Juan de Austria, en su infancia

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Juan de Austria con 14 años, de Alonso Sánchez Coello

Aquel paje a quién llamaban Jerónimo se hallaba en presencia de un hombre, anciano ya, ricamente vestido, sentado en una silla alta que gozaba de un soporte de metal añadido al asiento, sobre el cual el caballero reposaba su pierna derecha, completamente extendida. Aquel caballero le hablaba con voz entrecortada, le preguntaba sobre su vida, sobre los cuidados recibidos de su “padre”, don Luis de Quijada. El chico, respondía según su saber, sin comprender por qué su “padre”, con un nutrido séquito, le había conducido a las dependencias del monasterio de Yuste, desplazándose desde el pueblo de Cuacos de Yuste en el cual residía la familia. Esta y otras visitas acontecieron durante el año 1557 y se prolongaron hasta que aquel caballero falleció el 21 de septiembre de 1558, en el mismo monasterio.

Posteriormente, aquel Jeromín tuvo conocimiento de quién era aquel achacoso caballero, exquisitamente vestido y cuyas palabras en muchas ocasiones no comprendía al salir siseadas de sus labios; el emperador Carlos I de España y V de Alemania.

Carlos I, viudo desde hacía siete años de su amada emperatriz Isabel de Portugal, conoció por el año 1547, a una joven, Bárbara Plumberger, en la ciudad alemana de Ratisbona. En dicha ciudad, Carlos I había permanecido varios meses con motivo de una reunión de la Dieta del Imperio. Según el mismo Emperador declara en el codicilo de su testamento redactado en Bruselas el 6 de junio de 1554 «por quanto estando yo en Alemania, después que embiudé, huve un hijo natural de una mujer soltera, el que se llama Gerónimo». El embajador veneciano, Federigo Badoaro, chismoso como todos los embajadores, en su Relación de España, proclama que es sabido que el Emperador “por consolar su soledad, dondequiera que ha estado ha tenido trato con mujeres de alta o baja condición”.

Al hijo de Carlos y Bárbara se le puso por nombre Jerónimo, y, según sospechas, al no desear el Emperador que se tuviese conocimiento de su paternidad y, según parece, por no confiar en las capacidades de la madre para criar al niño, se le dió al cuidado de su ayuda de cámara, Luis de Quijada, el cual, al hallarse soltero, hizo encargo de la crianza a alguna nodriza a la cual debió vigilar con gran esmero, dada la procedencia del encargo recibido. Poco más se sabe de los primeros años de conocido por Jeromín, ignorante por completo de su real y natural procedencia. Y como él otros muchos personajes que le rodeaban, a excepción de Luis de Quijada, naturalmente.

Entre 1550 a 1554, encontramos al niño viviendo en una casa humilde en Leganés, bajo la tutela de un violero del Emperador, Francisco Massy, ya jubilado, y casado con Ana de Medina, la cual, analfabeta, no fue considerada por el cura del pueblo, Bautista Vela, suficientemente capacitada para instruir a Jeromín en las primeras letras y nociones de la religión. Sin embargo, el cura no era muy dado al esfuerzo docente, lo cual trajo consigo que el niño viviese sus primeros años en completa libertad y sin exigencia alguna. Su instrucción radicaba en los juegos con los otros niños de Leganés, la caza de conejos y juegos a combates entre moros y cristianos. De letras, nada, ya que hasta le era difícil deletrear su propio nombre.

Todo ello cambió cuando Luis de Quijada, casado ya con una mujer inteligente, devota y cariñosa, Magdalena de Ulloa, aun desconociendo la estirpe del chiquillo, se avino a recogerlo en su casa señorial, en Villagarcía de Campos. Fue Magdalena la que se encargó de la instrucción espiritual de Jeronimo, acudiendo juntos a misa diaria y dándole ejemplo con sus limosnas a los pobres y necesitados. Las lecciones de Gramática, Retórica, Matemáticas, Astronomía y Latín, corrieron a cargo de unos capellanes, los cuales se asombraban del apasionamiento del joven por la historia y su soltura en la expresión. Jerónimo se extasiaba con las historias y relatos de don Luis de Quijada cuando sus regresos. El ayuda de cámara del Emperador se explayaba durante horas, con la atenta escucha del joven, acerca de los problemas de los protestantes, de la competencia de Francia, del peligro turco, de las rebeliones flamencas. A todo ello se unía la enseñanza del antiguo escudero de don Luis, Juan de Galarza, quién le adiestraba con notable éxito en la equitación, el manejo de armas, las estrategias, la artillería, el movimiento de tropa. La formación, pues, del futuro Juan de Austria no pudo se más apropiada y efectiva.

Jerónimo iba creciendo sin tener constancia ajena al hecho de que su padre era don Luis de Quijada, empero las visitas y conversaciones con el Emperador. En su testamento, reconociendo Carlos su paternidad, indicaba que debía adoptar el nombre de Juan. Felipe II, ausente de España, fue informado del fallecimiento de su padre, así como de los rumores que corrían acerca de la paternidad de Jerónimo. Luis de Quijada, negando la veracidad de tales rumores, solicitó del Rey instrucciones respecto a cuál debiera ser su conducta. La nota escrita a mano por el secretario del Rey, Eraso, con sus enmiendas y tachaduras, delata las dudas que albergaba Felipe II y el propio secretario, por lo cual se instaba a don Luis a aguardar el regreso del Rey a España para dar tratamiento a tan delicada cuestiòn.

Ambos hermanos, Felipe y Juan, se conocieron el 28 de septiembre de 1559 en La Santa Espina, en Valladolid. El Rey, siguió las instrucciones de su padre, contenidas en el codicilo y reconoció al joven como miembro de la familia real, cambiándole el nombre por don Juan de Austria, dándole casa propia, colocando a don Luis de Quijada y esposa al frente de ella.

Se disponía con ello el azaroso futuro del apaciguador de las rebeliones en las Alpujarras, del comandante supremo de la flota de la Liga Santa, del vencedor de Lepanto, del pretendiente al trono de Escocia con un matrimonio con Maria I Estuardo, del vicario general en Italia de Felipe II, del gobernador de los Países Bajos y del vencedor en las batallas de Gembloux y Rijmenaml. El verdadero paladín del rey Felipe II.

Sin embargo, empero los muchos servicios que le prestó y las reiteradas peticiones del hermano, Felipe II nunca le concedió el título de Infante de Castilla y con ello el tratamiento de Alteza Real. El soberano albergaba dudas acerca de las ambiciones de don Juan, alentadas por su traidor secretario Antonio Pérez, que le insinuaba, pérfidamente, una supuesta pretensión de alcanzar un reino propio con el matrimonio con la reina escocesa, Maria Estuardo.  El antiguo joven Jerónimo, como Juan de Austria, falleció, deprimido y por unas fiebres tifoideas, cuando el sitio de Namur.

El día 28 de septiembre de 1578 nombró sucesor en el gobierno de los Países Bajos a su sobrino Alejandro Farnesio. Escribió a su hermano pidiéndole que respetase tal nombramiento y que le permitiera ser enterrado junto a su padre. Falleció el 1 de octubre de 1578. Los restos de don Juan de Austria fueron llevados a España y reposan en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial y precisamente en el Panteón de Infantes.

Francisco Gilet

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