Masacre en La Fatarella (25 enero 1937)

Si te gusta, compártelo:

La Fatarella es un municipio de alrededor de 879 habitantes (2023), situado a unos 79 kilómetros al oeste de Tarragona (Cataluña). Es una población agrícola, pero no aislada, ya que está cruzada por la carretera N-420. En 1937, la ciudad tenía muchos más habitantes, alrededor de 2500 y dependían todavía más que hoy de una agricultura de secano, que daba la suficiente para vivir, pero no para muchas alegrías.

En la mañana del 24 de enero de 1937, un coche perteneciente a la FAI, se adentró en la población en dirección al Consistorio. Los componentes del mismo habían sido convocados para recibir directrices acerca de la forma en que debían ser implementadas las nuevas normas de colectivización de las propiedades agrarias. Para comenzar se anunció al Consistorio que en él iba a ser integrado Nicolás Santamaría, un afiliado a la CNT del comité de Tarragona que no tenía nada que ver con el pueblo ni había sido elegido en ninguna votación. A la vista de esta imposición la respuesta de algunos ciudadanos fue bastante violenta. Los “forasteros”, en la terminología local, fueron conminados a abandonar el pueblo y suerte que tuvieron que lo pudieron hacer sin sufrir agresiones físicas.

Los expulsados, se dirigieron a la vecina población de Ascó donde informaron de la situación. La reacción de la CNT fue organizar el envío de fuerzas de ataque, eufemísticamente llamadas “Patrullas de Control”.  Los ciudadanos de La Fatarella, tampoco confiaban demasiado en sus propias fuerzas e intentaron solicitar protección al reten de Guardias de Asalto que se encontraba en Gandesa, otro de las poblaciones cercanas, sin embargo la central telefónica se encontraba en poder de pertenecientes a la CNT y las fuerzas de orden publico oficiales, jamás partieron de Gandesa.

Al día siguiente, el 25 de enero, diversos vehículos con individuos armados, las autodenominadas “Patrullas de Control”, llegan a la entrada del pueblo, pero se encuentran con los accesos cerrados con algunos árboles en la carretera. Desde el pueblo se les advierte que no deben entrar y se hacen algunos disparos con escopetas de caza, pero los asaltantes llevan armas militares de superior potencia y precisión contra las cuales, los perdigones no tienen nada que hacer. Los agentes de la CNT fuerzan la entrada y se adentran en el pueblo, pero ahí se cambian las tornas. Los fatarellenses conocen bien el entramado de callejuelas y soportales y desde las ventanas de las casas someten a los atacantes a un fuego intermitente que acaba con la vida de dos de ellos.

Mientras, finalmente, llega un agente de La Generalitat, un tal Tomás Fábregas que actuaba como delegado de la Junta de Seguridad Interior. Venía desde Tarragona, donde se sabía que vehículos cargados de cenetistas armados se estaban dirigiendo hacia La Fatarella. Tomás acudía con tan solo su guardaespaldas personal y había pasado por Mora la Nueva donde se había añadido a otra caravana formada en este caso por Guardias de Asalto.

Tomás intentó calmar los ánimos con éxito nulo. Los cenetistas habían conseguido penetrar en algunas viviendas y habían detenido a diversas personas que llevaron presas a la vecina ermita de la Virgen de la Misericordia. Sin embargo, por la tarde, la defensa del pueblo por parte de los lugareños fue más fuerte y murió otro de los asaltantes cenetistas. Fue en este momento cuando ocurrió la primera masacre. Ocho de los presos en la ermita fueron asesinados junto a las tapias del vecino cementerio.

Tomas no consiguió la calma total pero al menos logró que hubiera una tregua que permitiera salir a mujeres y niños. Unas cuatrocientas personas abandonaron el núcleo urbano, pero el resto no quiso abandonar sus hogares.

A últimas horas del día llegaron más fuerzas del orden público, dos camionetas de Guardias de Asalto con el Comisario de Orden Público de Tarragona, Juan Rodríguez al frente. A partir de este momento se empieza a hablar de levantamiento favorable a Franco, cuando en realidad ahí no había más armas de combate que las empleadas por la CNT y los Guardias de Asalto. Los lugareños no disponían más que de escopetas de caza y con escasa munición.

La llegada de los Guardias de Asalto, fue providencial para los presos en la ermita, ya que los cenetistas, soliviantados por la muerte de dos de sus compañeros y frustrados por no haber podido reducir la resistencia de los lugareños, estaban ya preparando un fusilamiento en masa.

Por la tarde, el Comisario General de Orden Público de Tarragona y el oficial al mando de los Guardias de Asalto, consiguieron que los asaltantes abandonaran la población y organizaron el cerco de la misma para evitar por un lado que escapara nadie y por otro que hubieran mas derramamientos de sangre. Tuvieron la precaución de organizar la vigilancia con patrullas mixtas, fuerzas del orden público y fuerzas de la CNT. Sin embargo hacia las cuatro de la madrugada, Tomas Fábregas fue despertado por dos de sus subordinados, informándole que por la noche elementos de la CNT habían entrado en el pueblo de nuevo, y habían asaltado el edificio del ayuntamiento.

En cuanto se hizo de día se organizaron grupos compuestos por cenetistas y Guardias de Asalto, para registrar los domicilios particulares, en busca de armas y propaganda franquista. No quedan documentos del resultado del registro y un mes después, en la declaración de Tomas ante el juez encargado de la investigación, solo se habla de una bandera monárquica de tres metros encontrada en el Consistorio. No se habla de armas, ya que probablemente, no se consideraban como tales las escopetas de caza y no había otras armas en poder de los fatarellenses.

Cuando se restableció el orden, se enviaron a Barcelona 47 detenidos, que fueron puestos en libertad el 24 de febrero en base al informe judicial. De lo que se deduce que ni siquiera en la libertaria Cataluña de 1937, se consideraba sediciosos a los que únicamente habían defendido sus propiedades y personas.

La encuesta judicial fue llevada con tal desorden que ni siquiera fue posible determinar el número de víctimas. El informe preliminar de Tomas Fábregas, habla de entre 27 y 30 muertos sin especificar cuantos habían del bando atacante y cuantos del atacado. Sin embargo el resultado de la encuesta judicial, especifica que se exhumaron 23 cuerpos del cementerio, pero que hubo 13 muertos mas, algunos de cuyos cuerpos fueron encontrados en la carretera entre Ascó y Flix. Un total de 36 muertos en un pueblo de 2500 almas que se encontraba a cientos de kilómetros del frente de guerra más cercano, es mucho muerto.

Alrededor del 2020, en ocasión de una visita turística a la zona, tuve ocasión de tomar un refresco en un bar de la localidad. Habían pasado más de 80 años desde los luctuosos sucesos en la retaguardia de la Segunda Republica que hemos descrito y sin embargo cuando hice una pregunta casual a un grupo de jugadores de dominó de una mesa vecina, se hizo un espeso silencio. Todos los actores de aquellos sucesos, habían probablemente desaparecido, pero en sus hijos el recuerdo estaba todavía presente. Todos sabían quien había disparado a quien y los motivos.

Deseo fervientemente que todos hagamos un esfuerzo para que semejantes atrocidades no se vuelvan a repetir.

Manuel de Francisco Fabre

http://www.generalisimofranco.com/GC/BCL/IMPRIMIR/019.HTM

https://es.wikipedia.org/wiki/Hechos_de_Fatarella

Si te gusta, compártelo:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *