Iniciar un escrito sobre Gonzalo de Cisneros, provoca una cierta comparación con otras figuras cardenalicias, Mazarino, Richelieu, cuyos trazos históricos son completamente distintos. Una figura histórica sobresaliente no solamente en el campo de la política, sino también en el eclesiástico, en el monacal y en el académico. Su alcance es tal, que no resulta extraño la extensa bibliografía que adorna la vida del Cardenal de España. Una bibliografía que nos llevaría hasta un proceso de canonización de Cisneros que, lamentable y definitivamente, fue paralizado en el siglo XVIII debido, fundamentalmente, a un choque de intereses entre la orden franciscana observante y la conventual. Reformas promovidas en la orden franciscana por Cisneros, que condujeron a la separación en 1517, y fue, precisamente un franciscano conventual, el Papa Clemente XIV quién puso punto final al proceso de su canonización.
Gonzalo, hijo de hidalgos pobres, procedentes de Palencia, de Cisneros concretamente, inició sus estudios en Roa, pasando por las aulas del Estudio General franciscano en Alcalá de Henares, donde estudió gramática, para terminar sus estudios de filosofía, teología, derecho jurídico y canónico en el Colegio Mayor en Salamanca. Se trasladó a Roma, en donde, ordenado sacerdote por allá 1460, ejerció como Abogado.
Adelantándonos en el tiempo, sufrió una profunda crisis espiritual que le condujo hasta las puertas de los franciscanos, adoptando el nombre de Francisco, pasando de san Juan de los Reyes, en Toledo, a una vida monacal en el convento de la Salceda que se prolongó durante siete años. Sin embargo, Francisco de Cisneros estaba llamado a más altos menesteres. Y así, elegido arzobispo de Toledo inició sus trabajos intensos para recuperar el rito mozárabe. Para ello contó con la ayuda de la reina Isabel, cuando, recuperando la riqueza litúrgica del rito mozárabe, en el año 1495 crea una capilla en la Catedral de Toledo — la del Corpus Christi— para que se conservase la antigua liturgia, dotándola de renta para su mantenimiento y de sacerdotes del propio cabildo catedralicio.
Un hecho sumamente llamativo fue la institución en 1501, de la obligación de identificarse las personas con un apellido fijo. Una Ordenanza de Cisneros fijó la obligación de sustituir el lugar de nacimiento, el mote, el oficio, por un apellido que, desde entonces, vino a identificar a los ciudadanos, trasmitiéndose del padre a los hijos e hijas, y a partir de ahí, a sus descendientes.
El caos administrativo existente, con tal medida, desapareció para conformar un método de identificación personal que ha llegado hasta nuestros, cuando la ginecocracia que vivimos la ha venido a modificar. Y si de modificaciones civiles hablamos, igual podríamos hacer con relación a las eclesiásticas. El V Concilio de Letrán, recibió un amplio programa de reformas surgido de la pluma de Cisneros relativas a la descentralización de la Curia, la abolición absoluta de la simonía en la elección papal, mayor cautela en los nombramientos eclesiásticos, reuniones conciliares más frecuentes y una clarificación más profunda y evangélica de los documentos conciliares. Y mientras tanto, en un esfuerzo laboral intenso, sus tiempos abarcaban las atenciones personales a los Reyes Católicos, y a Isabel en particular, como confesor.
Tres hechos es de obligado cumplimiento recordar; el impulso de Cisneros a la Biblia políglota complutense, en los idiomas originales, hebreo, arameo, griego, junto a su traducción latina, conocida como la Vulgata. Por desgracia, la edición finalizó cinco meses antes del fallecimiento de Cisneros, el cual no pudo contemplar la obra de gran belleza y de cuyos 600 ejemplares se conservan solamente 120. El segundo, pervive con más intensidad; la hoy Catedral Magistral de Alcalá de Henares. El vetusto templo medieval fue sustituido, gracias al impulso de Cisneros, por un bello templo gótico, concediéndole el título de Iglesia Magistral de Alcalá, lo cual venía a significar que el cabildo debía estar dotado de magister de la Universidad, dando pie a ser destino de aquellos profesores, dotandos¡ de «jubilación» a sus ya eméritos.
Y en el culmen de sus obras se halla la Universidad de Alcalá de Henares.
El 20 de mayo de 1293, el rey Sancho IV de Castilla otorgó licencia al arzobispo toledano García Gudiel para crear un Studium Generale, y sobre ese Estudio General, gracias a la bula Complutensis Universitas de Alejandro VI. El Cardenal Cisneros, habiendo adquirido con anterioridad terrenos y edificaciones, la conocida Civitas Dei, conformó el primer campus universitario. La primera piedra del edificio se colocó el 14 de marzo de 1501. La inicial promoción entró en octubre de 1508, entre cuyos alumnos se hallaba Tomás García Martínez, es decir, santo Tomás de Villanueva.El plan de estudios de la Universidad de Alcalá la convierte en el estandarte del humanismo cristiano. La Teología fue el eje central de la formación, siendo subsidiarias el resto de disciplinas: Derecho canónico, Filosofía, Medicina, Gramática, Retórica y las lenguas bíblicas. Una Universidad que, creada sobre un suelo medieval, llegó a convertirse en un modelo de las universidades españolas levantadas por los conquistadores y regidores en las tierras americanas descubiertas y conquistadas.
Y ya nos adentramos en el tramo final de la vida de Cisneros, pero no por ello menos trascendente. Fallecida Isabel, subida al trono de Castilla su hija Juana, se produjo el enfrentamiento con el rey de Aragón, su padre Fernando. Cisneros se mantenía dentro de la aspiración del sostenimiento de la unidad de España, sin menoscabar la legitimidad de la reina Juana I de Castilla. Y no fue hasta el 28 de agosto de 1507, cuando Fernando tomó la gobernación de Castilla, merced a la intervención de Cisneros, la cual condujo al rey Fernando a promocionarle al cargo cardenalicio en agradecimiento por su mediación.
En 1516, fallecido el rey Fernando el Católico, por disposición testamentaria Cisneros quedó nuevamente llamado a ocupar la regencia por el período en que el joven Carlos, ubicado en Flandes, tardase en penetrar en tierras castellanas. Con cerca de ochenta años, Cisneros tuvo que enfrentarse, con gran habilitad política y dotes de gobierno encomiables, a los nobles castellanos ansiosos de recuperar el poder perdido. E incluso a las intrigas palaciegas que pretendían instalar en el trono español a Fernando, criado y educado por sus abuelos los Reyes Católicos, en especial el rey Fernando. El entorno del Infante fue desmembrado con el nombramiento del marqués de Aguilar de Campoo como gobernador de «su persona y casa». Fueron dos años duros y llenos de ansiedad, deseoso Cisneros de rendir cuentas de su regencia y de entronizar en Castilla al rey Carlos, el cual, con toda parsimonia y lentitud se dirigìa hacia su Castilla, ya coronado en Flandes en una especie de golpe de Estado
Carlos, mal aconsejado por Guillermo de Roy, ni fijaba fecha ni lugar del encuentro con aquel regente que le había conservado, con total lealtad a la figura de sus abuelos reyes. Cisneros, achacoso ya, tomó la decisión de salir al encuentro del monarca. Tal conducta, seguramente, provocó que se señalase como fecha del encuentro entre ambos el 5 de noviembre, sin embargo, el Cardenal de España no puedo avanzar más allá de Roa, en Burgos, en donde falleció con el corazón contrito por no haber podido expresar al futuro Emperador Carlos su completa lealtad. Era el 8 de noviembre de 1517.
El V Centenario de la Muerte de Cisneros, como tantos otros, pasó con más pena que gloria. Lo más novedoso fue el traslado de sus restos mortales a la girola de la Catedral de Alcalá desde el Monasterio de las Clarisas, en el Arca de las Victorias de Carlos I.
Francisco Gilet.
Bibliografia
Cisneros, el cardenal de España, Joseph Pérez, 2014.
El tercer rey: cardenal Cisneros, Novela histórica, Pedro Miguel Lamet, 2017.
García Oro, José (2005). Cisneros: un cardenal reformista en el trono de España (1436–1517).