorano, Martín Cid, destinado a dar cobijo a peregrinos que trascurrían por la Vía de la Plata. En aquel monte, entre Salamanca y Zamora, fue donde fundó Fernando III el Monasterio de Nuestra Señora de Valparaíso. Al anular el Papa Inocencio III, también por consanguinidad, este segundo matrimonio, Berenguela regresó a su Castilla natal, es decir, a la corte de su padre Alfonso VIII, llevándose consigo a todos sus hijos, a excepción de Fernando que quedó en la corte de su padre en León. Sin embargo, en 1214 falleció Alfonso VIII, sucediéndole su hijo Enrique I, que, siendo niño, precisó de la regencia de su madre, Berenguela.

Mas esta regencia perduró durante pocos años, dado que, en 1217 falleció repentinamente el rey Enrique, sucediéndole a titulo de reina su madre Berenguela. Sin embargo, todo ello traía consigo un posible problema; la pretensión de la corona castellana por parte de su antiguo marido, Alfonso IX. Ante tal eventualidad, Berenguela reclamó la presencia en Castilla de su hijo Fernando, a lo cual, su padre, persuadido por sus hijas mayores Dulce y Sancha, se opuso. Sin embargo, Fernando logró escapar para reunirse con su madre en el castillo de Autillo de Campos, en donde, solemnemente, a mediados de Junio, fue proclamado rey por su madre, para ser coronado en Valladolid a primeros de Julio del dicho 1217.

Con el consentimiento de Alfonso IX, el alférez mayor de Castilla, Alvar Núñez de Lara, puso cerco al rey y a su madre en Valladolid. De la cual huyeron para refugiarse en Burgos. Mientras Fernando remitía cartas reclamando el fin de la guerra a su padre Alfonso, este proseguía la iniciada conquista y saqueo de pueblos, en las orillas del rio Sequillo. Fernando le anunciaba que, como rey, favorecería un estado de amistad con el reino de León, sin ambición alguna de extender sus territorios. No obteniendo tales promesas respuesta alguna de su padre, siempre animado por las infantas. Sin embargo, en agosto de 1218, hastiado ya Alfonso de tanta correría, accedió a firmar el Pacto de Toro, poniendo punto final a las hostilidades entre León y Castilla. Por descontado, el rey leonés sacó su buena tajada de tal acuerdo, si bien a cambio renunciaba a sus posibles derechos sobre la corona castellana en favor de su hijo. El papa Honorio III medió entre los dos reinos para que pusiesen fin al conflicto. Estaba más interesado en que ambos reyes aportasen tropas y enseres para la nueva cruzada, surgida del IV Concilio de Letrán.

El 23 de septiembre de 1230, fallece el rey leonés, y se inicia una nueva disputa. Esta vez entre los partidarios de Fernando y los de las hijas de Teresa de Portugal, Dulce y Sancha. Fernando consigue entrar en Toro, en compañía de su madre y el obispo de Toledo, para ser aclamado rey de Castilla por parte de la nobleza, y se encamina hacia León. La capital estaba dividida entre dos bandos, partidarios de las infantas y de Fernando, sin embargo, acogió al soberano, recibiendo el homenaje de la nobleza, el clero, el pueblo y ciudades leonesas. Fueron dos escasos meses en los que perduró el litigio sucesorio, el cual tuvo un desenlace sumamente llamativo.

Las dos ex esposas de Alfonso, Teresa y Berenguela, ante el cariz que podían tomar los acontecimientos, convinieron en reunirse en Benavente, para encontrarse con Fernando y los arzobispos de Santiago y Toledo, y propiciar la firma, el 11 de diciembre de 1230, de la Concordia de Benavente o Tratado de las Tercerías. En tal tratado, las infantas renunciaban a sus posibles derechos al trono y aceptaban el traspaso de la corona de León a Fernando a cambio de una compensación de treinta mil maravedíes anuales y la cesión de algunas fortalezas que se reincorporarían a la Corona cuando ellas fallecieran. El pacto entre Fernando y sus hermanas puso fin al conflicto sucesorio leonés, pero no evitó que parte de la nobleza y la Iglesia leonesas se opusiesen al nuevo monarca castellano, con especial presencia de Galicia. Entre 1230 y 1233, el soberano se dedicó no solo a la pacificación de su reino, sino también a su organización política y administrativa, quedando dividido en tres merindades, Castilla, León y Galicia.

Es decir, merced a la sabiduría política de dos mujeres, Teresa y Berenguela, de la reunificación de los reinos de Castilla y León, surgió el embrión del cual germinaría, mediante la conquista de Granada por otra mujer, la Católica Isabel, el actual Reino de España.

Francisco Gilet.

BIBLIOGRAFIA

González Jiménez, Manuel (2011). Fernando III el Santo: el rey que marcó el destino de España (2.ª edición).

Ansón, Francisco (1998). Fernando III. Ediciones Palabra

Rodríguez López, Ana (1994). La consolidación territorial de la monarquía feudal castellana: expansión y fronteras durante el reinado de Fernando III.

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