EL CONSEJO DE LOS 24 ELECTORES INCAS DEL CUZCO

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La leyenda negra ha extendido una capa de invisibilidad de la obra de España, y en particular, con relación a América nos ha presentado una población de naturales que para nada intervenía en la vida pública. Pero, ¿Eso es así?

Si en México nos encontramos con Isabel Moctezuma, que alcanzó títulos nobiliarios y fue titular de la principal encomienda de indios; si son de importancia los señoríos de la Nueva España, si en el tiempo nos encontramos con que, por el ejemplo, el Duque de Ahumada, fundador de la Guardia Civil era descendiente de Moctezuma, en Perú nos encontramos con hechos similares. Tenemos el ejemplo del Inca Garcilaso de la Vega, pero parece conveniente sacar a la luz algún otro ejemplo como el que ahora tratamos.

Una institución destacable es el Consejo de los 24 electores incas, formalizada de acuerdo con instituciones existentes en la península, como era el de los veinticuatro, encargados del buen funcionamiento de las ciudades.

El cargo de Alférez Real fue creado por Carlos I mediante Real Cédula del 9 de mayo de 1545 a favor de Cristóbal Paullo Inca, en reconocimiento a su participación en la derrota de Manco Inca, y estaba reservado a los descendientes del Inca Huayna Cápac.

Pero fue en 1595 cuando el juez de naturales Agustín Jara de la Cerda dispuso que cada una de estas casas estuviera representada por dos electores y todos constituirían el Cabildo de Indios Nobles, conformado por 24 electores quienes nombraban mediante sufragio a un Alférez Real para la festividad de Santiago Apóstol, patrón de España.

Esta institución fue creada bajo el reinado de Felipe II, y estaba conformada por 24 nobles incas, dos por cada una de las 12 panacas que existieron en el Tahuantinsuyo, y participó activamente en la política del virreinato, siendo que entre sus funciones estaba la de elegir al Alférez Real de los Naturales, cargo político de significación en la corte que tenía el honor de llevar la indumentaria inca junto con la mascaypacha (símbolo de poder inca) en actividades públicas, siendo la procesión del Corpus Christi y la celebración del día de Santiago los actos públicos en los que lucía las insignias incas junto con las de Santiago, en una procesión en la que era seguido por los otros miembros del consejo y los nobles indios de menor rango.

El nuevo alférez real recibía el «bastón» como lo recibía el «alcalde de los incas nobles» y  el «alguacil de la corona», representando un reconocimiento de hidalguía que quedaba manifiesto al hacerse «a la manera de los caballeros de Castilla», siendo significativo que era portador de espada, cuando sólo los nobles tenían derecho a portarla.

En las celebraciones, el lugar de honor era ocupado por los nobles incas, vestidos con galas e  insignias incaicas, y la participación del alférez real era indicador de su posición social.

Todas estas circunstancias hacían que los Veinticuatro Electores compitiesen por el honor de portar el estandarte de Santiago en la procesión del Corpus.

La figura del alférez es una reminiscencia de la España medieval;  el portaestandarte que debía ser seguido en la batalla aunque no fuese escuchada la voz de mando; era, así, la segunda persona tras el general, y en la ciudad tenía voz y voto y las mismas preeminencias que los regidores de las ciudades.

Y en cuanto a la profunda referencia al Apóstol Santiago, es debida a la toma del Tawantinsuyu (imperio inca) en 1533, cuando tras la traición de una parte de la nobleza inca y la alianza de los Canaris y Chachapoyas, merced a Mama Contarhuacho, salvaron a los españoles cuando estaban a punto de perecer a manos del ejército de Manco Inca. Los españoles atribuyeron la victoria al Apóstol Santiago.

Pizarro enarboló un estandarte que por una cara lucía el escudo de Carlos I, y por la otra la imagen de Santiago Apóstol a caballo, y en 1570, los naturales obtuvieron el privilegio de elegir un Alférez Real que sería el portaestandarte, y en ello algo tendría que ver el hecho de que la alta nobleza inca se encontraba mestizada con personas consanguíneas de san Ignacio, san Francisco de Borja y san Francisco Xavier.

El Corpus en el Cuzco servía a  la nobleza indígena para reafirmar su propia identidad y su descendencia colectiva de las doce panacas. Era una ocasión de esplendor, con procesiones que celebraban las devociones indígenas y, en el día de Santiago, los nobles incas, engalanados con sus insignias, ocupaban el lugar de honor encabezados por el alférez real, portador del báculo o “champi”con una imagen del Sol.

Alta nobleza que, además, estaba compuesta por un significativo número de personas que, a principios del siglo XVII, y según señala el Inca Garcilaso de la Vega estaba compuesta por 567 cuzqueños, descendientes por línea masculina de Atahualpa, y eran poseedores de un poder real que dio pie a conflictos; así, es significativo el caso de Melchor Carlos Inca, que en 1600 acabó partiendo a entrevistarse con el rey en defensa de sus fueros. Le fueron permutadas sus propiedades de Perú por propiedades en la Península, pero pidió, más: ser nombrado condestable del Perú. Acabó siendo nombrado Caballero de la Orden de Santiago.

Y las actuaciones de los veinticuatros, y en concreto del Alférez, fue determinante en 1780 para enfrentar la sublevación de Gabriel Condorcaqui (Túpac Amaru II).

En 1777 Condorcaqui litigaba por el título de  Marqués de Santiago de Oropesa, que llevaba anexo un mayorazgo en el valle del Vilcanota, así como el reconocimiento de su descendencia directa del Inca.

A pesar de los importantes apoyos en la pretensión, fue rechazada su reclamación, y en 1780 provocó la guerra. Sería enfrentado por Pedro Apo Sahuaraura, Gobernador de Cachona, Chocco y Oropesa y miembro del consejo de los veinticuatro,  que murió en combate.

Túpac Amaru II fue finalmente vencido, y la actividad de los Veinticuatro, y del Alférez Real, continuó hasta 1824, cuando tras la batalla de Ayacucho los incas perdieron todos los privilegios.

El estandarte fue entregado a Bolívar por Antonio José de Sucre.

Cesáreo Jarabo

Nota marginal:

En otros lugares de España, en concreto en Gascueña (Cuenca), sobrevive en 2023 la conocida como “Hermandad de Ánimas y del Santísimo”*, que tiene un ritual en extremo parecido al llevado a cabo por los Alféreces reales del Cuzco.

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