BLAS PARERA, DOS MUNDOS UNIDOS POR SU MÚSICA

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Argentina, 1813.

En Buenos Aires brilla el sol y desde las vidrieras de San Nicolás, la luz se difumina dentro de la iglesia, otorgando al templo una sensación de recogimiento que inspira a Blas Parera. Sentado frente al libreto donde ya ha esbozado las primeras notas de su nuevo encargo, el español tamborilea con los dedos, tratando de ajustar el compás al estribillo que ayer le presentó el abogado y poeta Vicente López y Planes.

Sean eternos los laureles

que supimos conseguir: (bis)

coronados de gloria vivamos,

o juremos con gloria morir.

La marcha que ha escrito López por encargo de la Asamblea Constituyente es extensa, muy extensa., lo que dificulta aún más la composición. Cargada de simbolismo revolucionario, requiere una música que consiga plasmar la intención original de su autor, y para eso ha estado toda la mañana conversando con él. Con la intención de conocer su manera de pensar y su forma de sentir.

— He querido imitar el canto de guerra que Jovellanos compuso para Asturias en 1811. Sin duda la lectura temprana de las poesías orientales, de la Biblia, las de Virgilio y la de los poetas españoles de mi tiempo, unidas a mi imaginación del porvenir americano, cuyo magnífico desarrollo presiento con la revolución política contemporánea, exaltan mi patriótico entusiasmo hasta poder representar los sentimientos de mi país, y de la Asamblea que me honra con esa comisión de un modo satisfactorio.

El recuerdo de aquellas palabras, la luz taciturna que entra por las vidrieras, el recogimiento del lugar y su natural calidad como músico se combinan para susurrarle al oído las notas más adecuadas:  Mi, Do, Do, Do, Mi, Mi, Sol, Mi, Mi, Fa, Re, Re, Re…. Llevado por la inspiración, el músico comienza a escribir una página tras otra durante horas hasta completar el libreto.

Cuando termina el trabajo en la iglesia no hay más luz que la que proporcionan las velas. Cansado, Parera revisa lo que ha escrito y al final asiente, visiblemente satisfecho. La composición tiene fuerza, incluso alma, pero es compleja, acorde al texto que acompaña, y para llevarla a cabo necesita 15 ejecutores y un coro de niños cantores.

Seguro de haber cumplido las expectativas, el murciano coge abrigo y sombrero, se guarda el libreto en un portafolio y sale de San Nicolás a toda prisa. Está deseando presentar la Marcha Patriótica a la tertulia que tiene lugar en el salón de Mariquita Sánchez de Thompson.

Al fin y al cabo, piensa mientras toma la Avenida Santa Fe, no todos los días se escribe el himno de una nación.

El valiente argentino a las armas

corre ardiendo con brío y valor:

El clarín de la guerra, cual trueno

en los campos del Sud resonó.

Buenos Aires se pone a la frente

de los pueblos de la ínclita unión.

EL PERSONAJE

Blas Parera Moret nació en Murcia el 3 de febrero de 1776. Hijo de Ramón y Bernarda Moret, de niño fue a vivir a Mataró junto con su familia. Sería allí donde comenzó su íntima relación con la música, formando parte de la Capilla de Música de su colegio, el Santa Anna.

En 1793 emigró a América, estableciéndose en 1797 en Buenos Aires, en la calle Belgrano esquina Chacabuco. En 1802 se fue a Montevideo a trabajar como músico en la iglesia de San Francisco, regresando meses más tarde a Argentina para impartir clases en el Colegio de Niños Expósitos y también de forma particular, enseñando violín, piano y laúd. Además, se convirtió en organista de la catedral y de las iglesias de San Nicolás, San Ignacio y La Merced.

Respecto a su faceta artística, ofreció conciertos como violinista, clavicordista, compuso tonadillas y fue director de orquesta del Coliseo Provisional de Comedias, lo que hoy es el Teatro Coliseo.

Se sabe que participó como voluntario en la defensa de Buenos Aires durante las fallidas expediciones militares que Gran Bretaña emprendió en 1806 y 1807 contra el Virreinato del Río de la Plata que ocurrieron en el marco de la Guerra anglo-española (1804-1809).

El 14 de octubre de 1809 se casó con una de sus alumnas, Facunda del Rey, en la iglesia de San Nicolás de Bari.

REVOLUCIÓN DE MAYO DE 1810: PROVINCIAS UNIDAS DEL RÍO DE LA PLATA

Entre el 18 y el 25 de mayo de 1810 se produjeron en Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, una serie de acontecimientos que dieron el aldabonazo para la independencia del país, desde la caída de la Junta Suprema Central hasta la destitución del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien fue reemplazado por la Primera Junta de gobierno.

Inicialmente no se produjo una proclamación de independencia formal, ya que la Primera Junta aún gobernaba nominalmente en nombre del rey Fernando VII, quien había sido depuesto por las Abdicaciones de Bayona, siendo ocupado su lugar por el francés José Bonaparte, una acción pasaría a la Historia como La Máscara de Fernando VII.

Juráis a Dios nuestro Señor y a estos Santos Evangelios reconocer la Junta Provisional Gubernativa de las provincia del Río de La Plata a nombre del Sr. D. Fernando Séptimo, y para guarda de sus augustos derechos, obedecer sus órdenes y decretos, y no atentar directa ni indirectamente contra su autoridad, propendiendo pública y privadamente a sus seguridad y respeto.

Todos juraron; y todos morirán antes que quebranten la sagrada obligación que se han impuesto (Gaceta de Buenos Aires (1810-1821), 1910, p. 13)

Tras la Revolución de Mayo surgieron las Provincias Unidas del Río de la Plata, sustituyendo al hasta entonces conocido como Virreinato del Río de la Plata.

Aunque su gobierno reclamaba jurisdicción sobre todo el territorio del virreinato, las Provincias Unidas del Río de la Plata nunca llegaron a controlar la totalidad del antiguo virreinato, que acabó por subdividirse en países. Las provincias que siguieron formando parte de las Provincias Unidas cambiaron su nombre a Argentina con la constitución de 1826, con la Provincia Oriental y Tarija aún dentro de la unión. El término quedó en desuso con la independencia del Uruguay y el final de una larga etapa de anarquía y guerras civiles. Las trece provincias que todavía integraban esta unión entre 1831 y 1832 se agruparon en lo que se denomina Confederación Argentina; para entonces, la denominación de Provincias Unidas del Río de la Plata ya había sido abandonada.

La declaración de independencia de la Argentina tuvo lugar seis años después durante el Congreso de Tucumán el 9 de julio de 1816, donde se declaró independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli.

PARERA Y EL HIMNO

Por aquel entonces Blas Parera gozaba de un gran prestigio como músico, tanto que 1813 la Asamblea General Constituyente le encargó la composición de lo que sería la Marcha Patriótica, con letra de Vicente López.

Por el decreto número 10.302 del 11 de mayo de 1813, la letra y música fueron aprobadas como Himno Nacional Argentino, cuya duración era de veinte minutos.

Por su contribución musical, Parera recibió la suma de doscientos pesos, una cantidad respetable para la época. Durante tres años, este fue también el Himno de la República de Chile, durante la permanencia en ese país del general José de San Martín.

Hoy en día, la versión vigente del Himno corresponde a la transcripción realizada por Luis Larreta, que se ajusta a lo acordado el 25 de septiembre de 1928 por el Poder Ejecutivo de la Nación la versión que se canta en Argentina es una reducción de aquel que realizó Pedro Esnaola en 1847, pues la partitura original se perdió.

REGRESO A ESPAÑA

En julio de 1813 Parera se trasladó a Río de Janeiro para estudiar con el maestro Marcos Antonio Portugal, regresando en 1815 a Buenos Aires, donde nacería su hijo Juan Manuel. Además tuvo otras hijas llamadas Dolores y Juana.

En 1818 regresó a España, desembarcando en Cádiz. Ocupó un cargo de interventor del Correo en Mataró, donde murió el 7 de enero de 1840. Fue sepultado en el Cementerio de los Capuchinos, aunque con el tiempo sus restos serían reacondicionados ​

EN SU MEMORIA

*Existen distintos establecimientos, ciudades y monumentos tales como la ciudad de Parera, en el departamento de Rancul, en La Pampa. También llevan su nombre escuelas, agrupaciones musicales y calles. *En 1933, los niños de las escuelas catalanas sufragaron el transporte de una piedra de Montserrat a la Argentina para la construcción de un monumento en memoria suya.

Ricardo Aller Hernández

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