5 de septiembre de 1526. Océano Pacífico.
Las velas de la nao Santa María de la Victoria, un buque de alto bordo con capacidad de carga de hasta 305 toneles vizcaínos, recortan el horizonte, empujadas por un suave viento del este hacia la costa de una de las trece islas que corren NS desde 12º hasta 19º de latitud N. Apretujados en la proa, Andrés de Urdaneta y el resto de la tropa de la expedición del recientemente fallecido don García Jofre de Loaísa , que Dios tenga en su gloria, observan con inquietud al numeroso grupo de canoas indígenas que se aproximan desde las Islas de los Ladrones, así llamadas por el mismísimo Magallanes tras su singular primer contacto con los nativos.
Un rumor de inquietud recorre el barco, pero nadie se mueve de su posición. Tal y como Urdaneta ha dejado escrito, los hombres prefieren morir a manos de los salvajes que prolongar su agonía en el barco por culpa del escorbuto, cruel enfermedad que ha un mes y un día que se ha llevado a don Juan Sebastián Elcano, o quizás no, pues el de Villafranca de Oria sospecha que la causa de tan importante pérdida pudo ser la intoxicación por comerse un gran pez con dientes como de perro, por el que habrían muerto también todos los hombres principales (…), casi en tiempo de 40 días.
Reman los nativos en aquellas embarcaciones que, gracias a sus velas triangulares, parecen volar sobre las inusuales formaciones rocosas altas en el agua, cubiertas con una pequeña vegetación en la parte superior y bordeadas con olas desde abajo, dejando atrás la playa de arena blanca y pequeños corales de colores blanco y rosa. Son decenas de hombres barbudos, con sus cuerpos untados de aceite de coco y dientes ennegrecidos, y su actitud no parece hostil, pero desde la nao don Toribio Alonso de Salazar ha ordenado que todo el que aún tenga fuerzas para portar un arma aguarde la llegada con un trabuco en una mano y una espada en la otra.
Están los indígenas a tiro. La situación se torna tensa, pero todo se resuelve de forma imprevisible y Urdaneta, que aunque joven ya dispone de cierto bagaje y una curiosidad que le convertirá en el más grande cosmógrafo de su tiempo, vive uno de los momentos más sorprendentes de toda su vida cuando desde la canoa más adelantada un hombre medio desnudo, con el pelo enmarañado y la barba descuidada, se incorpora y comienza a hablarles en perfecto castellano con un inconfundible acento gallego:
—En buena hora vengáis, señor capitán, maestre y la compañía.
…hallamos un gallego que se llama Gonzalo de Vigo, que quedó en estas islas con otros dos compañeros de la nao de Espinosa, e los otros dos muriendo, quedó él vivo, el cual vino luego a la nao e nos aprovechó mucho porque sabía la lengua de las isla … (Andrés de Urdaneta)
EL PERSONAJE
Señores, yo soy uno de los de la armada del capitán Magallanes, y salime de la nao del capitán Gonzalo Gómez de Espinosa, cuando tornó á arribar al Maluco. No pudiendo ir á la Nueva España, porque en esa sazón se morían de cierta dolencia en la nao, salimos yo y otros dos compañeros portugueses por miedo de morir, en la isla más cercana del Norte, y allí mataron los indios a los otros dos compañeros míos por ciertas sinrazones que ellos cometieron, y después me pasé de allí con unos indios a esta isla de Botahá; y soy gallego y me llamo Gonzalo de Vigo, y sé muy bien la lengua de las islas.
La historia de Gonzalo de Vigo, cuyo verdadero nombre pudiera ser Gonzalo Álvarez, según el historiador Amancio Landín, se conoce gracias a los escritos del militar, cosmógrafo, marino, explorador y más tarde religioso agustino Andrés de Urdaneta, y a la Historia general y natural de las Indias, de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, una crónica que reúne los acontecimientos de la expansión ultramarina castellana desde 1492 hasta 1549.
Se da por cierto que en el año 1519 nuestro personaje se enroló en la histórica expedición de Fernando de Magallanes que realizaría la primera navegación desde el océano Atlántico hasta el Pacífico, llamado hasta entonces mar del Sur, formando parte de la tripulación de la nao Trinidad, comandada por Gonzalo Gómez de Espinosa. De las cinco naves que partieron el 20 de septiembre desde Sanlúcar de Barrameda solamente esta y la nao Victoria alcanzarían las islas Molucas en noviembre de 1521. Tras pasar un mes reuniendo víveres, un ancla desprendida produjo daños severos en el Trinidad y se decidió que debía regresar al Nuevo Mundo, mientras que la segunda embarcación continuaría su camino a través del Índico.
El regreso a las Indias no fue posible debido a las tempestades y al desconocimiento de las corrientes marinas, a lo que se sumó el escorbuto, y el hambre. La situación se tornó tan delicada que Gonzalo, junto con dos portugueses, decidió desertar cuando la nao alcanzó la Islas de los Ladrones, actuales Marianas, en agosto de 1522.
Del grupo de tres desertores los dos portugueses morirían al poco a manos de los nativos. Mejor suerte corrió el español, quien logró integrarse en la vida indígena, aprendiendo sus costumbres, la geografía y la lengua del lugar, circunstancia que le convertiría al tiempo en un elemento imprescindible para la expedición de García Jofre de Loaísa que había llegado a las Molucas cumpliendo las órdenes del emperador Carlos para arrebatar aquellas islas a Portugal.
Sería 5 de septiembre de 1526 cuando la nao Victoria arribara en las costas de la isla llamada Botahá, actual isla de Guam, donde los españoles, al mando de Toribio Alonso de Salazar tras las muertes de Juan Sebastián Elcano y Loaísa, fueron recibidos por los nativos a bordo de sus canoas, entre los cuales se hallaría Gonzalo de Vigo.
En una isla llamada Botahá les vino un cristiano en una canoa que, hablándoles en castellano, les dixo: ‘En buena hora vengais, señor capitán, maestro y la compañía’. Y los de la nao con mucho placer le respondieron que fuesse bien venido (F.ernández de Oviedo y Valdés).
GIRUBASA
Girubasa es una palabra malaya que quiere decir lengua, esto es, intérprete, un elemento del que los españoles no disponían al llegar a las Molucas hasta su inesperado encuentro con Gonzalo de Vigo: el buen conocimiento de la lengua indígena por parte del gallego permitió a la expedición española disponer de un mediador con las tribus de las islas, una ventaja tan importante que desde la nao incluso se le llegó a conceder el perdón por su deserción cuatro años antes.
(Gonzalo de Vigo) no quiso entrar en la nao sin que le diesen seguro real; y diósele, y luego se entró en la nao y fue con ellos al Maluco; y les aprovechó, porque sabía bien las lenguas de aquellas tierras y también alguna cosa de la lengua malaya. En aquellas islas, antes que surgiesen, les vinieron muchas canoas á bordo con muchos cocos y agua en calabaças, y pescado, y plátanos, y batatas, y arroz, y sal, y otros muchos fructas que hay en aquella tierra; y no querían por ello otra cosa sino hierro, assi como clavos ó cualquier cosa de punta. (Fernández de Oviedo y Valdés).
Tras hacer aguada, el 10 de septiembre la Victoria partió de Botahá hacia las islas de Maluco con el gallego a bordo. Un mes más tarde hicieron escala en la isla de Mindanao, donde desembarcaron Urdaneta y varios hombres, entre ellos Gonzalo de Vigo, el girubasa, organizando un encuentro con los naticos, donde los españoles entregaron a los nativos objetos relucientes, pero de escaso valor a cambio de cocos, plátanos, vino de palma, arroz y alguna gallina.
El gallego Gonzalo de Vigo sabía un poco la lengua Malaya y se entendía con los del país. Estaban haciendo amistades con el Rey que les quería dar provisiones, pero llegó un hombre natural de Malaca y creyendo este que los españoles eran portugueses dijo al Rey que no les diese nada ni tomase amistad con ellos que él conocía sus tratos y al mejor tiempo los matarían. (Fernández Navarrete).
Enturbiada la relación por aquel malayo, los anticos se alzaron, tomando como prisionero a Gonzalo de Vigo, quien se las arregló para escapar. Al día siguiente Martín Íñiguez de Zarquizano desembarcó en la isla y se adentró en la jungla hasta llegar al campamento para requerirles a los indios de paz a que nos vendiesen algunos alimentos, pero la respuesta de estos fue la huida.
Tras una nueva escala en Cebú, el 22 de octubre la Victoria arribó a la isla de Tidoro y, gracias a la mediación de Gonzalo de Vigo, los capitanes Urdaneta y Alonso de los Ríos consiguieron hacer amistad con el rey, quien mostró que se holgaba mucho con la embajada.
Alonso de los Ríos, que era sobresaliente de la armada, hizo muy buena relación al rey, siendo intérprete el gallego Gonzalo de Vigo, diciéndole que el emperador enviaba una armada a las islas del Maluco para favorecerlos (Navarrete)
El 29 de octubre la expedición alcanzó Gilolo, donde también entablaron negociaciones con el rey de la isla, pero en esta ocasión se interpusieron los portugueses. Según narra José María Madueño Galán, el 10 de diciembre la armada portuguesa se presentó en Gilolo, pero fueron convencidos por el parlamentario enviado por el capitán español, Gonzalo de Vigo. Los diecisiete castellanos que quedaban en Gilolo se abrazaron con sus antiguos enemigos y los gilolanos, estupefactos ante la actitud de los españoles, inesperada para ellos, desistieron de sus intenciones y se adentraron en los montes.
Hasta aquí se recogen los hechos históricos de Gonzalo de Vigo, lo que sucediera con él a partir de ese momento se pierde en el olvido y la suposición: puede que regresara a Lisboa en 1536 a bordo de la nao Victoria, donde la información recabada durante once años por la expedición fue incautada por el rey de Portugal, o quizás prefirió quedarse en alguna de aquellas islas aprovechando su conocimiento de la lengua… Eso es algo que nunca sabremos.
La intervención de Gonzalo de Vigo fue capital para que los españoles lograran forjar alianzas con las tribus locales que se mantendrían hasta 1531, fecha en la que comenzó a cumplirse con el Tratado de Zaragoza, firmado dos años antes, y para recordar la importancia de nuestro personaje, existe una estatua en bronce, obra del escultor vigués José Molares, en las inmediaciones del puerto pesquero del Berbés, en el tramo entre A Laxe y O Berbés, frente a la Ría.
Ricardo Aller Hernández
BIBLIOGRAFÍA
*elespanol.com/gonzalo-de-vigo-el-naufrago-gallego-que-conquisto-el-pacifico
*Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés “Historia general y natural de las Indias» (cervantesvirtual.com/obra/historia-general-y-natural-de-las-indias-islas-y-tierrafirme-del-mar-oceano).
* José María Madueño Galán: “Andrés de Urdaneta, un aventurero”.
*Farodevigo.es/gonzalo-vigo-robinson-gallego.
*Gonzalodevigo.com/gonzalo-de-vigo.
*Vigopesqueiro.com/navegantes-gallegos-gonzalo-de-vigo.
Un artículo excelso. Gracias.
Muchas gracias por darnos a conocer las vicisitudes de los aventureros y decididos españoles en el Pacífico.