Amanece un nuevo día de 1541 sobre las ruinas del castillo de la antigua Castrum Novum, a orillas del Adriático. Aunque el viaje de regreso a Sicilia de las galeras que han participado en la Jornada de Argel está siendo favorecido por un tiempo bonancible y un viento frescachón, la mañana se ha levantado gris y triste. Coincidiendo con la llegada a aquel extremo de la costa dálmata, el sol tapiza los muros agrietados de Castelnuovo con una luz brumosa que desagrada en extremo a Gutierre de Cetina, o quizás es la melancolía que siente al recordar la sangre de compatriotas derramada sobre las piedras del lugar que se conoce como castillo de los españoles.
Si cierra los ojos, el poeta cree escuchar en el susurro del viento nombres como los de Francisco Sarmiento, Machín de Munguía, Álvaro de Mendoza, Pedro de Sotomayor, Juan Vizcaíno, Luis Cerón, Jaime de Masquefá, Luis de Haro, Sancho de Frías, Olivera, Silva, Cambrana, Alcocer, Cusán, Borgoñón y Lázaro de Corón… Españoles de una pieza, cuya hombría y honor jamás deberían ser olvidados.
Es entonces cuando toma la decisión. Soldado por necesidad y poeta de vocación, Gutierre tiene tan afilada la espada como la pluma, así que se dispone a vencer esta mañana al Turco con la palabra, poniendo negro sobre blanco el valor de aquellos españoles que, tan mal pagados como repletos de coraje y fe en Dios, dieron su vida por España y su emperador dos años atrás.
Un poema, quizás un soneto, se dice. En Italia espera poder compartir inquietudes con otros escritores que le enriquezcan el espíritu, pero su influencia es clara: Francesco Petrarca, Ausiàs March o Garcilaso de la Vega le han enseñado todo lo que sabe, que no es poco ni mucho, sino lo que puede.
Otra vez el viento, de nuevo los susurros, aunque esta vez el poeta lo percibe en modo de versos escapándose de sus labios, en honor a los huesos de los españoles muertos en Castelnuovo:
«Héroes gloriosos, pues el cielo / os dio más parte que os negó la tierra, / bien es que por trofeo de tanta guerra / se muestren vuestros huesos por el suelo. / Si justo es desear, si honesto celo / en valeroso corazón se encierra, / ya me parece ver, o que sea tierra / por vos la Hesperia nuestra, o se alce a vuelo. /
No por vengaros, no, que no dejastes / a los vivos gozar de tanta gloria, / que envuelta en vuestra sangre la llevastes; / sino para probar que la memoria / de la dichosa muerte que alcanzastes, / se debe envidiar más que la victoria».
EL PERSONAJE
Francisco Sarmiento de Mendoza y Manuel, (Burgos, 1498 – Herceg Novi, actual Montenegro, 7 de agosto de 1539) fue el tercer hijo varón del matrimonio formado por doña María de Mendoza y Zúñiga y Antonio Sarmiento y Manuel, una familia emparentada directamente con la nobleza, pues nuestro personaje era nieto de María Manuel, quien a su vez era tataranieta del célebre don Juan Manuel.
La posición familiar confirió al apellido Sarmiento gran relevancia durante la guerra de sucesión castellana (1474-1479). A la muerte de Enrique IV, el padre de Francisco y sus tíos apoyaron inicialmente a Juana la Beltraneja, participando activamente en la resistencia de Burgos frente a Isabel de Castilla, si bien capitularon el 15 de febrero de 1476, acto que les valió el perdón real y garantía de sus privilegios a cambio de lealtad a la nueva línea hereditaria de la corona.
El 10 de junio de 1520, durante la revuelta de los comuneros, Burgos se alzó contra la corona, asesinando al castellano de Lara. En aquella ocasión, Francisco Sarmiento, que desde los dieciocho años era alcaide de la torre y puerta de Santa María la Blanca, defendió el pendón real en las colaciones de San Cosme y San Damián, así como la de San Esteban, hasta que su tío reclamó la vara de la ciudad. Por su fidelidad, Francisco fue nombrado capitán de una compañía de 300 hombres.
Aunque la sublevación no estaba completamente vencida, Francisco hubo de partir enseguida con el condestable hacia Navarra, invadida por un ejército francés al mando de Andrés de Foix, que pretendía reponer la casa de Albret en la persona de Enrique II. Como consecuencia de esta nueva contienda la ciudad de Logroño fue sitiada, dando lugar a la batalla de Noaín el 30 de junio de 1521, con victoria realista.
Conociéndose por cartas del Condestable el brillante comportamiento de la compañía mandada por Sarmiento (López Mata).
El intento fallido de recuperación del Reino de Navarra provocó el incremento de las hostilidades entre las monarquías de Francisco I y de Carlos I, iniciándose una guerra en diversos frentes, sobre todo en el ducado de Milán, Países Bajos y Navarra. Así, otro ejército francés, al mando del almirante Bonnivet, puso cerco a Fuenterrabía (6 de octubre de 1521), plaza que no se recuperaría hasta el 1 de febrero de 1523. Se sabe que Francisco Sarmiento sirvió durante todo aquel asedio hasta que la plaza se entregó el 5 de marzo de 1524 y después regresó a Burgos, donde ocupó un asiento de regidor de la ciudad y contrajo matrimonio con María de Cotannes.
Cuando Carlos V anunció su marcha a Italia en 1529 para su coronación imperial, Sarmiento levantó en Burgos otra compañía de 300 hombres, servicio que fue recompensado con el hábito de Santiago (1530), época en la que también fue comendador. Posteriormente embarcó en Barcelona hacia Génova, donde su compañía fue destacada para recibir la sumisión de Pavía y luego partió a Florencia para reforzar al ejército de Philibert de Châlon, príncipe de Orange, quien sitiaba la ciudad. Aquí participaría en la batalla de Gavinana (2 de agosto de 1530), distinguiéndose por su singular valor junto al también capitán Rodrigo Machicao, ambos a las órdenes del maestre de campo Pedro Vélez de Guevara.
Tras restablecer la autoridad sobre Florencia, la fracción no licenciada del ejército real marcharía a Módena. Se creó un primer contingente, germen de los Tercios, formándose en Asís el 1 de mayo de 1531 con diez compañías, cuyo mando recayó en Vélez de Guevara. Sin embargo, el 13 de junio, tras reunirse en Imola con las tropas que venían de restituir los castillos de Milán y Como a Francisco II Sforza, se produjo una reorganización del mismo, quedando veinticuatro compañías de trescientos infantes cada una, bajo el mando de Rodrigo Machicao, dado que Vélez de Guevara fue llamado urgentemente por el emperador. El ejército se alojó sucesivamente en los ducados de Mantua, Módena y Milán hasta que, a primeros de julio de 1532, marchó hacia Viena, de nuevo amenazada por los turcos.
EL TERCIO DE MAR
Tras la reforma del ejército por un decreto dirigido al virrey de Nápoles de 23 de octubre de 1534 y la ordenanza de Génova de 15 de noviembre de 1536, podemos hablar oficialmente de los Tercios como guarnición de las posesiones españolas en Italia y para habilitar una tropa específica para el combate naval con la que hacer frente a la piratería berberisca, en el norte de África, y al Turco, el gran enemigo de la época.
Carlos V dominaba Argel, Orán, Tremecén y Túnez, pero sus costas sufrían el asedio constante de Aruj, Ishaq e Hizir Barbarroja, hasta el punto de que Aruj se llegó a proclamar sultán de Argel. En 1518 los españoles tomaron Orán y mataron en combate a dos de los tres hermanos, quedando vivo únicamente Hizir, o Jeireddín. Acosado por los Tercios, el pirata se vio obligado a buscar el apoyo otomano y declararse vasallo de Solimán II el Magnífico, quien precisaba de un marino experimentado que diera un impulso a su ejército, cuya moral estaba debilitada ante la imposibilidad de romper la resistencia de Güns (1532), en Hungría.
En su obsesión por expandir sus dominios, el sultán ordenó a sus tropas progresar desde Mariazell hacia el norte por el valle del Salza, mientras que el ejército imperial bajaba a su encuentro por el de Wachau. Ambas formaciones iban encabezadas por los dos monarcas más poderosos de su tiempo, pero la batalla no se produjo, pues Solimán optó por no pelear,
Tan señalada fue (la victoria) sin calzar espuela ni dar golpe de espada, hacer retirar al Turco con un tan poderoso ejército (Carlos V).
Tras el precipitado repliegue turco hacia Belgrado, el emperador retornó a Italia con el Tercio de Machicao y los cuatro regimientos italianos que le habían acompañado. Aprovechando la circunstancia, el por entonces capitán Sarmiento logró una audiencia privada con el papa el 16 de enero de 1533, obteniendo gracias apostólicas para la iglesia de San Esteban de Burgos, donde había sido bautizado.
Nostrum dilectus filius Franciscus Sarmiento, miles militiae Sancti Jacobi de Spata (Bula pontificia).
El 28 de febrero de 1533, reunido de nuevo el Tercio en Bolonia, Sarmiento escoltó al emperador en su viaje a Génova, donde embarcaría para regresar a España. Carlos V retuvo para su viaje diez compañías, debiendo Machicao conducir las restantes a Nápoles. Cinco de ellas, a cargo del capitán Rodrigo de Ripalda —que darían lugar al Tercio de Nápoles— marcharon a guarnecer la costa adriática, mientras que las restantes embarcaron el 19 de julio rumbo a Sicilia, isla que prestaría su nombre al Tercio. En él sirvió Sarmiento un quinquenio, hasta su promoción a maestre de campo (1536), hallándose con sus banderas en el socorro y defensa de Koroni (Corón), en Morea (del 8 de agosto de 1533 al 1 de abril de 1534), el ataque de Androusa (2 de febrero de 1534); en el asedio de la Goleta (del 19 de abril al 24 de julio de 1535), en la batalla de los Pozos del Agua (28 de julio de 1535) y entrada en Túnez (31 de julio de 1535); en la toma de Bizerta (4 de noviembre de 1535), así como en la invasión de la Provenza (del 25 de julio al 26 de octubre de 1536) y Marsella (del 2 a 12 de septiembre).
VUELVE BARBARROJA
En 1534 la piratería era un problema para el imperio. Jeireddín Barbarroja sembraba el terror con sus 80 galeras y así continuaría durante cuatro años por todo el Mediterráneo: Koroni, Patras, Lepanto, Calabria, Cetaro, la Campania, Siros, Egina, Ios, Paros, Tenos, Kárpatos, Kasos, Naxos, Corfú, Otranto, Ugento, la fortaleza de Castro…Incluso alcanzó el puerto de Ostia, junto a Roma, atacó Sicilia y recuperó Túnez. Era aquel un problema capital que muy pronto exigiría una reacción imperial, y esta vino con la Jornada de Túnez en junio de 1535, una gran victoria hispana de la que Barbarroja escapó para continuar asolando el Mediterráneo, siempre amparado por la poderosa sombra de Solimán.
Por su parte, en 1536 Sarmiento ya era maestre de campo de las seis compañías que debían dirigirse a Florencia en apoyo al duque Alejandro de Medici, pero los tercios no llegaron a tiempo para impedir su asesinato. El 1 de agosto de 1537 se produjo la batalla de Montemurlo, donde los tercios vencieron a la facción republicana, apresando a sus líderes. La victoria fue tal que el emperador escribió una carta de agradecimiento a Sarmiento.
A partir de ese momento los esfuerzos imperiales volvieron al Turco, un enemigo cada vez más poderoso que obligó al papa Paulo III a proponer una liga católica compuesta por la Santa Sede, Venecia, el imperio español, el archiducado de Austria y los caballeros de Malta. Tan alta y noble era la causa que Carlos V ordenó al Tercio de Vargas, al de Sarmiento y a la coronelía de Agostino Spinola partir a Sicilia para incorporarse a la alianza.
Sarmiento zarpó de La Spezia el 24 de junio de 1538, reuniéndose en Messina con los tercios referidos más el de Diego de Castilla, todos a las órdenes del virrey Hernando de Gonzaga, maestre de campo general de la expedición. Partieron el 27 de agosto y, tras incorporar al Tercio de Sancho de Alarcón, la armada de Andrea Doria, compuesta de 51 galeras, 50 naves y 3 galeones, pasó a Corfú, donde halló al resto de las fuerzas coaligadas. En total, 36 galeras del papa, 4 de Malta y 60 venecianas. Así pues, la fuerza terrestre la Liga la formaban 15.000 mil infantes, de los cuales, 10.000 eran españoles. La flota naval, costeada en sus dos terceras partes por España, consistía en 151 galeras, 70 naves de carga, 4 cuatro galeones y 1 carraca.
La coalición llegó a acorralar a Barbarroja en el golfo de Arta, pero una mala organización permitió al pirata volver a escaparse. A pesar del traspiés, la balanza volvía a inclinarse al bando cristiano y los españoles recuperaron algunas plazas en la costa dálmata. Uno de esos lugares fue Castelnuovo, el 28 de octubre, en las bocas de Cattaro (hoy Kotor), un lugar idóneo para desmantelar la red de bases navales de la flota otomana y de gran valor estratégico para controlar el Adriático, tanto como para que los venecianos reclamaran la plaza, una solicitud denegada por Carlos I.
La negativa del emperador rompió la coalición: los venecianos se retiraron, al igual que el papa, quedando únicamente el Tercio Viejo de Francisco Sarmiento y el de Juan de Vargas asentados en la plaza: 3000 hombres, todos españoles salvo unos pocos estradiotes greco-albaneses. Este nuevo tercio refundido, al que se le llamó Tercio de Castelnuovo, estaba compuesto por quince banderas y quince capitanes: Machín de Munguía, Álvaro de Mendoza, Pedro de Sotomayor, Juan Vizcaíno, Luis Cerón, jaime de Masquefá, Luis de Haro, ,Sancho de Frías, Olivera, Silva, Cambrana, Alcocer, Cusán, Borgoñón Y Lázaro de Corón. La guarnición también incluía 150 unidades de caballería ligera, un pequeño contingente de soldados y caballeros griegos mandados por Ándres Escrápula y algunas piezas de artillería del capitán Juan de Urrés y sus 15 artilleros. El capellán de Andrea Doria, llamado Jeremías, también se quedó junto a 40 clérigos.
Cuando llegaron a Constantinopla las noticias del fin de la Liga Santa, Solimán ordenó formar una formidable flota de 200 galeras, lo que suponía una fuerza de 20.000 hombres, entre los que había 4.000 jenízaros, posiblemente la única tropa asimilable a los Tercios, más 30.000 bosnios que se desplegarían por tierra. La intención del sultán era bloquear Castelnuovo por mar al tiempo que las tropas del gobernador otomano de Bosnia, un persa llamado Ulamen, asediaría la fortaleza por tierra. Era julio de 1539.
CASTELNUOVO
Estaba muy mal reparado y con muchos padrastros á la redonda (Santa Cruz)
12 de junio de 1539. Barbarroja envió treinta galeras a bloquear la entrada del golfo de Cattaro, desembarcando mil soldados en busca de agua potable e información. Los españoles supieron de su llegada y Sarmiento mandó a tres compañías bajo el mando de Machín de Munguía y a la caballería de Lázaro de Corón, quienes vencieron al enemigo. Por la tarde se produjo un segundo intento y en esa ocasión el mismo Sarmiento, junto a los capitanes Álvaro de Mendoza, Olivera y Juan Vizcaíno y 600 hombres, derrotaron a los otomanos, causando 300 muertos y capturando 30 turcos.
Aquel fue un éxito obtenido por el valor y astucia de Sarmiento, pero Castelnuovo era un castillo sin apenas defensas, así que el maestre mandó erigir casamatas, levantar bastiones, fabricar minas y remendar las torres y murallas todo lo mejor que pudo, dejando para la historia el lugar hoy conocido como el castillo de los españoles.
Mientras se trabajaba en las murallas, Sarmiento envió a Italia a tres de sus capitanes, Juan Pérez de Zambrana, Luis de Haro y Pedro de Sotomayor, para reclamar refuerzos, pero solamente el segundo lograría volver a tiempo con dos naves cargadas de bastimentos. Por su parte, Pedro de Sotomayor, que halló ya bloqueado el puerto por los turcos a su regreso, trajo la respuesta de Hernando de Gonzaga a la solicitud de Sarmiento.
(Determine vuestra merced) lo que más cuadre al servicio de Su Majestad y sus propias honras, según el tiempo y la necesidad.
La conclusión era clara: 3.000 hombres abandonados a su suerte a la espera de un enemigo que les iba a superar en una proporción de 12 a 1. Todo estaba perdido, pero aquello era un tercio español, así que no es difícil imaginar a Sarmiento y al resto de capitanes reuniendo a sus hombres para dar una sola orden: matar, y mucho, antes de morir.
Unos días después comenzaría el asedio de Castelnuovo, desde el 18 de julio hasta el 7 de agosto de 1539.
DIARIO DE UN ASEDIO
18 de julio de 1539. Barbarroja y Ulamen llegaron a Castelnuovo y de inmediato comenzaron a poner en tierra hombres y artillería para iniciar el asedio. Como respuesta, los tercios contraatacaron con varias salidas intempestivas, causando numerosas bajas, entre ellas la de Agi, uno de los capitanes favoritos de Barbarroja. Otra batida posterior sorprendería a varias unidades de jenízaros, dejando el lugar sembrado de cadáveres.
23 de julio de 1539. El ejército de Barbarroja estaba listo para iniciar un asalto a gran escala, pero antes ofreció a los españoles una rendición honorable que incluía el tránsito seguro para Sarmiento y sus hombres hasta Italia, conservar armas y banderas y el pago de veinte ducados a cada soldado. A cambio, se exigía abandonar artillería y pólvora. Todo esto se sabe por los escritos de dos cabos de la compañía del capitán Vizcaíno, Juan Alcaraz y Francisco de Tapia, quienes se las arreglaron para regresar a Nápoles y años después dejar constancia de lo sucedido en Castelnuovo.
El maestre de campo consultó con todos sus capitanes, y los capitanes con sus oficiales, y decidieron que preferían morir al servicio de Dios y de su Majestad.
Capitular o morir. La decisión del tercio de Castelnuovo fue sencilla y así se la hizo saber Sarmiento a Barbarroja:
«Vuestras mercedes vengan cuando quieran».
Poco después se inició el gran asalto. Durante todo el día los otomanos emplearon simultáneamente la infantería y la artillería, pero los españoles no solo resistieron, sino que dedicaron la noche a mejorar sus defensas y tapiar los boquetes de las murallas.
25 de julio de 1539. Día de Santiago. El obispo Jeremías permaneció junto a los soldados para infundirles valor y absolver pecados. Aquel día, seis mil infieles murieron, por tan solo cincuenta españoles.
Julio de 1539. Envalentonados por su eficaz defensa, una mañana seiscientos españoles sorprendieron a los turcos, logrando romper su formación y obligándoles a huir, entre ellos algunos jenízaros, que corrieron por todo el campamento rompiendo las tiendas, incluida la de Barbarroja. La guardia personal del almirante temió por la vida de su señor e, ignorando sus protestas, lo llevaron a su galera junto al estandarte.
Julio/agosto de 1539. Fueron aquellos días de lluvia de plomo en la ciudad alta y las débiles murallas. Tras dos semanas de asedio, a los españoles apenas les quedaban víveres, pólvora y balas.
4 de agosto de 1539. Barbarroja ordenó un asalto sobre las ruinas de un fuerte ya reducido a escombros. La acometida se produjo al amanecer y la batalla se prolongó toda la jornada, en la cual se distinguió el capitán Machín de Munguía. Al anochecer los españoles tuvieron que ceder posiciones y retroceder hacia las murallas. De todos los oficiales solo sobrevivieron los capitanes Masquefá, Munguía y Haro, así como el cabo Galaz. Entre los pocos supervivientes capturados por los otomanos encontraron tres desertores, pues Iberia no siempre parió leones.
5 de agosto de 1539. Nuevo ataque contra las murallas. Barbarroja estaba seguro que Castelnuovo caería pronto, por lo que mandó a los jenízaros y a la caballería. A pesar de la inferioridad, los tercios soportaron la acometida y solamente perdieron una torre de la muralla. Sarmiento ordenó entonces a sus zapadores que prepararan una mina para derrumbar esa torre, pero el intento fracasó por una explosión accidental de pólvora.
6 de agosto de 1539.
Y vinieron los sarracenos/ y nos molieron a palos./ Porque Dios no apoya a los buenos/ cuando son menos que los malos.
Al alba del día 6 un inesperado aguacero arruinó las llaves de mecha de los arcabuces españoles, los pocos cañones restantes y toda la pólvora. Sin munición, la defensa se fió a espadas, picas y cuchillos, una lucha en la que se vio obligado a participar todo español que pudiera mantenerse en pie. Contra todo pronóstico, se volvió a rechazar el asalto.
7 de agosto de 1539. Sarmiento resultó herido en el rostro por tres flechas, pero siguió dirigiendo a sus hombres. Los bombardeos destrozaron las murallas y se ordenó retirada general hacia la parte baja de la villa donde se refugiaba la población y aunque el repliegue se hizo con orden y disciplina, se encontraron las puertas del castillo cerradas. Desde dentro ofrecieron una cuerda al maestre para trepar los muros, pero este rehusó.
Dios no querría que me salvara y mis compañeros murieran sin mí.
Dicho esto, se sumó a los capitanes Machín de Munguía, Juan Vizcaíno y Sancho Frías para liderar la última defensa. Rodeados por el enemigo, los últimos españoles lucharon espalda con espalda hasta la extenuación. Al final de ese día, Castelnuovo había caído.
Casi todos los 4.000 jenízaros y otros 16.000 otomanos murieron en el asalto a Castelnuovo, incluso se dice que el total de las bajas pudo llegar hasta las 37.000. Entre los defensores españoles tan solo sobrevivieron 200 hombres, la mayoría heridos. Uno de los prisioneros era Machín de Munguía, a quien Barbarroja le ofreció sumarse a su ejército, pero este rechazó aliarse al infiel y fue decapitado. La mitad de los prisioneros y todos los clérigos también fueron ejecutados. Los pocos supervivientes españoles fueron enviados a Constantinopla como esclavos, aunque 25 de ellos protagonizaron una hazaña seis años después, cuando consiguieron escapar de prisión y navegar hasta el puerto italiano de Mesina.
La caída de Castelnuovo puso punto final a la fallida campaña de la Liga Santa contra el poder otomano en el Mediterráneo oriental. Los esfuerzos del imperio español se centraron entonces en la puesta en marcha de una gran expedición, la conocida como Jornada de Argel, en 1541, que fracasó por culpa de una tormenta.
En 1543 se firmó una tregua entre el emperador Carlos y Solimán. Castelnuovo estuvo bajo gobierno otomano durante los siguientes 150 años. Fue recuperada en 1687 durante la Guerra de Morea por el capitán general del mar de la armada de Venecia Girolamo Cornaro, quien derrotó a los turcos cerca de la localidad y puso la fortaleza bajo control veneciano.
Ricardo Aller Hernández
BIBLIOGRAFÍA
Tercios. José Javier Esparza. La esfera de los libros. (2017)
dbe.rah.es/biografias/123978/francisco-sarmiento-de-mendoza-y-manuel
wikipedia.org/wiki/Sitio_de_Castelnuovo
abc.es/historia-militar/20131117/abci-castelnuovo-heroica-resistencia-tercio
historiayarabismo.wixsite.com/recreahistoria/single-post/2015/12/03/1539-el-asedio-de-castelnuovo-una-numancia-espa%C3%B1ola-en-montenegro
Estupendo y maravillosamente referenciado. Soy pariente del bravo Francisco, y siempre me gustó la historia de mi familia, los Sarmiento, En Scribd.com, están publicados todos mis trabajos sobre mi familia, muy desconocida y maltratada al perder la baronía en todos nuestro títulos y ser absorbidos por los Alba, Medinaceli e Hijar.
Un abrazo,
Lorenzo Sarmiento de Dueñas.
Un deber el poder rendir homenaje a tan ilustre apellido.