Roma, año 95
Plutarco de Queronea camina satisfecho por el bosquecillo de mirtos junto al templo dedicado a Murcia, también llamada Murtia, Murtea, Myrtea o Mirtea, un sacellum rodeado por un murete en el que el historiador, biógrafo y filósofo moralista suele acudir en busca del abrazo de las musas para terminar sus Vidas paralelas: esta mañana Clio lo ha bendecido con la facilidad de la palabra escrita para continuar con su compendio de biografías de insignes personajes griegos y romanos de la historia durante un periodo que abarca aproximadamente mil años.
Un lance fútil, una palabra, algún juego [que] aclara más las cosas sobre las disposiciones naturales de los hombres que las grandes batallas ganadas, donde pueden haber caído diez mil soldados.
Ubicado en el valle entre el Palatino y el Aventino, el lugar está plagado de mirtos, un arbusto de hoja perenne y color verde, bendecido con flores blancas y bayas comestibles de forma redonda, muy parecido a los arándanos, pero lo que realmente interesa a Plutarco es la íntima relación del myrtus communis con Murcia, que es a su vez una planta sagrada para Venus, la diosa del amor, lo que explica que la mitología romana haya terminado por identificar a Myrtea también bajo el nombre de Venus Murcia.
El amor y la belleza impregnan cada rincón del paraje, facilitando la inspiración que le hace brotar de los labios una frase que le hará inmortal: Hay amores tan bellos que justifican todas las locuras que hacen cometer. De pronto, todo fluye y nada permanece a su alrededor, con el aire trayendo un agradable olor a limón procedente de las exuberantes hojas verdes de los mirtos. Es éste un lugar tan hermoso que, al cerrar los ojos, al de Beocia se le cruza un anhelo en forma de esperanza.
Quizás algún día y en algún lugar del mundo conocido, suspira con una sonrisa, se funde una ciudad en honor a Murtia.
ANTECEDENTES: EL PACTO DE TUDMIR
El Pacto de Tudmir fue un tratado de capitulación firmado el 5 de abril del año 713, entre Abd al-Aziz ibn Musa y el noble visigodo Teodomiro, gobernador del sureste de Hispania a comienzos del siglo VIII, en el que, entre otras cosas, se producía la incorporación del sureste peninsular al Islam.
Determinadas ciudades de la demarcación visigoda pasaron al control directo del gobernador musulmán de la zona, representante del califa de Damasco, entre ellas su capital, Orihuela, pero al poco, la administración islámica prefirió, por razones estratégicas, establecer la nueva capitalidad de la provincia en Lorca.
Desplazada de su antigua sede capitalina, la antigua nobleza dirigente hispanogoda pasó seguramente a residir a la ciudad de Ello, que algunos investigadores sitúan en la actual pedanía murciana de Algezares.
Así, en los inicios del siglo IX, la ciudad de Lorca se convirtió en capital de la Cora del Tudmir, mientras a orillas del río Segura se fundaba Madina Mursiya sobre una pequeña elevación por mandato del emir de al-Ándalus Abderramán II el domingo 4 de rabí I del año 210 de la Hégira, es decir, el 25 de junio del año 825.
MADINA MURSIYA, ENTRE LA REALIDAD Y LA LEYENDA
La razón por la que se fundó el nuevo emplazamiento fue por la necesidad de sofocar los conflictos tribales entre yemeníes y muladíes establecidos en esta zona de la Cora de Tudmir, además de potenciar la autoridad del emirato de Córdoba.
Según cuenta la leyenda, un yemení cortó la hoja de una parra del huerto de un muladí para tapar su cántaro, provocando una riña que causó la muerte del primero. El suceso hizo que los allegados del fallecido acudieran a la ciudad de Eio-o Yllud- (la actual Algezares) a pedir justicia al jefe muladí, y al no acceder a las peticiones del jefe yemení Abusamar se desencadenó una batalla. Estos sucesos llevaron a que Abderramán II ordenara la destrucción de Eio y que se levantase una nueva ciudad, fuerte, amurallada, rica en jardines y fuentes, con hermosas mezquitas que se llamaría Mursiya, en la que todas las tribus pudieran vivir en paz.
Historiadores como Miguel Rodríguez Llopis defienden, sin embargo, que lo que se produjo en el 825 no fue la fundación, sino el traslado de la capitalidad de la Cora de Tudmir a una Murcia ya existente. Abderramán II intentaría con ello garantizar la supremacía de la autoridad estatal andalusí sobre los particularismos locales, ordenando la destrucción de la cercana ciudad de Eio, que se había constituido en centro del territorio que la nobleza hispanogoda mantenía de forma autónoma. (Arquitectura de barrio, estudio de arquitectura)
Es probable que antes de los árabes existiera un pequeño lugar poblado el valle del Segura cuyos orígenes se remontarían a una villa romana denominada Murtia, en referencia a la existencia de numerosos humedales y mirtos. De este término latino los musulmanes tomarían el nombre de Mursiya.
MURTIA ROMANA
Agora pues, quando los Romanos llegados á este Lugar, que Plinio dice Murci, vieron la frescura del río, y todas sus riberas cubiertas de murtas (porque no hay tierra en toda España donde con mayor facilidad, y feracidad nazcan) juzgaron asistir en él como lugar particularmente suyo la Venus Murcia, amiga de aguas, y murtas, y así por la gran devoción que la tenían, es cosa muy verosímil, que añadiendo la letra a, la dirían llanamente Murcia (Francisco Cascales, Discursos históricos de la muy noble y muy leal ciudad de Murcia, 1621).
Marco Terencio Varrón relacionaba el nombre de Murtia con la divinidad mitológica Murtia, Murtea, Myrtea o Mirtea, derivado del latín myrtus, con el significado de mirto, en la creencia de que el terreno ocupado por su lugar de culto en Roma, situado en el valle entre el Palatino y el Aventino, en Roma, había un bosque de mirtos, tal y como indicaron Plinio el Viejo, y Mario Servio Honorato.
Incidiendo en esta conexión con la antigüedad, y basándose en la abundancia en la zona de mirtos en la española Murtia, se comenzó a postular un hipotético culto antiguo a dicha diosa en el área en la que ahora se encuentra la ciudad. No hay pruebas de la existencia de este culto en la zona, pero sí se han encontrado restos de un extenso complejo de villae romanas que aprovechaban la feracidad de las terrazas fluviales y la abundancia del agua del río.
Las ampliaciones del Circo Máximo en Roma fueron ocupando el valle donde se encontraba el lugar de culto, pero el altar fue preservado y quedó incluido en el recinto del circo, en el extremo sudeste de la pista, en la parte más cercana al Aventino. El culto a Venus Murcia, junto con el de otros dioses, prosiguió dentro del recinto del circo. La parte de la pista y la espina cercana al recinto sagrado se denominó metæ Murcia (la meta Murcia), mientras que el lugar mismo aparece mencionado con frecuencia como ad Murciæ (junto a Murcia) y el valle donde estaba enclavado el circo, vallis Murcia o Murciæ (valle Murcia o de Murcia). El recuerdo de este último topónimo sigue presente en la Roma actual con la Via di Valle Murcia y en el Roseto Comunale di Valle Murcia, una rosaleda convertida en atracción turística, ambos situados en las cercanías del Circo Máximo y, por tanto, cerca del emplazamiento original del recinto sagrado. (es.wikipedia.org/wiki/Murcia)
UNA NUEVA CIUDAD
La localización de la ciudad no fue elegida al azar. El lugar elegido se consideraba un enclave estratégico por controlarse las vías de comunicación procedentes del sur a través del valle del Guadalentín-Sangonera, en el lugar donde entroncaban con el del Segura para dirigirse al Levante, justo en el área donde se formaba una rica huerta con grandes posibilidades agrícolas. Su situación topográfica, delimitada por el cauce fluvial, facilitaba una defensa natural, que más tarde sería completada con un recinto amurallado, el cual permitía también proteger a la población frente a las avenidas del río.
La fundación administrativa de Medina Mursiya en el año 825 supuso la dotación a la ciudad de una personalidad diferenciada y el establecimiento de una nueva capitalidad para Tudmir, que en esa época incluía, según el geógrafo al-Idrisi, Murcia, Orihuela, Cartagena, Mula, Lorca y Chinchilla.
La ciudad se creó cercada por una muralla de quince metros de altura media, jalonada con noventa y cinco torres defensivas y con nueve puertas que la comunicaban con el exterior (Región de Murcia Digital).
Ya desde sus inicios, los musulmanes comenzaron a desarrollar una compleja red hidrológica que irían desarrollando con el paso de los siglos, construyeron aljibes, norias y canalizaciones, lo que supuso el germen para lo que terminaría convirtiéndose en una magnífica huerta.
RICARDO ALLER HERNÁNDEZ
FUENTES:
*https://medievalistas.es/wp-content/uploads/attachments/00099.pdf
*https://es.wikipedia.org/wiki/Murcia_(mitolog%C3%ADa)
https://www.regmurcia.com/servlet/s.Sl?sit=c,373,m,3029