El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición (y II)

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Además, debemos tener en cuenta que la Inquisición no nació contra el pueblo sino para responder a una petición de éste como protección ante amenazas externas. Para el hombre medieval, el hereje es el Gran Contaminador, la persona que atrae el castigo divino sobre la comunidad.

Y esa alarma social fue esencial para la supervivencia en los siglos XVI, XVII y XVIII, cuando las potencias europeas disponían armadas piratas para combatir a España.

En esas circunstancias, la Inquisición fue un arma de doble filo, pues a ella recurrían muchos piratas, conocedores de la benevolencia del tribunal, que no iba a condenarlos por sus actuaciones delictivas, sino por su herejía. El mismo primo de Francis Drake se libró de la horca al caer en manos de la Inquisición en Lima, y como él un buen número de piratas.

Otra pregunta que surge es si la Inquisición era un tribunal político. Por supuesto la pregunta puede producir respuestas divergentes; por mi parte, a pesar de todo, entiendo que la respuesta debe ser afirmativa; tan afirmativa como cuando la misma pregunta se efectúa sobre el tribunal constitucional. De hecho, ambos tribunales cubren una misma función, con objetivos radicalmente distintos, por supuesto, pero en definitiva una misma función.

La Inquisición es un instrumento religioso al servicio del estado, y sobre todo es un instrumento del estado al servicio de la iglesia… o al revés.

La semejanza material y sólo material entre la Inquisición y el Tribunal Constitucional, alejadas no sólo en el tiempo sino en los principios, nos hace observar que si la Inquisición tenía unos inquisidores y unos familiares, la democracia tiene unas referencias, pie de rey de democracia, a las que se deben ajustar todas las ideas, y unos palmeros que, como el caso de los familiares de la Inquisición, no tienen en principio beneficios reconocidos, si bien su categoría de familiares les abre determinadas puertas. Sí, también entonces había corrupción… más medida y arriesgada, pero había corrupción.

Pero más que la corrupción hay una cuestión que caracteriza a la institución. La Inquisición resultó ser un elemento esencial en la unificación del derecho procesal español, que venía a consolidar la reforma de los institutos religiosos, y venía a ser una institución situada por encima de todos los fueros, por encima de todas las leyes particulares de cada reino; igual para todos los españoles, con una estructura única y con un mando único. La Inquisición representó por tanto la vertebración de España, la columna vertebral del estado moderno.

Sin embargo, la imagen transmitida y generalizada por la Ilustración nos presenta a la Inquisición como una máquina de matar, pero la realidad se encarga de contrariar esa alegación distorsionadora que cae por su propio peso no sólo al ver la cantidad de casos y la variedad de los mismos tratados por 20 escasos tribunales, sino también por el control y la centralización a que estaban sometidos.

En el siglo XVII la centralización fue tan extrema que llegó a disponerse, en 1647, que todas las sentencias debían ser ratificadas por el Consejo antes de la correspondiente ejecución. Los gastos de los tribunales, a su vez, habrían de estar autorizados por el poderoso organismo, y ello hasta tal punto que, según sabemos, necesitando el tribunal de Valencia un reloj, hubo de solicitar permiso a la Suprema para adquirirlo; la autorización sólo llegó «tres años más tarde.”  Parece que si de algo se puede acusar a la Inquisición es de exceso de burocracia, si bien también es encomiable que no multiplicase el número de funcionarios.

En cuanto al número de ajusticiados, los estudios realizados por Paul Heningsen y Contreras sobre las 44.674 causas abiertas entre los años 1540 y 1700, concluyeron que fueron quemadas en la hoguera 1346 personas (algo menos de 9 personas al año… en todo el imperio).

También se habla que las primeras actuaciones en Sevilla fueron feroces y hablan de miles de víctimas… pero esas víctimas no son achacables a la Inquisición… sino a la peste, que se llevó por delante a 15.000 personas.

Aparte las relajaciones, por cierto, muchas en efigie, las penas se cumplían… cuando se cumplían. Las flagelaciones no llegan a efectuarse en muchas ocasiones al considerar el Tribunal que el reo no podría superarlas, y figura en el propio Auto de Fe que el castigo no se inflige… Las condenas a cárcel perpetua en su propio domicilio, o en su propia ciudad… son habituales, y al tratarse de personas que están en relación directa con su confesor, conocen las limitaciones de las sanciones de forma que la “perpetuidad” de muchas sanciones, en realidad se ve reducida a muy breves periodos de tiempo.

¿Y qué podemos decir de su organización y extensión? Constaba solamente de dos o tres inquisidores y de un grupo de empleados en cada uno de los 20 tribunales que se encargaban de toda España. Tenían poder en los pueblos y ciudades, es verdad, pero su poder era limitado, con frecuencia controlado por asociaciones civiles, otras autoridades eclesiásticas y magistrados locales. En el campo, en el que vivían cuatro de cada cinco españoles, tenía poco poder. Los historiadores aseguran que la gran mayoría de los campesinos de las áreas rurales nunca habrían visto a un inquisidor en su vida. Y si hablamos de América… Con esos medios debían controlar millones de kilómetros cuadrados…

Forzosamente, la actividad del tribunal fue baja, siendo que hubo periodos en los que fue nula.

El periodo de mayor actividad es el comprendido entre 1478 y 1520, en el que se solventaron el 50% de los procesos llevados a cabo en toda la vida del tribunal, siendo que desde principios del siglo XVIII la actividad era puramente testimonial.

Y en cuanto a la formación de los inquisidores… No estamos hablando de un cualquiera cuando hablamos de un inquisidor, sino por lo general de un hombre con una preparación cultural, jurídica y teológica de primerísimo orden. Una preparación intelectual que dio lugar al Siglo de Oro de las letras y las Artes.

Con todo lo comentado, es llamativa la atención novelística, que no histórica, que disfruta la Inquisición española en el mundo, cuando sin embargo es posible realizar un cuadro como el siguiente:

Víctimas:

Inquisición (en 350 años y en toda la Hispanidad)……………  1.600 (4,5 por año, para veinte tribunales)

Inquisición protestante. Durante Enrique VIII (en Inglaterra); 70.000

Durante Isabel I, trescientos o cuatrocientos al año.

Caza de brujas en Alemania, Francia o Inglaterra,  durante el siglo XVII y mitad del XVIII, 70.000 

Anabaptistas, año 1525; 100.000

Judíos año 116; 240.000

Liberalismo desde 1792; 8.000.000

Islam siglo XX; 1.130.000

Comunismo, siglo XX; más de 120 millones

Aborto (sólo en un año) en España; 100.000

Para entender la realidad, pongamos ejemplos de otros ámbitos, por ejemplo el geográfico. Así, El río Escabas, en Cuenca, tiene una cuenca de 706 km2. El Mekong la tiene de 810.000 km2;  el Nilo de tres millones de km2; el Amazonas, de 6,2 millones de km2, o el Misisipi, de 3,2 millones de km2.

Si equiparamos la Inquisición al río Escabas y observamos las citas que cada uno tiene en Internet, veremos que el Escabas tiene 19.500 citas, y la Inquisición 818.000.

¿Qué sucede si hacemos la misma operación con los otros ríos citados, emparejados con persecuciones que les pueden ser equiparables? Veamos:

Amazonas; 5.100.000  citas. Inquisición protestante;25.500

Misisipi; .24.100.000 citas. Genocidio Bolchevique; 59.300

Nilo;   26.200.000 citas.         Genocidio musulmán; 441.000

Evidentemente, algo falla. Y probablemente, lo que falla es el mismo pueblo español, que no se da cuenta de su grandeza y agacha la cerviz cuando sólo tiene motivos para llevar bien alta la cabeza.

Cesáreo Jarabo

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2 thoughts on “El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición (y II)”

  1. Excelentes los datos, Cesáreo. Tienes razón hay mucho «papanatismo» y así nos va. Yo me conformaría con que, al menos, el 20% de nuestra clase política leyera los Episodios Nacionales de Galdós. Éste hoy en día será, probablemente, un facha ultraderechista para esa clase política. ¡Que tropa! Se ha visto retratada, por lo menos para mí, en la reciente moción de censura.
    Saludos cordiales,
    Francisco Iglesias

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