CESÁREA GARBUNO ARIZMENDI, LA PRIMERA EMPRESARIA DEL REFINADO DE PETRÓLEO EN ESPAÑA

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EL PERSONAJE

La figura de Cesárea Garbuno Arizmendi resulta sorprendente en la época en que vivió, a caballo entre los siglos XIX y XX, dada la variedad de actividades empresariales que abordó y por el hecho de haber fundado, con su socio Luciano Mercader, la primera refinería de petróleo de España. Es claramente un ejemplo de empresaria de éxito a quien su condición de mujer no impidió desarrollarse profesionalmente, a pesar de todas las cortapisas que las mujeres padecían en aquel tiempo para el ejercicio del comercio.

Primera Guerra Carlista

Cesárea Garbuno Arizmendi nació en Guipúzcoa, concretamente en Rentería el 25 de noviembre de 1846, solamente cinco años después de que el gobierno progresista de Espartero, tras el final de la Primera Guerra Carlista, ordenara la abolición de las aduanas interiores establecidas en el río Ebro. Esa medida tuvo un gran alcance económico porque permitió la exportación de mercancías vascas al resto del territorio español sin pagar aranceles. Provenía de una familia acomodada del valle de Oyarzun, unos comerciantes que habían creado en 1845 el primer taller textil de Rentería para la producción de mantelerías y sábanas y que también poseía numerosas fincas y caseríos, por lo que sus ingresos estaban ligados a las rentas de la tierra. No obstante, el abuelo de Cesárea ya fue adjudicatario de una ferrería en un afluente del Urumea y del matadero de Rentería. Fue también alcalde de esa ciudad en dos ocasiones.

En el año 1863, a los 17 años, contrajo matrimonio con Ramón Londaiz, miembro de una familia que eran comerciantes y poseían una de las empresas textiles más importantes de España en aquella época. Sin embargo, es posible que el matrimonio de Cesárea fuera mal visto por sus familiares, ya que a mediados del siglo XIX el trabajo de gestión de actividades industriales no estaba aún bien considerado y los familiares de su marido, aunque en excelente posición económica, tenían que trabajar en la dirección de una fábrica para vivir. Es sintomático que después de la muerte de su marido Cesárea no firmara con su apellido familiar, sino como «viuda de Londaiz». No tenía ninguna obligación legal para actuar de esa manera y de ello puede inferirse un distanciamiento con sus familiares.

Ramón Londaiz, poco antes de su fallecimiento en el año 1881, supo ver la oportunidad de mercado que suponía el crecimiento de las ciudades, comprendió que el alumbrado público iba a requerir un suministro sostenido de carburante y que existiría un gran mercado por el crecimiento de las ciudades, por lo que se necesitaría mucho alumbrado público, y la parafina podía sustituir como combustible al carbón y la grasa de ballena. Formó entonces una sociedad con otros tres empresarios, cuyo objeto social era la venta de petróleo, carbón mineral y grano.

LA EMPRESARIA

Tras la muerte de su marido, al hacerse cargo de los negocios de su esposo, Cesárea, lejos de encerrarse en su casa y aceptar el papel de viuda y madre de sus dos hijos, de catorce y ocho años, se puso al frente de los negocios de Ramón, uno de los cuales estaba gestándose cuando falleció (el de la venta de parafina como sustituto de los carburantes utilizados en el alumbrado de las ciudades), descartó una vida ociosa y sacó su vena emprendedora, creó en 1883 con uno de los socios de este, la primera refinería de España que se denominó “Luciano Mercader y viuda de Londaiz”, emplazada físicamente en Pasajes, al fondo de la ría de Molinao, que iba a dedicarse a la “compra, refinación, expedición y venta de petróleo y cualesquiera aceites minerales” con capital social de un millón de pesetas.

Edwin L. Drake

Es sintomático que, tras la muerte de su marido, ella no firmara con su apellido familiar sino como viuda de Londaiz, lo que podría indicar un distanciamiento con sus familiares. Los primeros pozos de petróleo se habían excavado en Pensilvania, donde nació el “oro negro” en 1859, cuando Edwin L. Drake construyó la primera torre de extracción de petróleo. Se consideraba que, por ser inflamable, el «aceite de piedra» podía ser un sustitutivo del aceite de carbón y de la grasa de ballena que se utilizaban entonces para iluminar.

En los últimos años del siglo XIX el refino del petróleo se realizaba para obtener parafina, que servía como combustible para el alumbrado, a partir del petróleo crudo. La gasolina era un subproducto que no tenía ninguna utilidad y era desechada. Fue a partir de 1897 con el desarrollo de los motores de combustión y explosión cuando se empezaron a utilizar gasolinas y gasóleos como combustible de motores al desarrollarse un nuevo concepto del transporte terrestre.

Con el fin de poder aprovisionarse de materia prima en los Estados Unidos, Luciano Mercader y Cesárea Garbuno adquirieron en 1893 un innovador bergantín goleta para el transporte de petróleo en bruto, botado en Inglaterra en 1893, bautizado con el nombre de San Ignacio de Loyola (en honor al patrón de Guipúzcoa) y que fue el primer petrolero español. En 1897 explotó en el puerto de Pasajes, pero pudo ser reflotado y reparado posteriormente. En 1912, el mismo año del naufragio del Titanic, el barco, con trece marineros a bordo, desapareció en la alta mar del Atlántico Norte cuando se dirigía a Filadelfia para recargar petróleo crudo, desapareciendo sin dejar rastro.

A pesar de ello, el negocio continuó y en 1914, tras el fallecimiento de Luciano Mercader, la empresa pasó a llamarse “Viuda de Londaiz y sobrinos de L. Mercader” que ya tenía una gran flota de camiones cisterna y gasolineras en muchas ciudades españolas, entre ellas Madrid, y algunas de sus marcas comerciales eran Autorina, Aviorina y Petróleo La Flor, entre otras. Cesárea Garbuno se convirtió en la primera empresaria petrolera en España y, posiblemente, una de las primeras a nivel mundial.

(CAMPSA)

Durante la dictadura de Primo de Rivera, con la creación del monopolio de petróleos, tuvo que integrarse en la Compañía Arrendataria del Monopolio del Petróleo, S.A. (CAMPSA) y pasó a dedicarse solamente a la distribución de productos petrolíferos. La creación de CAMPSA estuvo motivada por el deseo de evitar que el mercado del petróleo en nuestro país estuviese dominado por las llamadas «Siete hermanas», un oligopolio de empresas extranjeras que funcionaba como un cártel en la fijación de precios. En España, de hecho, el mercado estaba controlado por la inglesa Shell y la estadounidense Standard Oil, dos de esas grandes compañías.

Para diversificar sus negocios, Cesárea Garbuno, aparte de la refinería, tuvo otros intereses y se dedicó también a la producción harinera. Para ello tomó como base un molino, llamado La Fandería, que había aportado como dote a su matrimonio con Ramón Londaiz. En 1908, junto a su hijo Eugenio y otros socios, fundó Londaiz, Ubarrechena y Cía para explotar esa fábrica y otra situada en Hernani. Además, fue una accionista importante de Papelera Española, diversificando así sus inversiones en distintos sectores industriales.

La buena marcha de sus empresas le permitió adquirir una villa que había hecho construir el duque de Baena, un antiguo amante de la reina Isabel II. Estaba en un lugar privilegiado de la zona de Miraconcha, con impresionantes vistas a la bahía, justo enfrente de la Casa Real de Baños que utilizaba la reina regente María Cristina en la playa de la Concha de San Sebastián.

El palacete se llamó Villa Londaiz. Años después, en 1898, Cesárea Garbuno embelleció la construcción original con unas cúpulas apuntadas y mandó edificar, para sus hijos Eugenio y María, otras dos villas en un terreno orientado hacia el sur, en Ategorrieta, más en el interior, en lo que entonces eran las afueras de la ciudad, porque consideraba que allí el clima era más sano que en primera línea de costa.

En el año 2000 fue adquirida por un empresario guipuzcoano para convertirla en hotel. Tres años después, finalizaron las obras de adecuación de la Villa y en 2003 se inauguró el hotel Villa Soro. Desde su rehabilitación se ha intentado guardar la esencia de la villa original.

Cesárea murió, muy anciana, en San Sebastián, el 26 de enero de 1933. Hoy en día, su empresa sigue funcionando y se encarga de la distribución de combustible en el País Vasco.

Esta es la fascinante historia de Cesárea Garbuno Arizmendi, una mujer guipuzcoana, pionera, emprendedora y visionaria, que desafió las normas sociales del siglo, y que, aunque podía haber vivido de rentas, se dedicó a los negocios, un ámbito en el que triunfó tanto o más que los hombres.

Jaime Mascaró


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