Indios que evangelizaron América

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Los frailes realizaron una extraordinaria labor, a partir de 1.492, en la evangelización de América, pero su tarea hubiera sido imposible, dado su siempre escaso número ante la inmensidad de todo un continente, sin la ayuda fundamental de los propios nativos y, muy especialmente, de los niños.

Los misioneros fueron los adelantados de la gran obra evangelizadora, que desde el primer momento del Descubrimiento de América, fue la razón de ser de la empresa que acometieron los Reyes Católicos, especialmente Isabel.

En todas las misiones, iglesias, conventos… que fueron fundando los frailes, a su lado se creaba una escuela. De esta forma, por todo el Nuevo Mundo nacieron centenares de colegios, en donde los niños aprendían a leer y escribir y también la doctrina católica, que luego transmitían a sus mayores al regresar a sus chozas. Particularmente eficaz fue la tarea realizada por los hijos de los caciques, que al convertir a éstos y animarlos a abandonar sus cultos idólatras, contribuían a convertir a sus tribus a la fe católica. Y no sólo eso, los propios niños ayudaron a los misioneros a aprender las lenguas nativas, facilitándoles así su labor evangelizadora.

Sería muy prolijo enumerar los casos, pero basten algunos ejemplos en la instrucción de estos niños predicadores, como el de fray Pedro de Gante, o el de fray Tomás de Santo Domingo, que formó a cientos de niños en su escuela… Algunos de estos niños llegaron a morir mártires en su propagación de la doctrina cristiana, como fue el caso de Cristóbal, de 12 años, que, al corregir a su padre, el cacique de la tribu fue asesinado por este tras quemarlo a fuego lento. Fray Mateo de Jumilla impulsó las escuelas ambulantes, en Cajamarca (Perú), con la implicación de decenas de niños.

A menudo, la evangelización de algunas tribus servía para acceder, por mediación de los nuevos indios conversos, a otras hostiles a las que los misioneros no podían llegar por si solos. Entre otros, destaca la conversión de los lacandones y los acalanes, en Venezuela, por intercesión de los pochutlas. De esta forma, aquel territorio de guerra se convirtió en la conocida como “Verapaz”.

Otro tanto sucedió con los chinantecas, terribles guerreros que no habían sido sometidos, y tras ser contactados por indígenas laicos, consintieron en permitir a fray Francisco de Sarabia que les enseñara la nueva doctrina, para lo cual, les elaboró un catecismo en su lengua.

Otro modo de transmitir la fe de Cristo, siglos antes de que la Iglesia hablara de la Nueva Evangelización, fue la utilización de mercaderes nativos. En la región guatemalteca de Tezulutlán, tremendamente hostil a los españoles, los frailes se sirvieron de mercaderes indios, previamente adoctrinados, para acceder a las tribus que la habitaban. Los nuevos acólitos, tras interesarse por los cánticos, eran animados por dichos mercaderes para pedirles frailes que les instruyeran en la nueva fe.

Con estos ingeniosos métodos, se consiguió, no sin arduo esfuerzo, evangelizar todo un continente.

Jesús Caraballo

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