Por mucho que lo pretendan, por incontables veces que los enemigos de España lo intenten, por mucho que los propaladores de la Leyenda Negra sobre España ansíen minimizarlos o borrarlos. hay dos momentos en la Historia de la Humanidad protagonizados por nuestra Patria, que ninguna otra nación podrá, no solo emularlos, sino ni siquiera aproximarse a ellos.
Bien es verdad que la nefasta Leyenda Negra la iniciaron sus malos hijos, cuyo intento de destrucción de España proviene precisamente de quienes han nacido en ella.
Ya lo dijo, con mucho acierto, el mariscal alemán von Bismark, pero, a pesar de ello, y de todas las pretensiones que el resto de las naciones inicien para deslucir o enturbiar su nombre, o las gestas realizadas por los españoles, hay hazañas efectuadas por hispanos, que nadie puede negar. Son hechos objetivos documentados, no fábulas, ni sueños perturbadores de mentes calenturientas. Proezas que nadie ha igualado hasta ahora, pues fueron la puerta por donde el resto de los países tuvo que pasar para intentar emular lo realizado por españoles.
Podría enumerar bastantes, pero solo me limitaré a mencionar los dos más importantes para la Historia del linaje humano, ambos equiparables.
Uno de ellos es el descubrimiento de las tierras americanas llevado a cabo por Cristóbal Colón. Mucha tinta se ha derramado sobre su origen, cosa que no viene a propósito, como tampoco vino a cuento el lugar de nacimiento del poeta Arquias, al que defiende Cicerón en su “Pro Archia poeta”. Lo importante es el resultado de su gestión, en este caso, el descubrimiento de tierras ignotas, en el de Arquias su producción literaria.
Aunque quienes defienden que el hijo de Eric el Rojo, Leif Eriksson, llegó a Terranova alrededor del año 1000, no pueden atestiguar que se llevase a cabo un asentamiento perdurable ni un intento de civilización de los aborígenes.
Lo cierto es que la incorporación de las nuevas tierras a la civilización europea, que llevó a ella los frutos de los conocimientos de entonces, es innegable e irrefutable, pese a quien pese, fue obra de España que abrió nuevas rutas de comercio y de expansión, jamás igualados en la Historia por ningún otro pueblo. El intercambio favoreció a ambas civilizaciones, aunque las practicas que se llevaban a cabo en los nuevos lugares distasen mucho de, en algunos casos, ser humanas, como los sacrificios de personas y el canibalismo.
El otro jalón es la circunvalación de la tierra, “Primus circundedisti me”, fue el mote del que pudo blasonar Juan Sebastián El Cano, concedido por el Emperador Carlos I.
Fue una empresa totalmente española, financiada y llevada a cabo por españoles, pues, aunque Fernando de Magallanes, hubiese nacido en Portugal, el entonces rey de este país no es que lo despidiese con cajas destempladas, es que no le prestó ni un mínimo de atención cuando le expuso su proyecto, por lo que tuvo que venir a España en la que fue acogido favorablemente y se le facilitaron los medios necesarios para llevar a cabo la expedición que pretendía, así como las naves.
Las cinco naves que componían la expedición partieron definitivamente de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519. Para mayor abundamiento, Magallanes muere en la isla de Mactán en Filipinas, por lo que tuvo que hacerse cargo del regreso de la expedición un español, nacido en Guetaria, Juan Sebastián Elcano.
Tras calamidades sin cuento y sufrimientos inenarrables, la nao Victoria, cargada de especias, única superviviente, entró en el mismo puerto del que salió el seis de septiembre de 1522, desde donde fue remolcada a Sevilla a la que arribó el ocho del mismo mes, conmemoración del nacimiento de la Virgen María, patrona de Córdoba.
Hablar de las calamidades, sufrimientos y privaciones que padecieron estos hombres incomparables es tema para otro estudio. Bástenos con rememorar su inusitada gesta.
Si en lugar de españoles hubiesen sido británicos o franceses, la prepotencia de los primeros y el chovinismo de los segundos promovería mañana fiestas en todo el mundo, como se conmemora 9 de octubre de cada año como “Día de Leif Erikson”. Hoy se derriban las estatuas de Colón y de los religiosos evangelizadores.
En España, pasará sin pena ni gloria.
Manuel Villegas