Primer combate del Glorioso (26 julio 1747)

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La gesta del Glorioso es de las que merecen, no ya una película, sino una serie de televisión. Personalmente, descubrí esta hazaña por casualidad, porque como pasa siempre en nuestra historiografía, poca gente se ha dedicado a escribir sobre este hecho y desde luego nuestros libros de historia que estudiamos en la escuela, ni lo mencionan. Vayamos a los hechos.

Primero expliquemos que era “El Glorioso”.

En 1737, el rey Felipe V, ordenaba la construcción de dos navíos de setenta cañones en el astillero de La Habana. El contratista encargado de físicamente construir los buques fue el criollo Juan de Acosta y el diseño fue realizado por Ciprian Autran Oliver, francés nacido en Tolon y que siempre trabajó para la corona española. El diseño era una evolución de las directrices marcadas por Gastañeta. Diversos retrasos en la construcción debido a que material fundamental que solo era fabricado en la Península, llegó tarde, hizo que los buques no fueran entregados hasta 1741. El primero fue “El Invencible”, el siguiente “El Glorioso”.

En 1743, “El Glorioso” participó en el transporte de caudales entre América y la Península, consiguiendo llegar a La Coruña el 5 de enero de 1744. En este caso El Glorioso y su compañero “El Castilla”, consiguieron transportar mercancías por valor de un total de 8.264.965 pesos, la mayor parte en forma de monedas o lingotes de plata. Durante la carrera tuvieron que afrontar dos fuertes temporales, que lograron pasar sin grandes daños, lo que contribuyó a dar al navío fama de resistente y con buena fortuna. Las autoridades tomaron nota del temple de su capitán, Pedro Messía de la Cerda y en él se pensó cuando se planeó el siguiente transporte importante de caudales.

En 1744, el navío fue reparado y sus bodegas se llenaron con víveres para tres meses de navegación. Mientras su capitán, Pedro Messia, fue asignado al departamento del Ferrol, con ordenes de estar preparado para embarcar en cualquier momento. Durante los siguientes dos años, navío y capitán, estuvieron realizando diversas misiones de protección de embarcaciones españolas y francesas en las costas atlánticas.

En 1746, un convoy formado por 19 embarcaciones, seis de ellas de más de 40 cañones, salió de Cádiz. El objetivo principal era trasladar a América, pertrechos, herrajes y materiales de hierro de difícil obtención en América y que debían servir para la construcción de nuevos navíos en La Habana. “El Glorioso” iba al frente del convoy con Pedro Messia como capitán de la nave y mando de la escuadra. Es de destacar que Pedro, con titulo de Capitán de Navío, fuera puesto al mando de un convoy completo. Ello es prueba del prestigio que tenia Pedro en aquellos momentos.

La operación tenía un doble objetivo. Uno oficial, que era el de transporte de materiales vitales y otro, secreto, que consistía en el transporte de caudales en el viaje de vuelta. El volumen de los caudales a transportar podría formar parte de otro artículo completo ya que según la declaración de carga firmada por Messia al salir de Veracruz era superior a los 4.500.000 pesos en plata, oro y planchas de cobre, de los cuales 3.500.000 pertenecían a particulares y ahí está el quid de la cuestión. Los particulares debían pagar un impuesto para dicho transporte y por tanto tenían interés en embarcar monedas de oro en talegos, haciéndolas pasar por plata. Hay profundos estudios acerca de lo que se embarcó en “El Glorioso”, pero lo más probable es que hubiera un 25% de contrabando en los caudales de los particulares.

El caso es que Pedro Messia zarpó en “El Glorioso” de Veracruz el domingo 28 de mayo de 1747, cargado con un autentico tesoro y en total soledad. Iba un solo buque y todo el espionaje ingles estaba detrás intentando saber su recorrido y poniendo medios para atraparlo.

La travesía se desarrolló sin complicaciones hasta el martes 25 de julio cuando se descubrieron 15 velas, de las cuales once eran navíos armados de bandera británica. Messia no lo sabía, pero se había topado con un convoy ingles escoltado por varios navíos de guerra.

 Los ingleses, sospechando lo que transportaba el solitario navío español, se lanzaron en su persecución, destacando a cuatro buques. El navío Warwick de sesenta cañones, la fragata Lark de cuarenta, el paquebote armado Beaufort de veinte y el bergantín Montagu de 16 cañones. Pasada la noche, el capitán Croosshands, decidió que era fácil atrapar al navío español y despachó al Baufort con el resto del convoy para protegerlo.

“El Glorioso” era un navío muy robusto pero lento y pesado. No podía competir en velocidad con ninguno de sus perseguidores y por tanto no tenía en teoría la iniciativa. Eso pensaron los ingleses y establecieron una estrategia sencilla. El ligero Montagu se colocaría muy cerca de la popa del Glorioso, fuera del alcance de sus baterías ya que en aquella época la potencia de fuego de los navíos se situaba a babor y estribor. El Montagu se podía permitir el lujo de hostigar al español, disparando algún cañonazo de vez en cuando, con la esperanza de afectar al timón o en todo caso para provocar una guerra de nervios. Mientras el Lark esperaba detrás, para aprovechar el más mínimo error. El Warwick no tenia más que llegar a continuación para rematar el trabajo. En caso de que Messia no cometiera errores, solo bastaba con esperar a la noche. En la oscuridad adelantar al español y por la mañana, atacar conjuntamente con toda la iniciativa y el viento a favor. La suerte de “El Glorioso” estaba echada.

Pero no contaban con la capacidad e iniciativa de Pedro Messia. Al anochecer del miércoles 26 de julio de 1747, arrió las velas mayores, largó bandera y gallardete de combate y se quedó solo con las gavias. Era el equivalente a pegar un brusco frenazo en plena autopista. El sorprendido Montagu, se encontró de repente con el espectáculo del estribor del navío español desfilando a su izquierda, lo que significaba que 35 cañones de grueso calibre, estaban apuntándole. El tiempo de recarga de los cañones del siglo XVIII era de entre tres y cinco minutos, dependiendo del adiestramiento de la tripulación y del tamaño del cañón, Messia sabía que a continuación se las tenía que haber con otro buque más grande y no quería quedarse sin posibilidades de disparo. Tan solo le soltó algunos disparos, pero fue suficiente para asustar al capitán del Montagu, que se apresuró a virar a la derecha y ver el espectáculo a distancia. No volvió a acercarse.

Detrás del Montagu estaba el Lark, que tampoco tuvo tiempo de frenar y se encontró con el mismo espectáculo del flanco de un navío de 70 cañones desfilando a su izquierda. Aquí Messia soltó todo lo que pudo de sus 35 cañones disponibles en este lado y consiguió derribar el mastelero de sobremesana. En contrapartida la tripulación del Lark tuvieron menos puntería y apenas provocaron daños en el Glorioso. Según el flemático diario de bordo de Messia, “…me correspondió con las suias, reconociendo heran sus valas de a 12, le desarbolé del Mastelero de sobremesana, y arribó, por lo que consideré, yba bien incomodado, pues no volvió á entrar más en función”.

En apenas diez minutos, Messia se había deshecho de dos de sus tres perseguidores y anochecía. Tenía dos opciones, cargar velas de nuevo y perderse en la noche o bien ir a por el siguiente. Eligió la segunda opción; ir a por el tercero.

El Warwick iba retrasado una media milla y observó asombrado como el Glorioso daba media vuelta y se dirigía hacia él manteniendo el viento a su favor. Cuando llegó a su costado le disparó con todo lo que tenia disponible a bordo.

Disponemos de la descripción del combate que hizo Messia, pero lo más interesante es la que hizo el comandante del Lark. La traducción del inglés del siglo XVIII al español actual sería la siguiente “… El Warwick disparó gran cantidad de cañones a la vez, de forma apresurada y confusa, y luego hizo largas pausas” O sea que la confusión en el Warwick debía ser considerable.

En aquel momento el viento cayó y se hizo la noche, Los dos buques se encontraban uno junto al otro y como escribió flemáticamente Messia en su diario “…a las 12 de la noche me calmó enteramente el viento, y no hubo otra maior novedad que proseguir el combate y duro con él”

A las tres y cuarto de la madrugada el viento se levantó y el capitán del Warwick decidió que había sufrido ya suficiente, levanto velas donde pudo y se apartó del Glorioso. Nada más ponerse a distancia suficiente, emitió señales solicitando auxilio. No tenia esta posibilidad Messia, que estaba solo como la una. Hizo un recuento de daños y al mediodía decidió que podía seguir navegando hacia España. Los ingleses salieron huyendo hacia el Sur.

Este artículo ha superado ya lo que yo planificaba al principio y no quiero extenderme más. Baste decir lo siguiente:

  • El Glorioso (y su capitán y tripulación), tuvo que sufrir todavía otro encuentro, antes de llegar a la ría de Corcubion, donde descargó el tesoro.
  • De vuelta a Cádiz para rehacerse, tuvo otro batalla, donde se rindió no antes de destruir otro navío similar al suyo y dañar gravemente a otros dos.
  • Se rindió cuando agotó totalmente la pólvora de su santa bárbara.

Algunas notas y conclusiones.

  • El número de disparos efectuados por el Glorioso, están documentados y son asombrosamente elevados. Ello da una idea de la formación de los artilleros.
  • Las maniobras del Glorioso, fueron técnicamente impecables, más teniendo en cuenta que era un navío robusto pero lento y de difícil manejo. Ello da idea de la capacidad de su capitán y de la formación de la marinería.

En resumen, la idea que nos quieren implantar en la cabeza es que la marina española estaba por debajo técnicamente de la inglesa y esto no es cierto. Nuestra marina estaba necesitada de financiación y tenía que defender costas en todo el océano Atlántico y Pacifico. Era una tarea hercúlea que solo se pudo llevar a cabo mediante formación, coraje y conocimientos.

Manuel de Francisco Fabre

El Glorioso – Agustín Pacheco Fernández – Editorial GallanoBooks

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