OMAR BEN HAFSUN, el rebelde de Bobastro

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OMAR BEN HAFSUN

En 844, mientras se producía la invasión normanda que hizo que España y Al Ándalus colaborasen contra el enemigo común, nacía Omar ben Hafsun en Parauta.

Con catorce años, al haber matado a un niño árabe en una pelea, huye a Bobastro ( al norte de Málaga)  y a los quince comienza su etapa como bandolero; forma un pequeño ejército y acaba venciendo al ejército que acudía desde Córdoba para poner fin a sus tropelías. Finalmente, en 866 huye a África.

En 868 Alfonso III de Asturias, toma Oporto y puebla Braga, Coimbra, y Viseo, deja un desierto estratégico que llegaba hasta Mérida, y el caudillo hispánico Ben Marwan, apoyado por Alfonso III, funda Badajoz. La Marca Hispánica llega a Tortosa.

En 873, con 29 años, Omar ben Hafsun se instala en Bobastro al amparo de su tío Modahir, pero ya no viene como bandolero, sino como libertador. En 874 conquista Colmenar, Álora, Coín y Archidona, de donde, además de saqueo, salían nuevos voluntarios para su causa.

Finalmente, en 875, el gobernador árabe ordenó la esperada campaña para reducir a los sublevados… Pero la campaña acabó en tablas. Omar estaba encerrado en sus dominios y Abdelaziz se mostraba incapaz de alcanzar una victoria determinante.

Mohamed I, fundador que fue de Madrid, envió a su general Haxim para derrotar a Omar, que seguía siendo inexpugnable, y tras un año de esfuerzos, consiguió que Omar pidiese paces a cambio de un importante puesto en el ejército del Emir. En Bobastro quedaba de gobernador el Tachubí, a Córdoba iba quien ya era conocido como “el primero de los insurgentes”.

Mohamed I finalmente apartó a Omar…, enviándolo a reprimir a la población de Elvira, que durante el año 881 se habían sublevado contra el gobernador, y cristianos y muladíes, se retiraron hasta la zona de La Zubia, donde se reorganizaron y atacaron por sorpresa el Albaicín.

Las tropas árabes se vieron obligadas a luchar a la defensiva, pero cuando se cantaba la victoria de los españoles, los árabes infligieron una gran carnicería a los asaltantes, quienes ante semejante empuje hubieron de batirse en retirada hasta la zona de Dúrcal, por donde estaban llegando las tropas de Omar, que los protegió frente a sus perseguidores.

Las tropas de Omar se lanzaron contra el cerro rojo, donde quedó como gobernador Ben Lup, renegado brazo derecho de Haxím.

Omar regresó triunfal a Córdoba, y en 883, estando al frente de la guardia de Córdoba, reunió a sus hombres y juntos partieron hacia Bobastro, donde reunió sus tropas y en 844 preparó el asalto a su fortaleza, donde quedó Fátima, la mujer del Tachubí, que acabaría desposando con Omar.

Colmenar, Loja, Iznájar, Archidona, Alora, Coín, caminos, alquerías, poblados más grandes y más chicos proclamaron señor a Omar Ben Hafsún… Colmenar, Iznájar, Comares, Anta…

Acémilas cargadas con ricos presentes se enviaron a Alfonso III de Asturias, a Fortún Garcés de Navarra; a Wifredo el Velloso, conde de Barcelona; a Muza ben Muza, de Zaragoza, reconocido como el tercer rey de España junto a Mohamed I y Alfonso III; a Ben Marwan de Mérida, capitán de una sublevación al frente de los españoles de esa ciudad, en demanda de apoyo

Al tiempo, un poderosísimo ejército al mando directo de Mohamed I partió de Córdoba, y recorriendo un sinuoso camino alcanzó la ciudad de Toledo que se preparaba para prestar su apoyo a Omar.

Abul-Hasán, caudillo de los toledanos, pereció en el encuentro y las tropas de Córdoba entraron en Toledo destruyendo a su paso cosas y personas.

La noticia corrió rápidamente por toda la península infundiendo gran terror en los reinos hispánicos. El apoyo a Omar debía posponerse.

Zaragoza fue seriamente sitiada, pero dado que ya era septiembre y se aproximaba el mal tiempo, el grueso del ejército, al mando de Mohamed I se dirigió a Pamplona, mientras otra expedición se dirigió a Barcelona.

Entretanto las fuerzas de Oviedo habían preparado una expedición que neutralizaría la terrible incursión árabe. En el valle de Cabuérniga tomaron contacto las dos expediciones, entregándose a un feroz encuentro, donde caballeros de uno y otro bando dejaron sus vidas en encarnizada lucha. La batalla, acaecida a media tarde, dejó a exhaustos a los dos ejércitos y a ninguno vencedor. El ejército cordobés emprendió una silenciosa marcha hacia el sur sin haber obtenido ningún éxito militar, pero ahora Omar no recibiría la ayuda que tanto precisaba.

En este tiempo, Omar construyó castillos en toda la serranía,  hasta el mar, hasta Sevilla, hasta Elvira, hasta Jaén, hasta Córdoba, y muchas poblaciones se reunieron, afirmando el poderío hispánico en el corazón de lo que pretendía ser el poder árabe en España.

Llegado el mes de junio del año 886, un ejército al mando del príncipe Al Mondhir, partió dispuesto a arrasar los dominios del caudillo sublevado; tomó la fortaleza de Priego y las de Lucena e  Iznájar. Luego le tocó el turno a Loja, y a Alhama, cuya población fue mayormente degollada.

Bobastro quedó sitiada, pero la buena estrella de Omar se iluminó. Sorpresivamente llegó la noticia de la muerte del Emir, Mohamed I, y Al Mondir abandonó el campo de batalla para evitar la usurpación del trono, lo que aprovechó Omar para reconquistar las plazas perdidas dos meses antes, y respetó la vida de los vencidos. Esta actitud provocó la deserción de no pocos árabes, que pasaron a engrosar las tropas de Omar.

Nuevamente Omar pidió ayuda a los reinos cristianos, pero la respuesta no llegaba, mientras sí lo hacía el invierno, y ya en primavera, Al Mondhir, habiendo controlado en Córdoba los sectores partidarios de su hermano Abh-Allah, comenzó una nueva campaña contra Omar. Tomó Archidona, donde llevó a cabo una feroz matanza, y fue a Bobastro, donde Omar le pidió paces y Al Mondhir le envió un cargamento de valiosos regalos…, que acabaron siendo tomados por la fuerza por una expedición salida al efecto desde Bobastro.

Otra chanza de peores consecuencias le esperaba a Al Mondhir. Su hermano Abd-Allah, encontró la ocasión propicia para sustituirlo en el trono. Y fue que el médico de Al Mondir lo asesinó.

Los acontecimientos pasaban a una velocidad vertiginosa a los ojos de Abd-Allah, quien, acosado por todas partes, perdiendo terreno en el norte, incapacitado para ahogar las sublevaciones de sus estados, tanto los del Oeste de ben Marwan como principalmente la de Omar ben Hafsún, se vio absolutamente desbordado cuando en la provincia de Todmir un nuevo caudillo, Daisam ben Ishac, se sublevaba contra su poder y reconocía como rey a Omar.

Pero Abd-Allah supo jugar sus cartas y consiguió que una embajada de mozárabes fuese a Bobastro a pedir paces. Omar las aceptó. Pero Abh-Allah fue más allá, y envió a Bobastro a quién debía sustituir a Omar como gobernador. La respuesta de Omar fue una expedición destinada a talar posesiones árabes.

La guerra tomaba nuevos bríos, y el martirologio tomó cuerpo, en Sevilla, a manos del hijo del Emir, Mohamed.

Por su parte, los partidarios del emir asesinado, Al-Mondhir, iniciaron una revuelta al tiempo que Omar exigía responsabilidades por la matanza de Sevilla.

Abd-Allah estaba contra las cuerdas, y encontró solución a su penuria: envió a su hijo Mohamed a combatir a Omar, ante quien sucumbió con su ejército. Con esto creía haber pagado la masacre de Sevilla.

Entretanto la costa estaba viviendo un momento de alta tensión. La flota del Emir estaba asolando las posesiones de Ben Hafsún desde Rayya hasta el Este, guareciéndose en los puertos del Golfo de Almería.

La población española, encabezada por la de Pechina, Almería, Níjar y Huercal, se sublevó contra el gobernador árabe, triunfando sobre éste en Pechina y sucumbiendo estrepitosamente en las otras poblaciones, de donde huyó un importante gentío.

Cuando la situación era caótica por el sitio aplicado a la ciudad, las fuerzas árabes debieron acudir a la defensa de la costa, pues una escuadra del conde de Barcelona, Wifredo el Velloso, al mando del heredero, Súñer, había acudido a la zona atendiendo la llamada efectuada desde Bobastro.

Ya las fronteras del norte habían llegado hasta Oporto; ya el reino de Navarra comenzaba a multiplicar los problemas de Córdoba; ya los terceros reyes de España, los Banu Qasi de Zaragoza eran independientes; ya los condados nor-orientales habían expulsado de Montserrat, Vic, Barcelona…, a los bárbaros; Toledo continuaba siendo un foco de libertad en medio de la dominación; ya Zamora era una ciudad española. Y gran parte de toda esta realidad era debida a Omar ben Hafsún.

De poco le valieron a Córdoba las treguas firmadas con los reinos del norte… y sin embargo era de vital importancia sofocar el fuego de la Serranía de Ronda. Era el año 889, y Omar controlaba desde Algeciras hasta Murcia. Sólo quedaba Córdoba.

Abd-Allah ben Mohamed ya no tenía enemigos en el bando de su hermano: el exterminio había acabado con el peligro. La única fuente de sus desdichas la tenía a las puertas de Córdoba y se llamaba Omar, contra quién en la primavera del año 890 organizó un poderosísimo ejército contra los territorios dominados por éste sin objetivo claro…,como banda de forajidos.

Omar no actuó, pero cuando se retiró, Omar tomó Estepa, Osuna y Écija, y el Emir Abd-Allah ben Mohamed le ofreció la administración de los territorios que ya dominaba… Omar aceptó, el emir pasó a tener un potente gobernador cristiano, ya que Omar se había bautizado en enero de 890.

El Emir ya no nombraba gobernadores, sencillamente porque no tenía dónde asignarlos, mientras Omar maquinaba cómo dar el último golpe al emirato.

El Emir, y Córdoba entera, estaba en paz. Pero en una paz que recordaba la de los cementerios.

La capital del emirato se encontraba en situación que podía ser calificada de sitio: los mercados desiertos; el pan, escaso y caro; los soldados, desmoralizados; el desánimo, generalizado; los alfaquíes, catastrofistas; el desánimo de la población árabe, generalizado; y el Emir, pensando en la huida.

Un gesto postrero de dignidad en quien tan indigno se había mostrado a lo largo de su vida decidió que daría la batalla antes que el enemigo estuviese dispuesto para ella.

El día 5 de Abril del año 891, Viernes Santo, se produjo el más estrepitoso de los fracasos de Omar, y la más insospechada de las victorias de Abd-Allah. La buena estrella que siempre acompañó a Omar, le abandonó aquel aciago día donde perdió la vida la mayor parte de sus soldados.

Omar se retiró a su nido de águilas, donde se mantuvo independiente, pero sin ningún poder ni influencia. Se había apagado su estrella.

Cesáreo Jarabo

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