La batalla de Bicoca

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Prospero Colonna

Si días atrás aludíamos a la expresión “resistencia numantina”, ahora podemos mencionar a otra palabra que ha pasado al habla española como sinónimo de fácil, y esta palabra no es sino “bicoca”; mientras para el francés  su «bicoque» es muy diferente; “chabola”.

Y todo ello surge del combate librado el 27 de abril de 1522, dentro de la guerra de los Cuatro Años, en las proximidades de esa localidad italiana, Bicocca, en el Milanesado de aquellos tiempos, en el cual se enfrentaron las fuerzas de Francia y Venecia, con la presencia de mercenarios suizos, contra el ejército imperial de Carlos I, bajo el mando de un espléndido general italiano, Prospero Colonna. Una batalla que siendo aplastante no fue sino el prolegómeno de la de Pavía, acaecida en 1525.

Por lo visto los mercenarios suizos del ejército de Francisco I de Francia, al no haber cobrado su salario, tenían prisa en entrar en batalla inmediatamente o bien retornar a sus cantones. Y, presionando al comandante francés Odet de Lautrec pretendieron atacar la posición de Colonna en lo que ahora es un barrio de Milán, Bicocca.

 Colonna, había colocado sus fuerzas en una posición inmejorable. En un parque que se alzaba entre un largo terreno pantanoso al oeste y la carretera principal hacia Milán en el este. Por esta carretera discurría un profundo dique, cruzado por un estrecho puente de piedra a cierta distancia al sur del parque. El lado norte del parque se hallaba bordeado por una carretera hundida. Colonna la hundió un poco más y construyó un muro de tierra en el bancal sur. La artillería imperial, emplazada en varias plataformas protegidas por el muro, protegía los campos del norte y varias partes de la misma carretera. Es decir, el emplazamiento no solamente era propicio para las tropas españolas, sino tambièn de dificil escalada para los atacantes..

Colonna, intuyendo el ataque francés, después de comprobar el envío de unos exploradores franceses, pidió refuerzos a Milán, mandándole Francisco Sforza 6.400 soldados. Justo detrás de la muralla se situaban cuatro filas de arcabuceros españoles, dirigidos por Fernando de Ávalos, Marqués de Pescara. Estos quedaban respaldados por piqueros españoles y alemanes bajo el mando de Georg von Frundsberg. Al sur se situaba el grueso de la caballería imperial, a considerable distancia tras la infantería. Una segunda fuerza de caballería se situaba más al sur, guardando el puente, con la presencia de los soldados de Sforza.

Al atardecer del 27 de abril, Lautrec lanzó su ataque. Las Bandas Negras limpiaron el campo de estacas españolas, barriendo el terreno frente a las posiciones imperiales. Dos columnas suizas, cada una comprendiendo entre 4000 y 7000 hombres, acompañaban a varias baterías de cañones a la cabeza del avance francés. Se disponían a asaltar frontalmente el frente fortificado del campamento imperial. ​ Lescun, mientras, dirigía un cuerpo de caballería a lo largo de la carretera a Milán, con intención de flanquear el campamento y atacar el puente de retaguardia. El resto del ejército francés, incluyendo la infantería francesa, formó una amplia línea a cierta distancia de las dos columnas suizas. Tras ellos se disponía una tercera línea formada por fuerzas venecianas de Francisco María I della Rovere, duque de Urbino.

Los suizos, al mando de Anne de Montmorency, iniciaron su avance hacia el parque. Montmorency les ordenó detenerse para aguardar la intervención de la artillería francesa sobre la colina. La confianza en las picas y su más elevado número impulsaron a los suizos a avanzar hacia las tropas españolas. Sin embargo, para llegar a ellas se toparon con una ligera cuesta. El blanco era perfecto para los arcabuceros. La primera fila de ellos, al tenerlos a tiro, dispara, luego se retira y deja paso a la segunda, mientras recarga el arcabuz, para regresar a la primera fila y abrir fuego de nuevo, provocando una tempestad de plomo que empuja a la retirada de los suizos y franceses, dejando más de 3000 soldados, incluidos varios capitanes y nobles franceses, siendo Montmorency el único que salió ileso de la contienda. El empuje suizo se paralizó incluso antes de poder alcanzar a las primeras líneas españolas, obligados por estas a retirarse, dada la intensidad y continuidad del fuego. Es decir, los arcabuceros españoles comenzaron a poner de relieve, no solo la importancia de las armas de fuego y una nueva estrategia de su manejo, sino tambien la inutilidad frente a ellas de las picas y la caballería pesada.

Todo ello significó que mientras las tropas del combinado francés habían perdido más de 3.000 hombres más varios capitanes, las tropas imperiales españolas no habian tenido ni una sola baja. Aunque, a decir verdad, si hubo una pérdida entre los españoles, pero no fue bajo las picas suizas, sino como consecuencia de una coz propinada por una mula.

Replegados los franceses, Colonna no hizo caso a las peticiones de sus capitanes, que le solicitaban perseguir a las tropas del combinado y atacarles de forma contundente. Sin embargo, Colonna entendió que el ejército francés no había sufrido tantas pérdidas, pero que sí se sentía derrotado. Efectivamente, emprendieron la retirada mientras pequeños grupos de arcabuceros españoles pretendían acosarles, sin resultado. A la retirada francesa se unió la huida de los suizos que regresaron a sus montañas reducido su número, pero mucho más reducida su audacia.

Libres de la amenaza del ejército francés, renunciando los venecianos a su papel por desinterés en el Milanesado, Colonna y Ávalos avanzaron sobre Génova, capturando la ciudad tras un breve asedio. El dogo veneciano Andrea Gritti en julio de 1523, firmó el Tratado de Worms con Carlos I, por el cual la República de Venecia abandonaba la contienda. Francisco I intentó en dos ocasiones hacerse con la Lombardía, sin resultado. Le aguardaba Pavía, en donde los arcabuceros españoles arrasaron a la caballeria francesa. El rey frances, derrotado y preso de Carlos I, al entrar en Madrid, en direcciòn a la torre de los Lujanes, y contemplar como los muchachos madrileños jugaban con espadas de madera, no pudo por menos que reconocer; «Bendita España que pare y cria a sus hijos ya armados«.

Prospero Colonna, nacido en Nápoles, en 1452, había servido al frente de la caballería española durante las campañas de Nápoles, bajo las órdenes del Gran Capitán, General de las tropas imperiales de Carlos I. Falleció en Milán en 1523.

Francisco Gilet

Bibliografía

Martínez Laínez, Fernando y Sánchez de Toca, José María . Tercios de España. La infantería legendaria

Albi De La Cuesta, Julio. De Pavía a Rocroi,

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